Antes de abandonar los valles
bajos de La Rioja, este inicio de verano atormentado y frío en exceso, y subir
como los rebaños trashumantes de antaño en busca del agua y la frescura que
espera encontrar en los valles del Iregua, el Najerilla o el Oja, quiere volver
a remontar el Río Linares por una vereda que recorre “el viajero” casi con
devoción en cualquier época del año y en la que siempre encuentra motivos para
regresar.
El sendero discurre colgado sobre el Río Linares
Se acerca para ello a la
población de Valdeperillo, aldea de Cornago, y cruza a la otra orilla del río
por el puente cuya visión tiene capacidad de enervarle, pues considera que
este paisaje se merecía una obra de ingeniería más pensada o al menos mejor
ejecutada y, como le ocurriera a la mujer de Lot, al alejarse del pueblo siente
la necesidad de volver la cabeza y si bien no se saliniza pues estas tierras
son amigas del azufre, lo atestiguan los pequeños cubos de pirita que encuentra
en este tramo del camino, se le llevan los demonios al comprobar cómo, detalle
a detalle, el conjunto arquitectónico va perdiendo su singularidad: en la
rehabilitación o construcción de nuevas viviendas se dan respuestas urbanas y la agrupación de pajares entorno a las eras, magnífico
ejemplo de la solución que la arquitectura tradicional ha dado a sus
necesidades y con materiales acarreados en el territorio, se transforman en
garajes o almacenes, que no está mal, pero con materiales foráneos muy
dispares. Es este un ritual, echar la vista atrás, que empieza a preocupar “al
caminante”,… que prosigue ya su ruta por
el GR-93, Sierras Riojanas, que tomara en Valdeperillo en dirección a Enciso.
Valdeperillo
Transita, encaramado sobre el Río
Linares, por una senda trazada en la ladera rocosa, flanqueada tan solo por terrazas desaliñadas y ocupadas por ascéticos
almendros u olivos, mal pertrechados la mayoría, y se recrea con la vitalidad
de las arboledas de álamos o fresnos que ocultan de manera irregular el
tránsito del agua, a la vista que no al oído, ya que su algarabía (1) todavía manifiesta
a mediados de julio es inhabitual.
Acompañan la algazara (1) del río una desigual orquesta alada de sones aflautados
y solistas destacados: la oropéndola, con su peculiar silbido, la aflautada
curruca capirotada o el melódico ruiseñor. Mas no puede evitar el mirar de
nuevo, por contraposición, esas terrazas ya tan solo intuidas a uno y otro lado
del sendero. En sus días de ocupación plena, estas paredes de piedra propiciaban el cultivo de trigos, avenas o
centenos, ahora son los tomillos, aulagas y romeros los que colonizan estas
tierras empobrecidas por el abandono y la erosión que campan a sus anchas.
Cruza la senda del GR un barranco sin nombrar, que se descuelga escalonado,
semidesnudo, teñido el cauce en colores ocres y pardo rojizos por la oxidación
de los mineras de hierro y cobre que forman parte de las rocas, hoy generoso en
aguas garbosas en busca de las cercanas aguas bautizadas. Una vez superado el
mismo, a 200 m. tomará el caminante una vereda todavía más estrecha que
desciende a la izquierda de la principal con marcas de color amarillo y blanco
difíciles de localizar en ocasiones. Cuesta abajo el panorama ha cambiado poco,
bancales desmemoriados con los empedrados heridos, desbarrigados por la navaja
indiferente del tiempo pierden la tierra sudada, pues fue acarreada hasta allí
en los “serones”(2) por los mulos y luego acabados de rellenar y uniformar por
hombres y mujeres con las “terreras”(3) cargadas en las caderas.
Corren los barranquillos tras las tormenta del inicio del verano
Después de cruzar un nuevo
barranco se topa con una pequeña construcción levantada con técnica similar a
las terrazas, una prolongación de ellas, y con materiales, además de la piedra
del terreno, mortero, tejas y madera de álamo. Es un edificio que conoció “el
viajero” ya hace algunos años y del que ha hablado en artículos y charlas, el
colmenar le resulta singular y por ello habla de su valor etnográfico,
paisajístico, histórico y emotivo… El apicultor construyó un abrigo acogedor,
con estanterías de madera en su interior donde ordenar sus “piones” (4) y
protegerlos del calor, el frio o el agua,… seguro que sentía pasión por estos “animalitos”,
las abejas. Otro espacio que se borra de la memoria del territorio. Prosigue la
vereda por intuición en ocasiones, pero sin miedo a la perdida, remonta el río
próximo a él hasta llegar al lugar donde una sucesión de grandes piedras
asentadas en el cauce del Linares, unas cerca de otras, le permitirán vadearlo
cuando regrese, incluso en días como el presente con aguas envalentonadas por
las tormentas.
