sábado, 28 de julio de 2012

Fue la "Mañana de San Juan"

La "Noche de San Juan" fue cálida y bochornosa, me encontraba en Valsalada, una pequeña población de la Hoya de Huesca, próxima al embalse de la Sotonera, el desvelo que padecía, pues el calor era sofocante, me permitió escuchar en repetidas ocasiones el vuelo sibilante de la lechuza, el canto gatuno del mochuelo, oteando probablemente desde la tapia del patio, y el más profundo y lejano del búho chico amparado en el pinar cercano a la casa, repoblación llevada a cabo a la vez que la construcción de este pueblo de colonización, para protejerlo de los frecuentes cierzos pirenaicos. Y como no lograba conciliar el sueño,... ya veis que estaba entretenido difernciando el transito de los tenores, acompañados de los monocordes coros de grillos y saltamontes,  y los ratoniles chillidos de los audaces, aunque discretos, murciélagos... Cansado también de dar vueltas, buscando el inesistente rincón fresco de la cama o la postura más relajada,... decidí salir al encuentro de San Juan,... en su mañana.




Llegué a las orillas del Gállego. cuando el sol pincelaba doradas las puntas de las arboledas selváticas de sus riberas, la luz todavía escasa, no impedía contemplar desde el Puente de Marracos en la perdida carretera CV-613, las tentadoras aguas color turquesa de este río pirenaico que nace en los suaves relieves de la frontera francesa cerca del Portalet, y que sera con la aportación de sus principales deudores el Agualimpias que fluye malavarista y generoso desde las laderas del Balaitus o los Picos de Cristal,... y el Río Caldares que toma aguas en los Picos del Infierno y otros colosos montaraces, cuando adquiera su bravura y potencial hídrico .
Siempre que me detengo en este sugerente mirador sobre el Río Gállego, espero descubrir a la nutria zascandileando en sus limpias aguas,  amaestradas y embridadas ya en este tramo de río por numerosas presas y pantanos, entre ellas la cercana Presa de Ardisa, entorno donde acudiremos en otra ocasión pues merece la pena. Por descontado que tampoco esta mañana me encontré con ella, pero la belleza engatusadora y en cierto modo aventurera de sus riberas me invitaban a recorrer sus veredas y descubrir sus encantos.



La luz del amanecer acaba iluminando todo el espacio y saca del siempre vigilante sopor nocturno a los protagonistas de estas primeras horas del día, ellos pasan ahora de ser objetivos de caza a potenciales cazadores, y mientras regresan ya a la seguridad de sus guaridas la gineta, el zorro, la garduña, el tejón, el visón o la nutria,... todos ellos presentes en este ecosistema pues he podido  verlos o encontrado sus rastros, y mientras, me ponen en alerta el canto reclamo y la algarabía persecutoria de dos parejas de oropéndolas, resulta espectacular, los machos son flechazos de luz y color que surcan el fragor de los sotos ribereños, me deleito escuchando el trino aflautado de las currucas capirotadas o los ruiseñores, el metálico de los carriceros, el torcecuellos y algún rascón, el relincho del pito real, el repiqueteo en el viejo álamo del pico mayor,... y a lo lejos en las cebadas el  tamborileo de las codornices... 
Tan acompañado, y a la vez tan solo, en este apartado rincón del Río Gállego, hice honor a uno de los milenarios rituales de la Madrugada de San Juan: me bañé en las aguas vítreas, turquesas y llenas de vida de este río que invita a la fantasía.



La fresca caricia de las aguas y lo fácil que me resultaba nadar en el remanso del río me hizo alargar el  baño, agasajado permanentemente por la variable "orquestina del soto" a la que se había sumado, ahora raseando la superficie del agua y cerca de donde me encontraba, el silbido entrecortado y huidizo del martín pescador. La nutria no había querido acompañarme esta Mañana de San Juan, pero los estímulos sensoriales que me había regalado este paisaje tan poco transitado, solo algunos pescadores se aventuraban en sus orillas,  me hicieron sentirme muy bien. Era un privilegiado.  



Me despedía de este tramo del Río Gállego que, además de salvajes sotos, ofrecía también interesantes formaciones geológicas en las erosionadas paredes de arcillas y areniscas, así como en el cauce del río, realzando todavía más el valor paisajístico y ecológico de este territorio. A las diez de la mañana estaba de regreso en Valsalada, contándoles a todos los que no me habían querido acompañar en la madrugada, las inolvidables sensaciones que aquel olvidado rincón de la provincia de Zaragoza me había permitido disfrutar.



Creo que con los datos que ofrezco en el texto no os resultará difícil encontrar este precioso tramo del Río Gállego. No va a defraudaros.

Buscad el día y la hora, puede hacer mucho calor.