Un Pastor de Paisajes, con un territorio infinito por donde transitar y muchos paisajes que sumar al rebaño, ahora bien, no solo serán protagonistas de este blog los grandes espacios naturales o humanos .En él encontrarán también su hueco rincones del territorio olvidados en la memoria del tiempo, paisajes que todavía mantienen vivos retazos de la historia de los hombres y mujeres, animales y plantas que nos precedieron. Recorramos los senderos y veredas que nos permitirán conocerlos.
domingo, 28 de diciembre de 2014
domingo, 21 de diciembre de 2014
Adiós otoño… ¡Estamos en invierno ¡
A estas alturas del año el flujo
de ideas que emana de tu cabeza se torna lento e insustancial, al compás de los
días de diciembre. Además los motivos para el desánimo que se ciernen sobre tus
convicciones y añoranzas, se muestran tan meridianos en informativos y
publicaciones, que te amilanas ante los fríos días que se avecinan. Les ocurre
igual a los paisajes invernales, resulta ahora evidente, en la desnudez de la
estación, la pérdida constante e imparable de su historia, de ese patrimonio
menor, conformado por muros de piedra, apriscos, chozos, colmenares,… Menoscabo
que sufren los paisajes ante la indiferencia casi generalizada de unos
ciudadanos que bastante tienen, en muchos casos, con sobrevivir cada día en la
marea salvaje de unas políticas gélidas e impersonales que les sobrevienen sin
miramientos por todas partes, medidas de
unos gobernantes carentes de toda fuerza moral para llevarlas a término y sin
perspectivas sociales de ningún tipo, traicioneras resacas en las que
únicamente resisten a flote, y cada vez con más pujanza, bancos, financieras y
multinacionales… Así, con el invierno estacional y social establecido, te sumes
en un estado de letargo, incapacitante para generar propuestas viables,
novedosas y creativas, necesarias para evitar que pierdan su discurso nuestros
valiosos y variados paisajes…
Más si nada se para, el tiempo
menos, y tienes que aprovechar las particularidades del invierno para tomar buena
nota de necesidades y carencias urgentes, madurar intervenciones en tiempos
propicios y, sobre todo, sacudirse la apatía y adentrarse en algunas de las
recreaciones paisajísticas más extraordinarias que la natura es capaz de
regalarnos estos días... No espero lo mismo de nuestros gobernantes. Es un
privilegio sentirnos inmersos en las auténticas obras de arte que son estos
paisajes invernales… Que todos podemos disfrutar y sin que nos cobren todavía
por ello.
¡¡¡Disfrutad la invernada…!!!
jueves, 4 de diciembre de 2014
La campiña de Fuenmayor te sorprenderá
Los Paisajes del Vino requerirán compromisos
Es posible que si a estos
paisajes no te ligan motivos emocionales, laborales, enológicos o una partida
de nacimiento, con lo cual es probable que hayas desarrollado un buen número de
lazos afectivos que te unen igualmente a este territorio, no te aventures a
descubrir la sugestiva campiña existente entre Fuenmayor y Logroño. También es
de reseñar que de unos años esta parte son numerosos los ciudadanos, de una u
otra villa, que en su querencia por las prácticas deportivas, correr, andar en
bicicleta, caminar, o bien por recomendación médica, recorren esta liada red
de caminos que ha permitido a muchos
curiosos enredarse en ella y descubrir rincones de gran belleza visual y rico
caudal histórico.
Transita hoy “el caminante”, no
tiene claro si por mantener una actividad física apropiada o por prescripción
facultativa, el llamado popularmente Camino
Viejo de Fuenmayor, que mantenía hasta las últimas renovaciones de firme
algunos tramos enlosados en piedra con factura similar al de las calzadas
romanas, y como tal parecía tenerse en base a lo descrito en las “Vía I y Vía XXXII entre Virabesca y Caesaragusta” del Itinerarium del emperador Marco Aurelio Antonino Basano, conocido como Antonino Caracalla, y que estudios recientes parecen poner en
entredicho, no tanto el discurrir de la misma como los restos materiales
existentes, que parecen deberse a las obras llevadas a cabo por la Real Junta de Cosecheros, a finales del
siglo XVIII, para facilitar el transporte y comercialización de las grandes
cubas con el vino elaborado en la comarca.