Peculiar colmenar en la Vega del Linares
Sigue por la senda de marcas amigas del despiste y se adentra “el
caminante” en un paisaje diferente, donde el agua, los árboles y, como diría
Joaquín Araujo, la “vivacidad” (5) que ocupa este espacio selvático lo llenan
todo. Se siente como un intruso, un osado que se inmiscuye en una batalla por
la ocupación del fondo del valle: la
vitalidad salvaje del sotobosque con álamos, fresnos, arces, unos pocos cerezos
altiricones y desgarbados, resistentes de los muchos que fructificaban en las
generosas huertas de esta vega, cornejos,… o cornicabras se enfrentan,… y se
mantienen a raya, la vereda los separa,… a la tenacidad de las encinas, que se
descuelgan de los empinados taludes en busca de tierras tranquilas, y a los
pacientes y asentados olivares que no abandonan sus terrazas, esperan todavía que nuevas manos poden sus
ramas y ordeñen sus olivas en el invierno, son estos del entorno de Villarijo, a
donde ya se acerca “el viajero”, no encontrará olivares más longevos en la
provincia de Soria, este pueblo junto a Cigudosa son los
únicos de la provincia por debajo de los 800 m. de altitud.
La vitalidad salvaje del soto compite con la tenacidad de encinas y olivos
Con el despoblado a la vista atraviesa una yasa muy
abierta y pedregosa que desciende desde el noroeste al encuentro del Linares,
se adentra en ella y busca las historias que se pierden entre la maleza y que
nos hablan de pequeñas diligencias que traían gente hasta allí para tomar las
aguas sulfurosas o ferruginosas e incluso baños de agua caliente, las mismas
que utilizaban las mujeres para la colada apartadas de la surgencia, aguas que manaban en la margen izquierda del
Arroyo Horcajuelos, ahora le resulta difícil “al viajero” encontrar los
manantiales, o en el margen derecho los testigos que le hablen de la llegada de
los paisanos con las olivas dispuestas para el prensado al notable trujal que
allí se construyó, probablemente también el único soriano. Se muestra hoy con
la techumbre perdida y los paredones cansados, sólo permanece en su sitio la enorme
viga de la prensa, madera de olmo, anclada a los contrafuertes del muro que se
apoya en la ladera, restan por el suelo, entre los escombros, esteras de cáñamo
o piedras desgastadas del molino, resignados al olvido… Mustio torna sobre sus
pasos a la senda de las marcas timoratas, desolado por el avance del alzhéimer
que padece este paisaje.
Longevos olivares sobreviven olvidados en el tiempo
Deambular por las calles de Villarijo refuerza sus malos
presentimientos sobre la pérdida de memoria que sufre este rincón olvidado del
territorio. Se percata de la desaparición de la placa dedicada a D. Ezequiel
Solana (6), ilustre pedagogo nacido en esta Villa en 1863. Esta placa herida ya por la ignorancia de los
balazos, así como otros espacios y enseres, permanecía todavía anclada a la
pared hace pocos años y recuerda “el viajero” como le resonaban en los oídos,
cuando conoció la historia, las ráfagas de metralleta o la voladura de algunos
edificios allá por el año 1980, en las maniobras con fuego real de los GEOS, el
pueblo permanecía vacío desde el año 1972. Los pasos conocedores inconscientes
del espacio le llevan ahora hasta el desvencijado molino propiedad de la
familia de D. Ezequiel, junto al gran tambor de almacenaje de agua excavado en
la roca, alimentado por un canal que nacía aguas arriba, y que movería el
rodezno capaz de poner en marcha la molienda de harina así como la pequeña minicentral eléctrica que aportaba la energía suficiente para cubrir las pocas
necesidades de iluminación de las humildes viviendas de esta población , aquí
vio él por primera vez cerraduras todavía de madera en algunos recintos.
