sábado, 26 de julio de 2014

Donde el Río Linares pierde la memoria


Antes de abandonar los valles bajos de La Rioja, este inicio de verano atormentado y frío en exceso, y subir como los rebaños trashumantes de antaño en busca del agua y la frescura que espera encontrar en los valles del Iregua, el Najerilla o el Oja, quiere volver a remontar el Río Linares por una vereda que recorre “el viajero” casi con devoción en cualquier época del año y en la que siempre encuentra motivos para regresar.

                       El sendero discurre colgado sobre el Río Linares

Se acerca para ello a la población de Valdeperillo, aldea de Cornago, y cruza a la otra orilla del río por el puente cuya visión tiene  capacidad de enervarle, pues considera que este paisaje se merecía una obra de ingeniería más pensada o al menos mejor ejecutada y, como le ocurriera a la mujer de Lot, al alejarse del pueblo siente la necesidad de volver la cabeza y si bien no se saliniza pues estas tierras son amigas del azufre, lo atestiguan los pequeños cubos de pirita que encuentra en este tramo del camino, se le llevan los demonios al comprobar cómo, detalle a detalle, el conjunto arquitectónico va perdiendo su singularidad: en la rehabilitación o construcción de nuevas viviendas se dan respuestas urbanas y  la agrupación de pajares entorno a las eras, magnífico ejemplo de la solución que la arquitectura tradicional ha dado a sus necesidades y con materiales acarreados en el territorio, se transforman en garajes o almacenes, que no está mal, pero con materiales foráneos muy dispares. Es este un ritual, echar la vista atrás, que empieza a preocupar “al caminante”,…  que prosigue ya su ruta por el GR-93, Sierras Riojanas, que tomara en Valdeperillo en dirección a Enciso.

                                                Valdeperillo

Transita, encaramado sobre el Río Linares, por una senda trazada en la ladera rocosa, flanqueada tan solo por  terrazas desaliñadas y ocupadas por ascéticos almendros u olivos, mal pertrechados la mayoría, y se recrea con la vitalidad de las arboledas de álamos o fresnos que ocultan de manera irregular el tránsito del agua, a la vista que no al oído, ya que su algarabía (1) todavía manifiesta a  mediados de julio es inhabitual. Acompañan la algazara (1) del río una desigual orquesta alada de sones aflautados y solistas destacados: la oropéndola, con su peculiar silbido, la aflautada curruca capirotada o el melódico ruiseñor. Mas no puede evitar el mirar de nuevo, por contraposición, esas terrazas ya tan solo intuidas a uno y otro lado del sendero. En sus días de ocupación plena, estas paredes de piedra  propiciaban el cultivo de trigos, avenas o centenos, ahora son los tomillos, aulagas y romeros los que colonizan estas tierras empobrecidas por el abandono y la erosión que campan a sus anchas. Cruza la senda del GR un barranco sin nombrar, que se descuelga escalonado, semidesnudo, teñido el cauce en colores ocres y pardo rojizos por la oxidación de los mineras de hierro y cobre que forman parte de las rocas, hoy generoso en aguas garbosas en busca de las cercanas aguas bautizadas. Una vez superado el mismo, a 200 m. tomará el caminante una vereda todavía más estrecha que desciende a la izquierda de la principal con marcas de color amarillo y blanco difíciles de localizar en ocasiones. Cuesta abajo el panorama ha cambiado poco, bancales desmemoriados con los empedrados heridos, desbarrigados por la navaja indiferente del tiempo pierden la tierra sudada, pues fue acarreada hasta allí en los “serones”(2) por los mulos y luego acabados de rellenar y uniformar por hombres y mujeres con las “terreras”(3) cargadas en las caderas.

