sábado, 24 de enero de 2015

El lobo es el alma de este paisaje


Remontar el Arroyo del Ortigal para alcanzar el  Necutia (2.026 m.)



La nieve coronaba las cumbres de la Demanda la primera vez que remonto el Arroyo del Ortigal para alcanzar la cumbre del Necutia (2.026 m.), como ahora. Se encontró inmerso en un territorio que sin llegar a ser hostil le hizo sentir que allí no controlaba todos los triunfos de la partida, lo cual dotaba al paraje de ese punto de emoción e intriga que sumado a la agreste belleza que todavía guarda el enclave, le ha hecho volver a él cada vez que deseaba mostrar a alguien, que le merecía confianza, un rincón privilegiado de esta sierra. Un lugar donde, esa primera vez, tuvo los  indicios más claros y evidentes de la presencia del lobo ibérico, hecho que hacía este paisaje todavía más especial: un buen número de huellas gravadas con nitidez en la superficie nevada, excrementos con   pelo de jabalí con intención de marcar territorio y restos de sangre que la nieve magnificaba, alguna pezuña y un cuerno de corzo que todavía conserva…



Después de la retahíla de presentación, de dejar el coche a 2,5 km. de Posadas, en el Puente de Canillas, junto a la primera curva pronunciada y cuesta arriba de la carretera que llega 5,5 km. más arriba al refugio del Llano de la Casa, se adentra “el viajero” por el camino que parte emparejado al arroyo y conserva integro su encanto a pesar de presentarse ya bastante amaestrado: varios puentes de madera a lo largo del recorrido evitan el devaneo de cabeza que suponía antaño, con aguas crecidas, vadear el río y acabar, en mayor o menor medida, casi siempre mojado. Hecho que tenía su aliciente durante el verano, hacía que en días como hoy pensase si debería continuar…
No es un recorrido al uso, no solo encontrareis en él una sucesión de hitos que mantienen expectante la motivación, en el momento que decidáis acometer el remonte que os propone “el caminante” os veréis envueltos en la magia intrigante de este espacio natural y los detalles que inervan los sentidos se suceden como perlas de collar, ligadas por una relación simbiótica, un conjunto armónico donde cada uno de los elementos que conforman el ecosistema del Valle del Ortigal ocupa su lugar y nadie sobra…



 La ligera nevada del día anterior, cómoda para el paseo, reviste el paisaje acorde con la estación. Las aguas frígidas, impávidas y chismosas del Arroyo del Ortigal comentan en voz alta los acontecimientos acaecidos durante la noche, en estas aparentes soledades, la actividad nocturna no cesa ni llegados estos días de letargo: los escarceos amorosos de una pareja de zorros, sus huellas se siguen con facilidad en la nieve a la vez que buscan la pitanza para satisfacer sus reivindicativos estómagos, se solapan con el ramoneo del corzo que todavía es capaz de encontrar algunos tallos y cortezas tiernas en la espesura del bosque invernal, a la vez que es posible escuchar ahora en este tramo del valle el canto encelado del búho real o el “charcoteo” discreto, casi imperceptible, en los remansos del cazador noctambulo de larvas acuáticas, el misterioso desmán pirenaico… 


Transcurridos unos 800 m. un pequeño poste de madera, con dos marcas blancas, a la derecha del camino indica el inicio de la vereda que atrocha cuesta arriba por la solana. La olvidada senda de mineros fue labrada a conciencia, se precisaba un firme seguro para bajar con las recuas de mulas la galena argentífera de las minas de Guirindolla. 


El trazado zigzagueante  supera la fuerte pendiente de las laderas y robustas paredes de piedra en los puntos conflictivos evitaba que los taludes se desbarrigasen. Fue intensa la actividad minera en estas sierras y elevado el tributo que pagaron los bosques, la tala de árboles para alimentar las ferrerías fue incesante. Ha subido por la senda unos 200 m. y una nueva vereda desciende ligeramente, las dos marcas blancas gravadas en la corteza de un roble de menguado grosor las descubriría iniciada la misma, lleva “al caminante” hasta el Haya de los Pastores, lugar de refugio y reunión de los mismos, espacio para dirimir cuitas y resolver conflictos, quizás esto la salvó del corte masivo de árboles, rondará los 450 años,… cuantas veces tomarían aquí la decisión de dar caza al animal perverso por excelencia, al temido, odiado, … y utilizado como excusa, lobo ibérico… 