Cuantas historias a punto de desaparecer pasan por su cabeza, y siente
melancolía,… y siente rabia pues las últimas noticias que aparecieron en los
periódicos sobre este ilustrado paisaje, en agosto del año 2012, hacían
referencia a la detención de tres personas por el cultivo de marihuana… Y
olvidan por completo el espolio que sufre cada día, aquí, la memoria histórica
y paisajística de todos. Cuando llega a la Iglesia, espacio sobre el que
también hubiera querido extenderse “el viajero” en sus reflexiones, mas ya no
tiene tiempo, observa todavía erguido el chopo clavado para celebrar la Cruz de
Mayo, fiesta que recuerda con nostalgia su padre pues acudía invitado por sus
amistades andando desde Villarroya, todavía paladea en su memoria los sabrosos
caracoles guisados, cogidos en el regadío, y las abundantes, dulces y jugosas
cerezas de la vega que deleitaban los postres…
Las historias se borran de la memoria de Villarijo
Regresa por donde vino el caminante y vadea el río por el
lugar mencionado, camina con prisa, el calor arrecia ya cuando llega al otro
molino harinero de gran porte y también arruinado, lo recuerda todavía con
todas sus maquinarias, poleas y conducciones de madera en buen estado. Ahora
está infranqueable y hundido… Contempla sin embargo con agrado el buen hacer de
los hortelanos en las fértiles tierras próximas a Valdeperillo y se lleva como
otras veces todo este bagaje de relatos de nuevo en la cabeza, e intentará no
olvidarlas, pues mientras se recuerden permanecerán vivas las historias de este
paisaje entre La Rioja y Soria,… que está perdiendo la memoria.
Molino arruinado de Valdeperillo
Sigue los pasos que lleva "el viajero" con el mapa y recorre este camino donde la memoria del paisaje se pierde...
Notas
aclaratorias:
(1)
Algarabía:
(Del ár. hisp. al´arabíyya ) Gritería confusa de varias personas que hablan
a un tiempo. RAE
Algazara: (Del ár. hisp. al
azara ) Ruido de muchas voces juntas, que por lo común nace de alegría.RAE
(2)
Serones:
en esta comarca riojana, grandes alforjas para llevar a lomos de las
caballerías, de saco o esparto.
(3)
Terreras:
en esta comarca riojana, cesta de mimbre con dos asas, diámetro grande y poca
altura, utilizada para llevar tierra de un lugar a otro.
(4)
Piones: en
esta comarca riojana, colmena de mimbre trenzada, recubierta de excrementos de
ganado y después de barro, de forma cilíndrica.
(5)
Vivacidad:
concepto utilizado por Joaquín Araujo para referirse a la biodiversidad que “… transita por un paisaje”. Recala más
información en el libro del citado Autor: Éticas
y poéticas del paisaje, capítulo 5. Editorial Tundra.
(6)
Ezequiel
solana: humanista, publicista y poeta, nació en Villarijo (Soria) el 10 de
abril de 1862.Fundador de la Editorial El Magisterio Español.
Abuelo del Ministro
y Secretario General de la OTAN Javier Solana.
Antes de abandonar los valles
bajos de La Rioja, este inicio de verano atormentado y frío en exceso, y subir
como los rebaños trashumantes de antaño en busca del agua y la frescura que
espera encontrar en los valles del Iregua, el Najerilla o el Oja, quiere volver
a remontar el Río Linares por una vereda que recorre “el viajero” casi con
devoción en cualquier época del año y en la que siempre encuentra motivos para
regresar.
Se acerca para ello a la
población de Valdeperillo, aldea de Cornago, y cruza a la otra orilla del río
por el puente cuya visión tiene capacidad de enervarle, pues considera que
este paisaje se merecía una obra de ingeniería más pensada o al menos mejor
ejecutada y, como le ocurriera a la mujer de Lot, al alejarse del pueblo siente
la necesidad de volver la cabeza y si bien no se saliniza pues estas tierras
son amigas del azufre, lo atestiguan los pequeños cubos de pirita que encuentra
en este tramo del camino, se le llevan los demonios al comprobar cómo, detalle
a detalle, el conjunto arquitectónico va perdiendo su singularidad: en la
rehabilitación o construcción de nuevas viviendas se dan respuestas urbanas y la agrupación de pajares entorno a las eras, magnífico
ejemplo de la solución que la arquitectura tradicional ha dado a sus
necesidades y con materiales acarreados en el territorio, se transforman en
garajes o almacenes, que no está mal, pero con materiales foráneos muy
dispares. Es este un ritual, echar la vista atrás, que empieza a preocupar “al
caminante”,… que prosigue ya su ruta por
el GR-93, Sierras Riojanas, que tomara en Valdeperillo en dirección a Enciso.