Ha quedado atrás la ciudad y se siente inmerso en un paisaje humanizado dominado por viñas y cereal, salpicado de espacios llecos en las laderas pendientes y pedregosas, los cabezos de las lomas o terrenos antaño cultivados, y en ellos arraigan, entre romeros y coscojas, una rica diversidad de plantas leñosas y aromáticas. En La Rad, todavía término municipal de Logroño, la panorámica que se despliega ante él ha cambiado, las viñas son ahora protagonistas indiscutibles del espacio: un animado oleaje de tonos encendidos se mueve al ritmo de la mirada, sobrenadan en él, apiñadas y con el único fin de permanecer allí, numerosas parcelas dibujadas con trazo inseguro por caminos, sendas y ribazos.
Fatigados guardaviñas observan con hastío el paisaje, evitan desplomarse únicamente por fidelidad a las manos artistas que los construyeron… Ni uno solo de estos chozos o cabañas que todavía resisten a diestra y siniestra del Camino Viejo de Fuenmayor debería desaparecer.
Los pasos recorren ya tierras de Fuenmayor, mas la vista hace rato que surfea, sin viento, en la jovial y colorista marea de viñas de los términos de Alabacos o Los Valles y no puede evitar “el viajero” traer a su pensamiento la candidatura de Los Paisajes del Vino de Rioja a Patrimonio de la Humanidad, la cual no duda en apoyar, pues lleva años abogando por la salvaguarda de este patrimonio natural, cultural y etnográfico. Cuando casi nadie hablaba de ello, recuerda con agrado las conversaciones amigables en los programas de radio de Manolo Gonzalo, Carlos Santamaría y Lucia Ripa en la Cadena Ser Radio Rioja, en ellos ya defendía la conservación de las terrazas y ribazos de la parcelación tradicional, de las acequias y barrancos con sus arboledas, las pequeñas plantaciones de almendros y olivares para romper la monotonía del paisaje,… de evitar las grandes concentraciones parcelarias, respetar y potenciar las variedades de vid y la longevidad de los viñedos,… un patrimonio decíamos que es una inversión de futuro. Premisas todas ellas que deberán tenerse en cuenta cuando se hable de la candidatura de los Paisajes del Vino de Rioja. Pues bien, ahora ha decidido el Gobierno de La Rioja, empujado por los pasos dados antes por el Gobierno Vasco, tomar la iniciativa… “Nunca es tarde…” como dice el refrán, para tomarse en serio esta gran empresa en la que se ha embarcado la región… Navegar en un variado y rico mar de viñas que tenemos la responsabilidad de conservar y respetar en su integridad.
Entre cavilaciones y con la mirada embriagada por las formas sugestivas y coloristas que disfruta, ha llegado a un punto del camino en el que debe decidir entre descender a la Villa de Fuenmayor o recorrer la estirada y estrecha meseta de Los Llanos que la respalda. Se decanta por lo último y encamina sus pasos en dirección al Río Ebro por un terreno pedregoso donde pequeñas encinas y ribazos de piedras amontonadas, procedentes de las parcelas cultivadas, sirven de abrigo y delimitan estas viñas veteranas. Además, desde ellos, zorros, garduñas y comadrejas acecharán a mirlos, zorzales y a toda una comunidad de aves que invernan en este territorio y aprovechan la “racima”, como el tejón que también deja rastro en estos rincones. Las “colgajas” que pendulean en las cepas son golosinas de alto valor nutritivo que les permitirán rellenar sus despensas de grasa para afrontar con garantía los fríos meses venideros.
Aquí algunas viñas casi han perdido la hoja y otras están ya podadas, hacen sus propietarios caso del refrán que reza “si quieres ver tu viña moza, pódala con hoja”. Es un terreno agradable de pasear, que incita a asomarse con frecuencia a las laderas pendientes y asilvestradas que se descuelgan precipitadas: al este, con vistas al paisaje por el que ha venido “el viajero”, languidecen algunas plantaciones de almendros y pierden su compostura las paredes de antiguos corrales,… y como antes comentaba al referirme a chozos y cabañas, es una verdadera lástima que así suceda, pues estos elementos completan la historia de estas tierras; por el oeste, el interesante casco urbano de Fuenmayor y su descuidado entorno reclaman toda la atención. Se le antoja que esa debió ser la visión de las tropas Napoleónicas, cuando allá por el 1808 se toparon en la noche con el pueblo ardiendo con violencia por los cuatro costados y con el resuello entrecortado pasaron de largo sin descender a saquearlo, pues nada debía de quedar dado el coraje de las llamas… Menor que el que ponían los fuenmayorenses en avivar las hogueras que habían encendido con todo lo innecesario y con capacidad de arder, además de ramas verdes que hiciesen humo abundante hasta casi la invisibilidad… Esta romántica leyenda de “Los Marchos”, que celebran ahora la tarde noche del 7 de diciembre, es difícil de confirmar y encontramos datos que apuntan que ya era celebrada con anterioridad: en 1726 la primera edición del Diccionario de la R.A.E. ya recogía este término como “Fiesta con hogueras que celebran en La Rioja…“ o quizás debamos remontarnos a fiestas paganas prerromanas unidas a la proximidad del solsticio de invierno y acción de gracias por la recolección de las cosechas… Fuera como fueses, podéis acercaros esa noche, ya próxima, a la localidad de Fuenmayor y disfrutareis con el ambiente festivo de los “fuchos”, al calor de las numerosísimas hogueras, con las ricas patatas asadas y un trago de excelente vino de Rioja.