Le contaba el Abuelo Eliseo que allá por los años cuarenta del siglo pasado, él era un muchacho de corta edad que subía al monte para sacarse un mermado jornal en la replantación de pinos o cuidar las vacas, que no se veía ni escuchaba ya a la perseguida alimaña. Es posible que entonces tuviese una justificación ese miedo ancestral, los daños que podía generar en un rebaño el ataque de los lobos ocasionaba al pastor y su familia desdicha y hambre,… y nadie reparaba las pérdidas que sufría, se entiende pues la proliferación de leyendas y romances en el ámbito rural, que arraigaron en el subconsciente de sus habitantes, sin corresponderse con la frecuencia real de los ataques como se ha pretendido hacer creer, y se manifestaron en el sentimiento popular… El declive de la ganadería no se puede cargar sobre las espaldas de este soberbio mamífero, el lobo, emblema de la fauna salvaje ibérica, sino a la puesta en marcha de políticas nefastas… Y sin embargo a los gestores de las mismas nadie les pide responsabilidades o peor, para morderse los nudillos, son festejados o invitados a cacerías…


Suspende de momento sus reflexiones loberas y torna “el viajero” sobre sus pasos, no continua como le hubiera gustado por la atractiva senda de los mineros y recupera el camino inicial por el que sigue el remonte del Arroyo del Ortigal.  El paisaje pincelado con nieve siempre sorprende, toman protagonismo elementos que antes pasaban desapercibidos: les ocurre así a los pequeños prados tapiados a la orilla del río, el relieve que adquieren las bajas paredes de piedra los ponen ahora de manifiesto, el arbolado, difícil de diferenciar ante la ausencia de hojas, aparecen hoy sus enramadas perfiladas en blanco y logran así captar la atención de la mirada que se fijan en las diferentes texturas de las cortezas de los fresnos, cerezos silvestres, sauces, mostajos o hayas, componentes de este fascinante bosque mixto caducifolio. Ahora destacan en él los acebos y tejos salpicados en las laderas por ser los únicos en conservar el verdor de sus hojas coriáceas y pinchudas unas y aciculares engrosadas las otras… Mientras las aguas brincan entre las peñas para no quedarse frías, se remansan en pozas hieráticas azul hielo, para precipitarse de nuevo en pequeños saltos sin estridencias, y absorta, como “el caminante”, las contempla el haya que doblega embelesada su tronco con barbas “enmusgadas”


En el recorrido se suceden las “recas” como llaman los lugareños a los vallejos por los que descienden atropellados riachuelos en busca del valle principal, queda hipnotizado el viajero ante el juego huidizo que se traen entre manos el hielo, envalentonado con la altura, y las aguas esquivas a sus caricias persuasivas y paralizantes, …. El frío es cada vez más intenso y la nieve comienza a estar helada. Sube garboso entre hayedos y pinares y trae a la memoria lo referido por el Abuelo Feliciano respecto a unas cerradas circulares entorno a ciertas hayas, ahora bajo el manto níveo, y que el viajero comparó, la primera vez que las vio por no encontrarles explicación, con las pequeñas construcciones circulares entorno a los castaños para la recolección de sus frutos en los montes asturianos de Vega de Hórreo; los paisanos subían aquí los cerdos para el engorde en la época de maduración de los “alfrices”, frutos del haya,… el Abuelo Feliciano si había visto lobos abatidos por estos parajes y evocaba como “… se le encogía el corazón con la visión de la alimaña muerta”… 


Hoy es el caminante el que lleva el corazón encogido, siente miedo de que estos bellos paisajes tan vitales que contempla desde los Chorretes del Necutia, estos bravos rincones de la Sierra de la Demanda pudieran quedarse sin alma, como así ocurriría sin la presencia del lobo. Y confía, aunque hoy no haya visto su rastro, que como el alma, el lobo también se ha tornado invisible, y está seguro que nos observa desde su discreta atalaya y controla como nadie el equilibrio de este ecosistema… Y nadie tiene argumentos para aniquilar el alma de un paisaje…. ¡¡¡No los tienen…!!!  El lobo no es el causante de los males  que sufren los ganaderos,… las administraciones tienen recursos más que de sobra (miren como los despilfarran) para satisfacer de inmediato y con creces los pocos males que este pudiera ocasionar,… y los cazadores… ¡¡¡Por Dios,… pidan perdón por cazar al lobo!!! Él es su principal aliado para mantener la salud y el nivel óptimo en las poblaciones de ciervo, corzo y jabalí…


Suspende sus cavilaciones “el viajero” pues debe ponerse en marcha si quiere llegar a las Majadas del Necutia pues la capa de nieve llega a la rodilla y el día es muy corto.


Piérdete en este paisaje con alma... No te arrepentirás.