Transita, encaramado sobre el Río
Linares, por una senda trazada en la ladera rocosa, flanqueada tan solo por terrazas desaliñadas y ocupadas por ascéticos
almendros u olivos, mal pertrechados la mayoría, y se recrea con la vitalidad
de las arboledas de álamos o fresnos que ocultan de manera irregular el
tránsito del agua, a la vista que no al oído, ya que su algarabía (1) todavía manifiesta
a mediados de julio es inhabitual.
Acompañan la algazara (1) del río una desigual orquesta alada de sones aflautados
y solistas destacados: la oropéndola, con su peculiar silbido, la aflautada
curruca capirotada o el melódico ruiseñor. Mas no puede evitar el mirar de
nuevo, por contraposición, esas terrazas ya tan solo intuidas a uno y otro lado
del sendero. En sus días de ocupación plena, estas paredes de piedra propiciaban el cultivo de trigos, avenas o
centenos, ahora son los tomillos, aulagas y romeros los que colonizan estas
tierras empobrecidas por el abandono y la erosión que campan a sus anchas.
Cruza la senda del GR un barranco sin nombrar, que se descuelga escalonado,
semidesnudo, teñido el cauce en colores ocres y pardo rojizos por la oxidación
de los mineras de hierro y cobre que forman parte de las rocas, hoy generoso en
aguas garbosas en busca de las cercanas aguas bautizadas. Una vez superado el
mismo, a 200 m. tomará el caminante una vereda todavía más estrecha que
desciende a la izquierda de la principal con marcas de color amarillo y blanco
difíciles de localizar en ocasiones. Cuesta abajo el panorama ha cambiado poco,
bancales desmemoriados con los empedrados heridos, desbarrigados por la navaja
indiferente del tiempo pierden la tierra sudada, pues fue acarreada hasta allí
en los “serones”(2) por los mulos y luego acabados de rellenar y uniformar por
hombres y mujeres con las “terreras”(3) cargadas en las caderas.
Después de cruzar un nuevo
barranco se topa con una pequeña construcción levantada con técnica similar a
las terrazas, una prolongación de ellas, y con materiales, además de la piedra
del terreno, mortero, tejas y madera de álamo. Es un edificio que conoció “el
viajero” ya hace algunos años y del que ha hablado en artículos y charlas, el
colmenar le resulta singular y por ello habla de su valor etnográfico,
paisajístico, histórico y emotivo… El apicultor construyó un abrigo acogedor,
con estanterías de madera en su interior donde ordenar sus “piones” (4) y
protegerlos del calor, el frio o el agua,… seguro que sentía pasión por estos “animalitos”,
las abejas. Otro espacio que se borra de la memoria del territorio. Prosigue la
vereda por intuición en ocasiones, pero sin miedo a la perdida, remonta el río
próximo a él hasta llegar al lugar donde una sucesión de grandes piedras
asentadas en el cauce del Linares, unas cerca de otras, le permitirán vadearlo
cuando regrese, incluso en días como el presente con aguas envalentonadas por
las tormentas.
Sigue por la senda de marcas amigas del despiste y se adentra “el
caminante” en un paisaje diferente, donde el agua, los árboles y, como diría
Joaquín Araujo, la “vivacidad” (5) que ocupa este espacio selvático lo llenan
todo. Se siente como un intruso, un osado que se inmiscuye en una batalla por
la ocupación del fondo del valle: la
vitalidad salvaje del sotobosque con álamos, fresnos, arces, unos pocos cerezos
altiricones y desgarbados, resistentes de los muchos que fructificaban en las
generosas huertas de esta vega, cornejos,… o cornicabras se enfrentan,… y se
mantienen a raya, la vereda los separa,… a la tenacidad de las encinas, que se
descuelgan de los empinados taludes en busca de tierras tranquilas, y a los
pacientes y asentados olivares que no abandonan sus terrazas, esperan todavía que nuevas manos poden sus
ramas y ordeñen sus olivas en el invierno, son estos del entorno de Villarijo, a
donde ya se acerca “el viajero”, no encontrará olivares más longevos en la
provincia de Soria, este pueblo junto a Cigudosa son los
únicos de la provincia por debajo de los 800 m. de altitud.