      Corren los barranquillos tras las tormenta del inicio del verano


Después de cruzar un nuevo barranco se topa con una pequeña construcción levantada con técnica similar a las terrazas, una prolongación de ellas, y con materiales, además de la piedra del terreno, mortero, tejas y madera de álamo. Es un edificio que conoció “el viajero” ya hace algunos años y del que ha hablado en artículos y charlas, el colmenar le resulta singular y por ello habla de su valor etnográfico, paisajístico, histórico y emotivo… El apicultor construyó un abrigo acogedor, con estanterías de madera en su interior donde ordenar sus “piones” (4) y protegerlos del calor, el frio o el agua,… seguro que sentía pasión por estos “animalitos”, las abejas. Otro espacio que se borra de la memoria del territorio. Prosigue la vereda por intuición en ocasiones, pero sin miedo a la perdida, remonta el río próximo a él hasta llegar al lugar donde una sucesión de grandes piedras asentadas en el cauce del Linares, unas cerca de otras, le permitirán vadearlo cuando regrese, incluso en días como el presente con aguas envalentonadas por las tormentas.

                  Peculiar colmenar en la Vega del Linares

Sigue por la senda de  marcas amigas del despiste y se adentra “el caminante” en un paisaje diferente, donde el agua, los árboles y, como diría Joaquín Araujo, la “vivacidad” (5) que ocupa este espacio selvático lo llenan todo. Se siente como un intruso, un osado que se inmiscuye en una batalla por la  ocupación del fondo del valle: la vitalidad salvaje del sotobosque con álamos, fresnos, arces, unos pocos cerezos altiricones y desgarbados, resistentes de los muchos que fructificaban en las generosas huertas de esta vega, cornejos,… o cornicabras se enfrentan,… y se mantienen a raya, la vereda los separa,…  a la tenacidad de las encinas, que se descuelgan de los empinados taludes en busca de tierras tranquilas, y a los pacientes y asentados olivares que no abandonan sus terrazas,  esperan todavía que nuevas manos poden sus ramas y ordeñen sus olivas en el invierno, son estos del entorno de Villarijo, a donde ya se acerca “el viajero”, no encontrará olivares más longevos en la provincia de Soria,  este pueblo junto a Cigudosa son los únicos de la provincia por debajo de los 800 m. de altitud.

    La vitalidad salvaje del soto compite con la tenacidad de encinas y olivos

 Con el despoblado a la vista atraviesa una yasa muy abierta y pedregosa que desciende desde el noroeste al encuentro del Linares, se adentra en ella y busca las historias que se pierden entre la maleza y que nos hablan de pequeñas diligencias que traían gente hasta allí para tomar las aguas sulfurosas o ferruginosas e incluso baños de agua caliente, las mismas que utilizaban las mujeres para la colada apartadas de la surgencia,  aguas que manaban en la margen izquierda del Arroyo Horcajuelos, ahora le resulta difícil “al viajero” encontrar los manantiales, o en el margen derecho los testigos que le hablen de la llegada de los paisanos con las olivas dispuestas para el prensado al notable trujal que allí se construyó, probablemente también el único soriano. Se muestra hoy con la techumbre perdida y los paredones  cansados, sólo permanece en su sitio la enorme viga de la prensa, madera de olmo, anclada a los contrafuertes del muro que se apoya en la ladera, restan por el suelo, entre los escombros, esteras de cáñamo o piedras desgastadas del molino, resignados al olvido… Mustio torna sobre sus pasos a la senda de las marcas timoratas, desolado por el avance del alzhéimer que padece este paisaje.