El camino continua en dirección norte por lo alto de la meseta hasta finalizar los terrenos plantados de cepas, hubiera querido bajar hasta el río por allí, y no le resultaría extraño encontrarse por las pendientes tapizadas de matorrales a Sergio, amante y buen conocedor de esa fauna, la que estudia la entomología, por casi todos olvidada, pero el caminante se encuentra en lo alto de un espolón geológico, en la proa de una gran nave varada, que mira al Ebro con nostalgia del Mediterráneo… Ante la enmarañada ladera y lo dificultoso que hubiera resultado el descenso, vuelve “el caminante” sobre sus pasos hasta un destacado cruce de caminos que le permitirá acercarse a Los Valles, el Valloque o Las Rozas. Recorrer con calma este territorio le permitirá apreciar su riqueza cromática, la sucesión alternante de las texturas y la dinámica distribución de los viñedos enmarcados en naturalizados espacios baldíos y se sentirá bien inmerso en este espacio humano y acogedor.
Estos paisajes pueden llevarnos en algunas ocasiones, así cuando remonta “el viajero” al Valloque, a estadios de ensimismamiento casi místicos: el Ebro, adornado de sus atributos fluviales, se convierte en el eje serpenteado y vertebrador que irradia hasta perder de vista paisajes, a uno y otro lado de sus orillas, sabiamente amaestrados por las manos diestras de los viticultores, doctorados en la universidad de la paciente experiencia generacional…
Se apea del balcón privilegiado junto a la caseta arruinada desde la que miraba el cautivador panorama, para acercarse a la ribera del río. Camina de nuevo por una campiña risueña, entre cepas longevas en fincas menores, al lado, otras de reciente plantación y parcelas demasiado grandes para su gusto, preparadas ya para la vendimia automatizada, recoletos chozos en los ribazos y destacadas casas de campo abandonadas entre las viñas. Llega a la orilla del Ebro, embalsado por la cercana represa del Cortijo, ha perdido en Remolinos su escolta arbórea y arbustiva hasta llegar a la agradable zona recreativa habilitada junto a la Boca del Ebro, allí donde el timorato Río Antiguo le aporta su mermado caudal.
Un estrecho camino recuperado en la margen izquierda, a contracorriente del mencionado arroyo, le acercará a Fuenmayor, no sin dejar antes impresas en su retina y en su cabeza dos estampas: un molino harinero se mantiene erguido rodeado de cepas y algunas huertas, frente a otros dos cansados ya de aguantar el tipo, y otra casa de campo tradicional en aparente desuso rodeada de viñedos. Ambas imágenes obligan al viajero a replantearse hasta la duda el ángulo de disparo fotográfico para evitar en la imagen gran número de elementos distorsionantes en un paisaje que podía resultar una deliciosa sonata de equilibrio visual y que le invitan a reafirmarse en sus palabras sobre los compromisos que requerirán los Paisajes del Vino para conservar completa la historia del territorio.
Sigue en el mapa el recorrido que hizo "el viajero":
Déjate sorprender por la campiña de Fuenmayor:
lunes, 17 de noviembre de 2014
Flores de sal en Añana
Un paisaje del pasado que mira al futuro
Fue el Chott el Dejerid el
primer salar con el que tuve contacto, y la que entonces me pareció una llanura
salina interminable, especular en ocasiones según épocas y tramos horarios, me
dejo perplejo, más de 5.000 Km2 inmaculados entorno a la carretera, trazada con tiralíneas, entre
los recomendables oasis de Tozeur y Kebili. Esta porción del Mediterráneo que quedó atrapada en Túnez, entre el
desierto de piedra y el de arena, es un espacio de libertad visual donde la
mirada retoza melosa y sin cortapisas en la trama uniforme, sin fin, del tapiz
algodonoso en el que se proyectan espejismos verosímiles y caprichosos.
