Una estampa otoñal que se difumina
Los paisajes, como trato de
argumentar en estas reflexiones de la columna periódica de Rioja2.com o en el blog “Un
Pastor de Paisajes” que la refuerza, son organismos vivos y complejos que
llevan escritos la historia del territorio en su piel, si gozan de la suerte de ser
respetados. La percibimos cuando los miramos, los recorremos o nos recreamos en
ellos con el pensamiento, su leyenda actual y las precedentes se muestran entonces
nítidas a quién las quiere ver. Concebidos como tal, los paisajes siempre
estarán inacabados, ahí reside parte de su grandeza… y su debilidad, necesitan
de nuestra responsabilidad para no perder ninguno de los capítulos en ellos
relatados y que los hacen posibles como
han llegado hasta nuestros días. Y como
esta no se prodiga, la responsabilidad, con demasiada frecuencia nos movemos y desarrollamos nuestras vidas, entre paisajes
sin discurso, que tienen cabida, se parecen y se padecen en cualquier rincón
del planeta, pues nada en ellos los liga a un territorio singular. Observad
sino donde vivimos la mayor parte de la población, en los espacios sin historia
de nuestras impersonales y desarrollistas ciudades. Tenemos suerte si al menos
han pensado en el urbanismo y no en la especulación. No ocurre así en el medio
rural, al menos hasta hace unos años, allí todavía resulta fácil encontrar
retazos de su idiosincrasia, estampas propias que ahora nos sorprenden y nos
permiten restablecer los peldaños que han posibilitado la ascensión a la
realidad actual.
Sirva esta elucubración que se ha
permitido “el viajero” para justificar que hoy quiera enseñaros estas postales,
entre el siglo pasado y el presente, que ha encontrado este mes de octubre en
los campos, calles y patios de algunos pueblos de los valles del Cidacos,
Alhama o Linares por donde ha transitado. Si bien este mes, y más en nuestra
tierra, la vendimia copa las conversaciones de la población y destaca tanto en
los medios de comunicación (cuando la última hora,… que cuando acaban de darla
ya es penúltima, no nos regala un nuevo caso de corrupción política y
empresarial o malversación del erario público…), que no deja ver otros paisajes
que los enológicos. Mas no os dejéis embelesar por el sugestivo cromatismo y
las sensuales caricias con las que nos agasajan los “paisajes del vino” y
descubrid también otras e interesantes estampas que ofrecen nuestras tierras
riojanas.
Los protagonistas de una de ellas
se levantan con el sol, que no madruga ya, cargan en sus jamelgos de cuatro
ruedas con remolque, lo cambiaron por los burros o machos con sus “albardas”,
“ganchos”, “serones” y “talegas” (1), las pértigas de álamo o avellano para
varear los almendros así como las mantas de red de nailon para colocar bajo los
mismos. Parten hacia las almendreras dispuestos a desfogarse de la tensión
acumulada de tanto mirar al cielo, desde finales de enero con las floraciones
tempranas, y sacuden al árbol repensados varazos que los estoicos almendros
asumen con elegancia.
La jornada no transcurre tan rápida como la pericia de los
movimientos, rutinas adquiridas tras muchos años de vareos, no dan un golpe de
más, tampoco de menos ni sin la fuerza precisa, en la rama apropiada, la que
provocara la granizada más copiosa posible de almendros. Dos varean y cuatro
mueven el mismo número de mantas a lo largo de dos filas de árboles que llevan
parejos. El peso y la dificultad para trasladar las mantas indica el momento
para apartar de las mismas los “gamochos” (2) (pequeñas ramas rotas como
consecuencia de los leñazos sacudidos…) y retirar los almendrucos con los
“cunachos” y descargarlos en el remolque. Recuerda “el viajero” en su juventud
el peso para mover las mantas de saco o lona con almendrucos,… y no te cuento
si se mojaban. Cambian los vareadores y se retoma la actividad, entre chistes y
chascarrillos, que solo se verá interrumpida para “…tomar un bocao”, un trago de agua o un
“chaparrazo” (3) de la bota.
Al declinar la tarde se suspende
la labor y regresan… a uno de los pueblos de la comarca señalada, en este caso
Villarroya, y en breve espacio de tiempo el “raca, raca,…” de las descocadoras
(4) se adueña de los rincones espaciosos. Descargan un primer montón de
almendrucos, hojas y “cocones” (5), la máquina los engullirá al ritmo que
permita el punto de secado del almendruco y
los tornará ya húmedos y limpios en su mayoría a un segundo montón, que
aumentará con la merma del primero, necesitados todavía de un repaso manual.
Son pocos los almendrucos que
quedan con el “cocón” adherido y solo las manos podrán liberarlos de su abrazo.
Para ello mesas largas están ya dispuestas para recibir cunachos del segundo
montón, los salidos de la maquina descocadora, y que manos de varias
generaciones dejarán solo con su peculiar tono dorado, tostado, a los
almendrucos. Estos engrosarán el tercer
montón a costa de los otros dos.
Notas
aclaratorias:
(1) Albardas, ganchos, serones, talegas: útiles usados para disponer las caballerías para el acarreo, en este caso de los almendrucos.
Sus descripciones las encontraras en diccionario de la RAE.
(2) Gamochos: localismo de esta comarca riojana. Pequeñas ramas rotas en el vareado de los almendros.
(3)
Chaparrazos: localismo de esta comarca riojana. Trago generoso de vino con la bota o el porrón.
(4)
Descocadora: máquina para separar los almendrucos de las hojas y los cocones..
(5)
Cocones: cubierta vegetal dentro de la cual se desarrollan los almendrucos hasta que están bien formados y comienzan a secarse.
Que preciosidad!! no es pasión de amiga, pero después de Miguel Hernández nadie hace una mas encendida alusión y defensa del almendro, así que parafraseando su " Elegía" te digo ..." a las aladas flores de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero . las chicas.
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