martes, 7 de enero de 2014

La Central del Salto del Aguila


Al salir de la curva fuimos conscientes, de manera casual, de la existencia de una construcción, de apariencia industrial, en el fondo del barranco. Era una mañana gris, fría, con mucha nieve en las cumbres y en la carretera la justa para no impedir la circulación por la LR-415 que desde Ezcaray llega a Posadas y nos lleva, encaramada a las laderas, hasta el alto de la cruz de la Demanda…  Si, donde ha llegado algunas veces la vuelta ciclista España.
Desde el primer instante del encuentro visual con aquel paisaje, me pareció tan sugerente que no se me fue del pensamiento. De regreso a casa busque rutas publicadas de senderismo y antiguos caminos en viejas cartografías que me permitiesen acceder a la Central hidroeléctrica del Salto de Águila. Posteriormente tuve conversaciones con algunos lugareños con el fin de recabar más información e historias, testimonios directos ligados al territorio y a ese edificio que permanecía anclado al rio en lo más hondo del Alto Oja. De esta manera fui reuniendo datos y me entere de la existencia de seis pequeñas presas, que interrumpen el transito natural del agua de otros tantos arroyos y desvían una parte de su caudal a sendas acequias que recorren kilómetros de laderas, salvan profundos barrancos, en base a la ley física de los vasos comunicantes, y conducen el agua requisada a los riachuelos por la ingeniada red de canales hasta un gran depósito situado a 1400 m. de altitud, 450 metros por encima y a la espalda del Salto del Águila. El descenso brusco y acelerado del agua acumulada, por la tubería cerrada, hasta la central provocaba la rotación de las turbinas instaladas en el edificio y se generaba el flujo eléctrico para el que fueron concebidas estas titánicas infraestructuras. Algunos abuelos que trabajaron en ellas recuerdan el esfuerzo que supuso el asentamiento en este agreste paraje de estas venas amaestradas y dirigidas. Ahora, ya deterioradas, pues han sufrido la desatención de los propietarios y el inaplazable tributo que se ha cobrado el tiempo, son incapaces de cumplir los fines para los que fueron diseñadas.



He llegado hasta varias de estas presas, como las situadas en los arroyos de Turraguas, Escorlacia o Recila, siguiendo caminos poco señalizados,  veredas intuidas y poco transitadas, y en los recorridos he encontrado, además de las infraestructuras hidráulicas mencionadas, lo que queda de algunas majadas: restos de muros tapizados can musgos y emboscados en sugerentes hayedos salpicados de acebos o servales. También quisiera destacar que en algunos tramos de estos estimulantes caminos me ha encantado poder escuchar los escarceos del agua en el fondo del valle. Mientras las sendas se enmarcan unas veces entre tapias, se abren paso después entre los brezales de alto porte arbustivo o atraviesan testimoniales bosquetes de alerces o pino silvestre, abajo, las aguas del Oja se adivinan inmersas en un apasionado romance de roces y abrazos con el cauce rocoso, desigual y atropellado que las obliga a saltos forzados, sugestivos, que reclaman la atención de miradas atrevidas, para luego adormecerlas en remansos con hechizo, que bien pudieran haber propiciado el nacimiento de alguna conocida diosa mitológica, mas seguro que lo frecuentan ninfas del bosque o la montaña con menos pretensiones y fama pero no menor belleza; espejos de agua que se precipitan de nuevo, sin tregua, en nuevas y atolondradas persecuciones, carreras de caricias que acaban por eliminar las aristas de las rocas y modelar las aguas para describir un circuito variable de curvas de poderosa sensualidad y magnético atractivo visual. Si además el río se te muestra algo alejado, pero no demasiado, y semioculto bajo una enmarañada galería de sauces, arces, avellanos, mostajos o boneteros, se te antojará mágico.


Ahora cuando alguna de las sendas no lleva justo allí donde el Arroyo Zeteluria, recaudador de las aguas sobrantes del Turraguas y el Escorlacia, se juntan con el Oja y recalcan su fuerza, un túnel horadado en la loma te resultara tentador y te adentraras en él, y adivinaras la invisible compañía de algunos murciélagos en esos escasos cien metros que te permiten acercarte a las puertas de la central hidroeléctrica del Salto de Águila. Ahora resulta sencillo comprender este nombre, pues a pesar de su localización en el fondo del valle, que nos parecía tan evidente cuando nos percatamos de su presencia, una vez en ella, nos encontramos en un mirador increíble sobre el rio Oja, sobre sus bosques mixtos caducifolios y de coníferas, que trepan decididos los abruptos desniveles desde la ribera hasta las cumbres nevadas del Gatón, el Pico Necutia o el Peñón Espelzia y sus correspondientes collados… Es un espacio donde se palpa el alma de este paisaje, donde se percibe la presencia del águila.

Y ahora, allí, junto al corazón de este complejo entramado de producción eléctrica te invade la nostalgia y el desánimo, te contagias de la decadencia, abandono y desidia que se respira allá donde miras o te asomas,… y no logras entender nada… Quieres recordar espacios de similar interés paisajístico y humano en algunos valles del Pirineo francés como los de Troumouse o Gavarnie, y sientes envidia (creo que empieza a ser patológica) solo de pensar como, con toda seguridad, se hubieran recuperado estas instalaciones en el país vecino…. Estos espacios deberían de tener futuro e incorporarse a los valores que encierra este territorio.
Como no vas a pensar que este edificio y toda la red de tuberías, canales, presas o depósitos forman parte del patrimonio histórico y natural que encierra este lugar, que este paisaje del Alto Oja se singulariza, todavía más, con esta intervención de ingeniería hidráulica en él, como no vas a rechazar que este trabajo humano tan encomiable se pierda en el olvido del tiempo y la desidia… Como no vas a imaginar que todas estas infraestructuras vuelven a estar operativas, ya, posiblemente, con distinta finalidad a la inicial.
Ahora las conducciones canalizarían el agua hasta el gran depósito, recuperado, encima del Salto del Águila, y podría ser utilizado como reten de agua para combatir los incendios, frecuentes los últimos años en estos parajes. Además el descenso del agua entubada hasta la central, como antaño, permitiría generar una cantidad de electricidad suficiente para cubrir las necesidades de un pequeño hotel rural, adaptándolo a las nuevas tecnologías de acumulación y producción energética. También sería posible poner en marcha en su entorno una explotación apícola, actividad que no resultara desconocida en este espacio, pues aquí ya hubo colmenas, lo cual daría al establecimiento una impronta de sostenibilidad todavía más creíble… Podemos imaginar infinitas posibilidades para este alojamiento rural autosuficiente. 
Finalmente os propongo dos fuentes de información para recorrer este paisaje de la Sierra de la demanda que me parecen las más apropiadas para acercarse al conjunto de intervenciones que hicieron posible la Central del Salto del Águila:
           *Ojead el libro: Las mejores excursiones por… La Sierra de la Demanda.
                                        Editorial El senderista.
            *Elegid el paseo más apropiado de la carpeta de rutas editada por la Asociación de
               Amigos de Ezcaray en el año 1994: Paseos por Ezcaray, Ojacastro y Zorraquin.