Años más tarde,
tras recorrer a pie el sugestivo territorio del Altiplano Boliviano de Laguna
Blanca, Laguna Verde o Laguna Roja, seguimos adentrándonos en un desvencijado todoterreno
por el apabullante desierto de Atacama, íbamos al encuentro del reconocible
desde el espacio Salar de Uyuni. Son 10.582 Km2
de infinita planicie blanca, a 3.656 m. de altitud, que
sobrecogen y empequeñecen al viajero, mas a pesar de todo se adentra en él y se
deja atrapar en la interminable red de urdimbre poligonal repujada sobre la
superficie salina… No en vano para los antiguos pobladores de estos viejos
paisajes, Chipayas primero y Aimaras más tarde, fueron estos territorios de
culto, de mitología, que les permitía
dar explicación a este espacio mágico y poderoso. Así los nombres de Tunupa,
Cosuña, Kusina,… o Chillina (volcanes sobresalientes del Salar) responden a los
que recibían mujeres, hombres o dioses que convivían en las leyendas de estos
pueblos, personajes que respondían al amor, a los celos, a la envidia o la bondad
como ellos… No es extraño pues entender que las copiosas lágrimas derramadas
por Tunupa, mujer joven, hermosa y adornada de virtudes, por la pérdida de su
esposo, un dios con poderío, y de su hijo todavía infante, unidas a la leche
materna que brotaba desaprovechada de sus pechos, diese como resultado la
formación del Salar de Uyuni, un espacio único en la tierra. Allí, en tierras
bolivianas, escuché por primera vez los versos que Pablo Neruda dedicó a la sal
(1):
Esta sal
del salero
yo la vi en los salares.
Sé que
no
van a creerme,
pero
canta,
canta la sal, la piel
de los salares,
canta
con una boca ahogada
por la tierra.
……..
Las mismas que
ahora leíamos en el muro de la casa solariega donde tomábamos café, en la
población Alavesa de Añana, antes de visitar las salinas de interior más
importantes de Europa. Fueron 120 hectáreas repartidas en unas 5.000 eras
rectangulares o trapezoidales, entre 10 y 20 por “granja”, pues como las granjas, la sal precisa de cuidados
esmerados y conocimiento de los tiempos y las condiciones óptimas para
desarrollarse y ser de provecho. Os resultará fácil encontrar información
contrastada sobre el origen de esta estructura geológica denominada diapiro ,
que tienen su génesis en la desecación de un mar interior de hace 200 millones
de años y posibilita la existencia de los manantiales de salmuera de Santa
Engracia, la Ontana, El Pico, o Fuentearriba y por ende del Valle Salado de
Añana.
También sobre el
devenir histórico de este paisaje humanizado serán numerosas las referencias
documentales a las que podréis acceder para conocerlo. Existe constancia de su
ocupación en la época neolítica, mas serán los romanos los que inicien una
explotación sistemática de los manantiales, posiblemente desde la fundada
ciudad de Salionica , citada por Tolomeo. Durante toda la edad media, reyes,
condes y eclesiásticos litigaron por el control de las salinas; finalmente la
corona, entre los siglos XVI a XIX, estableció un monopolio sobre la
explotación de todas las salinas del reino. Alcanzarán gran relevancia hasta
los años 60 del siglo XX, cuando la elaboración artesanal entra en crisis, como
consecuencia de la gran demanda y la posibilidad técnica de la obtención por otras
fuentes y medios más abundantes y rentables. Así, en apenas 40 años, el
abandono de las eras de producción de sal ocasiono la ruina de una parte del
Valle de Añana.
A partir de aquí
pretendo poner en valor este peculiar paisaje alavés en recuperación gracias a
la tenacidad manifestada por la Fundación Valle Salado de Añana, que ha logrado
evitar que caiga en el olvido, empujado por la falta de rentabilidad de las
salinas, y que desaparezca por los daño que infringe en construcciones y
materiales, tras el abandono, el tiempo y las corrosivas caricias de la sal.
Fundación que ha logrado una sucesión progresiva de objetivos abalados por el
reconocimiento de diferentes instituciones regionales, estatales y europeas.
Este paisaje colmado de atractivos, visuales,
táctiles y muy sabroso es, en sí mismo, un documento histórico que nos cuenta
con “salero” y sin palabras, los avatares de este territorio tan ligados a los
denuedos de sus gentes. Pobladores afanados en el modelado del terreno para
lograr un uso apropiado del mismo, mediante aterrazamientos con tapias de
piedra y madera de las laderas del Río Muera; preocupados por el desarrollo de
técnicas y materiales que les permitiese extraer de la salmuera que brotaba de
los manantiales (con una concentración salina de 200 g/l similar a la del Mar Muerto)
el oro blanco que dio riqueza y prosperidad al Valle.