       Longevos olivares sobreviven olvidados en el tiempo

Deambular por las calles de Villarijo refuerza sus malos presentimientos sobre la pérdida de memoria que sufre este rincón olvidado del territorio. Se percata de la desaparición de la placa dedicada a D. Ezequiel Solana (6), ilustre pedagogo nacido en esta Villa en 1863.  Esta placa herida ya por la ignorancia de los balazos, así como otros espacios y enseres, permanecía todavía anclada a la pared hace pocos años y recuerda “el viajero” como le resonaban en los oídos, cuando conoció la historia, las ráfagas de metralleta o la voladura de algunos edificios allá por el año 1980, en las maniobras con fuego real de los GEOS, el pueblo permanecía vacío desde el año 1972. Los pasos conocedores inconscientes del espacio le llevan ahora hasta el desvencijado molino propiedad de la familia de D. Ezequiel, junto al gran tambor de almacenaje de agua excavado en la roca, alimentado por un canal que nacía aguas arriba, y que movería el rodezno capaz de poner en marcha la molienda de harina así como la pequeña minicentral eléctrica que aportaba la energía suficiente para cubrir las pocas necesidades de iluminación de las humildes viviendas de esta población , aquí vio él por primera vez cerraduras todavía de madera en algunos recintos. Cuantas historias a punto de desaparecer pasan por su cabeza, y siente melancolía,… y siente rabia pues las últimas noticias que aparecieron en los periódicos sobre este ilustrado paisaje, en agosto del año 2012, hacían referencia a la detención de tres personas por el cultivo de marihuana… Y olvidan por completo el espolio que sufre cada día, aquí, la memoria histórica y paisajística de todos. Cuando llega a la Iglesia, espacio sobre el que también hubiera querido extenderse   “el viajero” en sus reflexiones, mas ya no tiene tiempo, observa todavía erguido el chopo clavado para celebrar la Cruz de Mayo, fiesta que recuerda con nostalgia su padre pues acudía invitado por sus amistades  andando desde Villarroya,  todavía paladea en su memoria los sabrosos caracoles guisados, cogidos en el regadío, y las abundantes, dulces y jugosas cerezas de la vega que deleitaban los postres…

            Las historias se borran de la memoria de Villarijo

Regresa por donde vino el caminante y vadea el río por el lugar mencionado, camina con prisa, el calor arrecia ya cuando llega al otro molino harinero de gran porte y también arruinado, lo recuerda todavía con todas sus maquinarias, poleas y conducciones de madera en buen estado. Ahora está infranqueable y hundido… Contempla sin embargo con agrado el buen hacer de los hortelanos en las fértiles tierras próximas a Valdeperillo y se lleva como otras veces todo este bagaje de relatos de nuevo en la cabeza, e intentará no olvidarlas, pues mientras se recuerden permanecerán vivas las historias de este paisaje entre La Rioja y Soria,… que está perdiendo la memoria.

                                   Molino arruinado de Valdeperillo
  
Sigue los pasos que lleva "el viajero" con el mapa y recorre este camino  donde la memoria del paisaje se pierde...


Notas aclaratorias:
(1)    Algarabía: (Del ár. hisp. al´arabíyya )  Gritería confusa de varias personas que hablan a un tiempo. RAE
      Algazara: (Del ár. hisp. al azara ) Ruido de muchas voces juntas, que por  lo común nace de alegría.RAE                                                                           
(2)    Serones: en esta comarca riojana, grandes alforjas para llevar a lomos de las caballerías, de saco o esparto.
(3)    Terreras: en esta comarca riojana, cesta de mimbre con dos asas, diámetro grande y poca altura, utilizada para llevar tierra de un lugar a otro.
(4)    Piones: en esta comarca riojana, colmena de mimbre trenzada, recubierta de excrementos de ganado y después de barro, de forma cilíndrica.
(5)    Vivacidad: concepto utilizado por Joaquín Araujo para referirse a la biodiversidad que “… transita por un paisaje”. Recala más información en el libro del citado Autor: Éticas y poéticas del paisaje, capítulo 5. Editorial Tundra.

(6)    Ezequiel solana: humanista, publicista y poeta, nació en Villarijo (Soria) el 10 de abril de 1862.Fundador de la Editorial El Magisterio Español.                                             
       Abuelo del Ministro y Secretario General de la OTAN Javier Solana.

                        Bosque de ribera entre Valdeperillo y Villarijo