Deambular por las calles de Villarijo refuerza sus malos
presentimientos sobre la pérdida de memoria que sufre este rincón olvidado del
territorio. Se percata de la desaparición de la placa dedicada a D. Ezequiel
Solana (6), ilustre pedagogo nacido en esta Villa en 1863. Esta placa herida ya por la ignorancia de los
balazos, así como otros espacios y enseres, permanecía todavía anclada a la
pared hace pocos años y recuerda “el viajero” como le resonaban en los oídos,
cuando conoció la historia, las ráfagas de metralleta o la voladura de algunos
edificios allá por el año 1980, en las maniobras con fuego real de los GEOS, el
pueblo permanecía vacío desde el año 1972. Los pasos conocedores inconscientes
del espacio le llevan ahora hasta el desvencijado molino propiedad de la
familia de D. Ezequiel, junto al gran tambor de almacenaje de agua excavado en
la roca, alimentado por un canal que nacía aguas arriba, y que movería el
rodezno capaz de poner en marcha la molienda de harina así como la pequeña minicentral eléctrica que aportaba la energía suficiente para cubrir las pocas
necesidades de iluminación de las humildes viviendas de esta población , aquí
vio él por primera vez cerraduras todavía de madera en algunos recintos.
Cuantas historias a punto de desaparecer pasan por su cabeza, y siente
melancolía,… y siente rabia pues las últimas noticias que aparecieron en los
periódicos sobre este ilustrado paisaje, en agosto del año 2012, hacían
referencia a la detención de tres personas por el cultivo de marihuana… Y
olvidan por completo el espolio que sufre cada día, aquí, la memoria histórica
y paisajística de todos. Cuando llega a la Iglesia, espacio sobre el que
también hubiera querido extenderse “el viajero” en sus reflexiones, mas ya no
tiene tiempo, observa todavía erguido el chopo clavado para celebrar la Cruz de
Mayo, fiesta que recuerda con nostalgia su padre pues acudía invitado por sus
amistades andando desde Villarroya, todavía paladea en su memoria los sabrosos
caracoles guisados, cogidos en el regadío, y las abundantes, dulces y jugosas
cerezas de la vega que deleitaban los postres…
Regresa por donde vino el caminante y vadea el río por el
lugar mencionado, camina con prisa, el calor arrecia ya cuando llega al otro
molino harinero de gran porte y también arruinado, lo recuerda todavía con
todas sus maquinarias, poleas y conducciones de madera en buen estado. Ahora
está infranqueable y hundido… Contempla sin embargo con agrado el buen hacer de
los hortelanos en las fértiles tierras próximas a Valdeperillo y se lleva como
otras veces todo este bagaje de relatos de nuevo en la cabeza, e intentará no
olvidarlas, pues mientras se recuerden permanecerán vivas las historias de este
paisaje entre La Rioja y Soria,… que está perdiendo la memoria.
Notas
aclaratorias:
(1)
Algarabía:
(Del ár. hisp. al´arabíyya ) Gritería confusa de varias personas que hablan
a un tiempo. RAE
Algazara: (Del ár. hisp. al
azara ) Ruido de muchas voces juntas, que por lo común nace de alegría.RAE
(2)
Serones:
en esta comarca riojana, grandes alforjas para llevar a lomos de las
caballerías, de saco o esparto.
(3)
Terreras:
en esta comarca riojana, cesta de mimbre con dos asas, diámetro grande y poca
altura, utilizada para llevar tierra de un lugar a otro.
(4)
Piones: en
esta comarca riojana, colmena de mimbre trenzada, recubierta de excrementos de
ganado y después de barro, de forma cilíndrica.
(5)
Vivacidad:
concepto utilizado por Joaquín Araujo para referirse a la biodiversidad que “… transita por un paisaje”. Recala más
información en el libro del citado Autor: Éticas
y poéticas del paisaje, capítulo 5. Editorial Tundra.
(6)
Ezequiel
solana: humanista, publicista y poeta, nació en Villarijo (Soria) el 10 de
abril de 1862.Fundador de la Editorial El Magisterio Español.
Abuelo del Ministro
y Secretario General de la OTAN Javier Solana.