Impresiona
ya la contemplación de eras recuperadas,
menos de la décima parte de las 5.000 existentes en su día, y no le resulta
difícil intuir cual sería el efecto causado si esta ingente labor se completase
en su totalidad… ¡¡¡Formidable…!!! Cuando recorres el espacio acompañado de la
guía, escuchas sus explicaciones y observas de cerca cada detalle de este
paisaje alucinante, aumenta tu admiración y acabas por reconocer que estás ante
un paisaje especial.
Se
estructura el valle en terrazas de piedra y la construcción, en ellas, de las
eras se llevaba a cabo con madera de pino silvestre, pues este material envejece
bien al contacto con la sal, y suelos de arcilla y cantos rodados, un espesor
de unos 15 cm., recubierto en superficie
por 4-5 cm. de arcilla fina que permitía contener sin perdidas la delgada capa
de salmuera, apenas cubría los dedos de los pies, y tras la oportuna
evaporación, la separación de la sal teñida de un ligero tono sombrío. Para
evitarlo, ya en época moderna, se recurrió
al cemento, más su convivencia con los demás materiales no era buena, las
grietas resultantes obligaban a renovar la capa, para evitar el grosor y la
pesadez de los suelos, y generaban abundantes residuos, escombreras que pueden
encontrarse esparcidas en el entorno de las salinas. En la recuperación actual
se torna a la arcilla con canto como base del suelo pero cubiertas con losas
delgadas de piedra y arcilla fina en las uniones, con un resultado técnico muy
satisfactorio y efecto visual excelente.
No
se puede pasar por alto el sistema de conducción de la salmuera mediante “royos” (canales de madera), desde el
manantial de Santa Engracia, el principal, salía como en la actualidad un canal
único hasta “el partidero”, arqueta
trapezoidal de madera con doce pequeños orificios en cada uno de los dos lados
oblicuos, iguales y equidistantes, que dan lugar al nacimiento del “Royo de Suso”, que surtía de agua
salada las “granjas” de la margen izquierda, y del “Royo Quintana” que abastecía de salmuera “los pozos de almacenaje” de la derecha, que luego los “trabuquetes” (2) ayudaban a verter en las “eras”.
Resulta
muy gratificante descubrir cundo transitas por las sendas y pasarelas
habilitadas en el recorrido de Valle Salado todos los elementos anteriormente
mencionados, el sinfín de “royos” que
mueren unos en otros y por los que circula calmada y sin pausa la salmuera,
canaletas de pino ahuecado y escarchadas en las canículas del verano, de las
que penden sin caer lagrimas desatadas, detenidas, la “sal de chuzos” de
excelente calidad.
Los
salineros conocen los tiempos de la salmuera y las técnicas en el manejo del “rodillo” para movilizarla, logran así
sacar de ella, durante un periodo corto de tiempo, la exigente “flor
de sal”, la de mayor calidad. No en vano algunos de los más afamados
restaurantes de España tienen reservada su producción en una de las “eras”
como lo atestiguan sus logotipos en las mismas. Será después de esta minuciosa
labor cuando procedan a la extracción de la “sal de mota”, de gran
calidad y destinada igualmente a la gastronomía.
Regresábamos
hacia el Palacio de Añana, donde íbamos a comer junto a un espléndido mirador,
y el pensamiento seguía inmerso en el paisaje salino aterrazado, descolgado
sobre el Arroyo Muera, y se perdía mucho más lejos, en los salares tunecinos o
bolivianos,… y tornaban de nuevo los versos de Neruda:
……….
Polvo de mar, la lengua
de ti recibe un beso
de la noche marina:
el gusto funde en cada
sazonado manjar tu oceanía
y así la mínima,
la minúscula
ola del salero
nos enseña
no solo su doméstica blancura,
sino el sabor central del infinito.
Notas aclaratorias:
(1) “Oda a la sal”: recogida en el libro publicado
con el título Tercer libro de las Odas en
1957 por el poeta chileno Pablo Neruda.
(2) Trabuquete: localismo utilizado en las
salinas de Añana para nombrar al artefacto que usan para sacar la salmuera de
los pozos de almacenamiento y verterla en las eras. Pequeña grúa de madera que funciona
mediante una palanca básica.
lunes, 10 de noviembre de 2014
Conferencia "¿ Cuanto vale un paisaje... ?
La Casa de Cultura y el Ayuntamiento de Fuenmayor os invitan:
Y yo me sentiré muy honrado de contar con vuestra presencia, si os apetece y podéis disponer de un poco de ese tiempo tan escaso que nos deja el discurrir diario...
Intentaremos pasar un rato agradable y hablar de... los paisajes cercanos
martes, 28 de octubre de 2014
Los almendros al sol
Una estampa otoñal que se difumina
Los paisajes, como trato de
argumentar en estas reflexiones de la columna periódica de Rioja2.com o en el blog “Un
Pastor de Paisajes” que la refuerza, son organismos vivos y complejos que
llevan escritos la historia del territorio en su piel, si gozan de la suerte de ser
respetados. La percibimos cuando los miramos, los recorremos o nos recreamos en
ellos con el pensamiento, su leyenda actual y las precedentes se muestran entonces
nítidas a quién las quiere ver. Concebidos como tal, los paisajes siempre
estarán inacabados, ahí reside parte de su grandeza… y su debilidad, necesitan
de nuestra responsabilidad para no perder ninguno de los capítulos en ellos
relatados y que los hacen posibles como
han llegado hasta nuestros días. Y como
esta no se prodiga, la responsabilidad, con demasiada frecuencia nos movemos y desarrollamos nuestras vidas, entre paisajes
sin discurso, que tienen cabida, se parecen y se padecen en cualquier rincón
del planeta, pues nada en ellos los liga a un territorio singular. Observad
sino donde vivimos la mayor parte de la población, en los espacios sin historia
de nuestras impersonales y desarrollistas ciudades. Tenemos suerte si al menos
han pensado en el urbanismo y no en la especulación. No ocurre así en el medio
rural, al menos hasta hace unos años, allí todavía resulta fácil encontrar
retazos de su idiosincrasia, estampas propias que ahora nos sorprenden y nos
permiten restablecer los peldaños que han posibilitado la ascensión a la
realidad actual.
Sirva esta elucubración que se ha
permitido “el viajero” para justificar que hoy quiera enseñaros estas postales,
entre el siglo pasado y el presente, que ha encontrado este mes de octubre en
los campos, calles y patios de algunos pueblos de los valles del Cidacos,
Alhama o Linares por donde ha transitado. Si bien este mes, y más en nuestra
tierra, la vendimia copa las conversaciones de la población y destaca tanto en
los medios de comunicación (cuando la última hora,… que cuando acaban de darla
ya es penúltima, no nos regala un nuevo caso de corrupción política y
empresarial o malversación del erario público…), que no deja ver otros paisajes
que los enológicos. Mas no os dejéis embelesar por el sugestivo cromatismo y
las sensuales caricias con las que nos agasajan los “paisajes del vino” y
descubrid también otras e interesantes estampas que ofrecen nuestras tierras
riojanas.
Los protagonistas de una de ellas
se levantan con el sol, que no madruga ya, cargan en sus jamelgos de cuatro
ruedas con remolque, lo cambiaron por los burros o machos con sus “albardas”,
“ganchos”, “serones” y “talegas” (1), las pértigas de álamo o avellano para
varear los almendros así como las mantas de red de nailon para colocar bajo los
mismos. Parten hacia las almendreras dispuestos a desfogarse de la tensión
acumulada de tanto mirar al cielo, desde finales de enero con las floraciones
tempranas, y sacuden al árbol repensados varazos que los estoicos almendros
asumen con elegancia.
La jornada no transcurre tan rápida como la pericia de los
movimientos, rutinas adquiridas tras muchos años de vareos, no dan un golpe de
más, tampoco de menos ni sin la fuerza precisa, en la rama apropiada, la que
provocara la granizada más copiosa posible de almendros. Dos varean y cuatro
mueven el mismo número de mantas a lo largo de dos filas de árboles que llevan
parejos. El peso y la dificultad para trasladar las mantas indica el momento
para apartar de las mismas los “gamochos” (2) (pequeñas ramas rotas como
consecuencia de los leñazos sacudidos…) y retirar los almendrucos con los
“cunachos” y descargarlos en el remolque. Recuerda “el viajero” en su juventud
el peso para mover las mantas de saco o lona con almendrucos,… y no te cuento
si se mojaban. Cambian los vareadores y se retoma la actividad, entre chistes y
chascarrillos, que solo se verá interrumpida para “…tomar un bocao”, un trago de agua o un
“chaparrazo” (3) de la bota.
Al declinar la tarde se suspende
la labor y regresan… a uno de los pueblos de la comarca señalada, en este caso
Villarroya, y en breve espacio de tiempo el “raca, raca,…” de las descocadoras
(4) se adueña de los rincones espaciosos. Descargan un primer montón de
almendrucos, hojas y “cocones” (5), la máquina los engullirá al ritmo que
permita el punto de secado del almendruco y
los tornará ya húmedos y limpios en su mayoría a un segundo montón, que
aumentará con la merma del primero, necesitados todavía de un repaso manual.
Son pocos los almendrucos que
quedan con el “cocón” adherido y solo las manos podrán liberarlos de su abrazo.
Para ello mesas largas están ya dispuestas para recibir cunachos del segundo
montón, los salidos de la maquina descocadora, y que manos de varias
generaciones dejarán solo con su peculiar tono dorado, tostado, a los
almendrucos. Estos engrosarán el tercer
montón a costa de los otros dos.
Notas
aclaratorias:
(1) Albardas, ganchos, serones, talegas: útiles usados para disponer las caballerías para el acarreo, en este caso de los almendrucos.
Sus descripciones las encontraras en diccionario de la RAE.
(2) Gamochos: localismo de esta comarca riojana. Pequeñas ramas rotas en el vareado de los almendros.
(3)
Chaparrazos: localismo de esta comarca riojana. Trago generoso de vino con la bota o el porrón.
(4)
Descocadora: máquina para separar los almendrucos de las hojas y los cocones..
(5)
Cocones: cubierta vegetal dentro de la cual se desarrollan los almendrucos hasta que están bien formados y comienzan a secarse.
miércoles, 22 de octubre de 2014
Semana de las Ciencias Naturales - A.A.Arnedo
Amigos os invito a compartir con los
Amigos de Arnedo esta semana de la Ciencias Naturales...
Y os invito igualmente a la
conferencia " Valle del Cidacos: un museo apícola al aire libre" que
intentare hacer amena y curiosa... Acercaros mañana viernes, 24 de octubre, a las 8
de la tarde a la Casa de Cultura de Arnedo...
Nos
vemos...
sábado, 27 de septiembre de 2014
Los azudes del Iregua entre Varea y Alberite
El paraje que hoy recorrerá “el
viajero” tiene poco que ver con el territorio abarrancado del Moncalvillo al
que hacía referencia la columna anterior. Transitará por un paisaje humanizado
en el cual la natura sólo se reserva algunos rincones para mostrar su anárquica
creatividad asilvestrada. El río Iregua entre Alberite y su desembocadura en el
Ebro, junto a la población de Varea,
refrena su carrera en las pequeñas represas que traban el cauce, remansan sus
aguas y posibilitan espacios relajados de serena belleza y rica biodiversidad.
Llega “el caminante” por el
Parque del Ebro de la ciudad de Logroño hasta la pasarela, que salva en el
Parque del Iregua, el río que da nombre al mismo, próximo al lugar donde
desemboca este con el principal. Se propone remontar el Iregua como hacía la
antigua vía romana que partía de Varea en dirección a Numancia, mas él llegará
únicamente a las cercanías de Alberite. Pretende detenerse en cada azud construido
en él para garantizar agua en las acequias de riego o conducirla hasta los
molinos o batanes movidos por la potencia hídrica que garantizaba el río, de
ellos quedan únicamente algunas ruinas, como vestigios del pasado, esculpidas
en el paisaje. Si aparecen, por el contrario, muestras abundantes de su
existencia en legajos y documentos de archivo.
Apenas ha recorrido doscientos
metros, desde que dejó atrás el puente peatonal que permite el acceso a Varea
desde el parque y encuentra ya el primer
azud: una pequeña presa que recrea en el parque un espacio donde se respira
calma. En el rebalse generado bajo álamos y sauces, enmarcado en un tupido
carrizal de aneas, adelfillas y otras plantas acuáticas asentaron sus nidos, los
meses anteriores, anades reales, ruiseñores o carriceros, y ahora una nueva
generación de pobladores alados adquieren por allí recursos y reservas: unos
para el invierno y otros para emprender en breve sus rutas migratorias… Un auténtico
lujo para este parque del que hacen uso y disfrutan tantos vecinos de la
ciudad.
Retoma el paseo “el caminante”,
pasa bajo el puente de Varea por el que transitaba la ya jubilada N-232, el
Iregua se muestra pletórico de vida para los paseantes curiosos, pacientes y
sin prisas, vitalidad visible como en
los documentales televisivos pero en vivo y en directo. Deja atrás el puente
del ferrocarril, interesante obra de ingeniería en piedra, hierro y hormigón
cuyo futuro es incierto,… si como presumen los pregonados planes de
infraestructuras, el AVE enlazara con esta ciudad... De ahí su faraónica
estación. Luego pasa bajo el mastodóntico puente de la Autovía de Circunvalación
(…le recuerda a un diplodocus y le gusta) y a menos de cien metros una segunda
pasarela salva el río y permite visionar al completo un segundo azud curvo de
grandes dimensiones y que da origen a una acequia de riego para las fértiles
huertas de Varea. En el nuevo remanso, el agua sosegada por la luna menguada de
cemento posibilita un pequeño soto selvático en medio de la naturaleza amaestrada
del parque… Cuan necesarios le parecen “al viajero” estos rincones para
repensar y refrenar la agitada actividad cotidiana,… y como echa en falta
alguna mesa y bancos en el entorno.
Prosigue su recorrido y abandona
el Parque del Iregua por debajo de Puente Madre y se dispone a recorrer la nueva
senda para caminantes y bicicletas habilitada en las traseras del Barrio de La
Estrella, entre las huertas y las choperas, y con paso presto pues queda trecho
hasta llegar a Alberite, observa con agrado el buen hacer de los hortelanos, su
minucioso cálculo y geometría en la organización de los cultivos, el trato
mimoso de la tierra y las hortalizas,… no puede entender que no se esmeren
igualmente en los vallados, pequeñas
construcciones o mobiliario por ellos esparcidos, y probablemente encuentre explicación
en los frecuentes robos y el vandalismo que sufren estas huertas… Mas creo, que
también habría algo que decir sobre el mal gusto que impera, el poco el aprecio
que sentimos por nuestros paisajes cercanos, en los que nos movemos
habitualmente, no nos exigimos en el cuidado de los mismos ni somos exigentes
con los gestores del territorio… No somos conscientes de que su calidad incrementa
nuestra calidad de vida… Como se nota que hoy “el viajero” camina sin agobios
pues su cabeza es capaz de componer pensamientos críticos y ello le reconforta.
Al pasar bajo el puente del vial
de acceso al Hospital San Pedro desde la carretera de Villamediana, todavía con
la pátina y el maquillaje del estreno, observa en él detalles prácticos e
interesantes, no así en el puente de la autopista AP-68 que le resulta poco
sugerente (…siente “el viajero” atracción por los puentes) Es difícil sentir el
río en esta parte del camino, en ocasiones intuimos su discurrir entre las enmarañadas
arboledas, y solo algún sendero se adentra en las alamedas entre los arbustos,
enredaderas y zarzas, para llegar a su orilla. Son utilizados por los
agricultores para llegar al Iregua, colocar las motobombas y tomar agua en las
pequeñas represas seminaturales y poder así regar arboledas y plantaciones.
Estos azudes han supuesto un trabajo
tenaz, para acarrear los grandes bloques de piedra, y esmerado, para que su
colocación resulte funcional. Igual que en los anteriores, el estancamiento del
río da lugar a parajes excepcionales, donde no debiera sorprender descubrir el
rastro del visón europeo en lo alto de alguna piedra o madera señalada de la
orilla o encontrar una letrina de gineta en el tronco engrosado de un longevo aliso…
Párate y disfruta de estos rincones, adéntrate por alguna de estas sendas, que
utilizan también los pescadores en este tramo del río de pesca sin muerte, y te
resultará adictivo.
Aún pasará “el caminante” bajo dos
puentes menores, en las proximidades de Alberite, y remontará pegado al río un
camino que le acercará al último azud
que hoy va a visitar. Se encuentra cerca de la población, en el término del Barborro (tengo que contrastar
esta terminología). El lugar hace enmudecer la mente del “viajero”, mira
atónito el espectáculo que protagoniza el salto de agua, y se siente agua acrobática que se zambulle desde lo alto
del azud, escucha en la caída su canto monocorde, y lo matiza con notas
licuadas robadas al contrabajo que su mente acaricia… No desea levantarse, pero
lo hace la vista,… de una de las ramas del aliso, joven, flexible, vigorosa, sobresaliente hacia el cauce, pende inaccesible
una bolsa tejida con destreza, una cuarta de larga por media de ancha, de finas
hierbas urdida y pelusas de chopo tapizada, en la media panza hacia arriba un
apéndice tubular permitía el acceso al nido al “pájaro arquitecto”, el pájaro
moscón… No desea levantarse, pero…
Sigue el mapa que ha recorrido "el viajero" no te defraudara:
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