En su ya programado desfile de
modelos estacional, la primavera nos vuelve a sorprender en cada rincón que
visitamos con su renovada fuerza de colores, las frescas y jóvenes texturas que
tapizan el territorio y elementos que lo componen, o las sugerentes formas
modeladas en los paisajes por factura humana o natural… Activada por tanto
nuestra capacidad de asombro, marcharemos expectantes a conocer el municipio de
Corporales y su pedanía Morales, difíciles de situar a la mayor parte de los
riojanos, salvo para sus vecinos de Santo Domingo de la Calzada, a quienes
separan tan sólo cuatro y seis kilómetros respectivamente, o los de Grañón,
también a escasos cinco, sin embargo, visitaremos un espacio aislado, humanizado, pues la vista
se pierde en los campos de cereal, pero arropado por la naturaleza y en
equilibrio todavía con ella. Recorreremos caminos poco frecuentados por
caminantes curiosos, algo más por ciclistas, que pasan veloces y rara vez
reparan en la existencia de barrancos umbríos y herméticos, están concebidos
estos amplios trazados rectilíneos para el tránsito de vehículos agrícolas y
son los grandes tractores, con sus traseros cargados con los más singulares y
específicos artefactos para el trabajo de la tierra, los principales usuarios
de ellos.
Morales es un pequeño conjunto
urbano que está poco acostumbrado a regalar sus oídos con piropos que
acrecienten su autoestima, no se cree bonito, y descuida la serena belleza de
su sencillez. Llegó “el viajero” una tarde de temperatura agradable y que pintaba
generosa en agua,… pero él, en su afán por llevar a cabo el objetivo que le
había llevado hasta allí, no lo quería ver, y tras desear buenas tardes a los
reunidos en la plaza, el abuelo Agapito y dos acompañantes de quintas cercanas,
pregunto,… como dejándose caer, sobre las posibilidades de lluvia las horas que
restaban del día. A lo cual respondió uno de ellos con tono socarrón: “pregúntanos
a la noche,… y seguro que sabemos”… Ya metidos en conversación, quiso verificar
con ellos la existencia de los caminos que, sobre el mapa, había decidido
seguir para conocer estos paisajes cerealistas que ascienden hacia la media
montaña; también les indicó la finalidad divulgativa de esta columna
periodística, … señalando entonces Agapito, que debería recalcar como hecho
prioritario que… “estos pueblos están en peligro de extinción,… más que
los “aguiluchos” que seguro vienes a
ver” (conclusión a la que debió llegar al observar la cámara fotográfica
montada en el trípode). Comenzaron a caer las primeras gotas, justo las
necesarias para disolver la reunión y poner así fin a la conversación
entablada… Inició “el caminante” la ruta elegida por cabezonería, que no por
lógica, y acabaron empapados, él y su paciente compañía, en el corto recorrido
que llevaron a cabo, más quedaron prendados de estos paisajes,… incluso en
tardes como aquella.
Cuatro días después, una segunda
tarde, con el sol entreverado y cierta sensación de bochorno húmedo, a
comienzos de abril, les permitió conocer estos paisajes desconocidos entre
Morales y Corporales. Marinas cerealistas cuyas espigadas olas se duermen en
tupidas costas boscosas o en rompientes arrecifes abarrancados que se adentran
sin timidez en los campos sembrados. Un mar surcado por caminos de fácil
tránsito, donde la vista, sin necesidad de atender al suelo, puede navegar
ligera en busca de curvados horizontes, interrumpidos únicamente por el
almendro solitario o algunos álamos en formación. La mirada, se desliza placentera por una extensa llanura
ondulada, un mosaico de grandes teselas trapezoidales dibujadas por acequias
invisibles o ribazos inestables y necesitados de asiento, de árboles y arbustos
que los afiancen y rompan de paso la tendencia a la monotonía de estas planicies, teselas pintadas con tonos verdes
de trigos y cebadas tiernas y ocres heridos de los barbechos. Allí localiza “el
viajero”, por fin, a dos de los actores,
protagonistas señalados, de este espectacular escenario paisajístico y que
temía acabar la jornada sin encontrar… A lo lejos, una pareja de
aguilucho cenizo surcan el mar calmo del cereal, sin aparentes aleteos y solo
insinuados movimientos de cola, le
sirven para describir estilizados planeos y gráciles piruetas sin estridencias,
más vistosos si cabe en los machos, ligeramente más pequeños que las hembras,
son por el contrario más vistosos y contrastados, domina en ellos los tonos
grises, blancos y negros, frente a los
pardos y blancos, rallados de las hembras que les permite pasar desapercibidas los días
de prolongada nidificación,… tan próximos a la superficie sobrevuelan que
recuerdan dos veleros que navegan mecidos por la brisa en aguas esmeraldas, se
cortejan, cazan o localizan el rincón, sin esquinas, donde plantaran su
plataforma nidal, allí, en el suelo,… en medio de la marina cerealista. Se ha creado entre los agricultores que
laboran estas tierras una conciencia de vecindad y buenas prácticas, charlas y
subvenciones han ayudado, que ha posibilitado que estos lleguen a ver a los
“aguiluchos” como un valor añadido de sus tierras y la escena que ahora contempla “el viajero” y
su compañía sea cada vez más frecuente y fácil de disfrutar.
Finalmente, deciden adentrarse
por el camino que discurre en paralelo al arroyo del Olmo y comprobar las
muchas sorpresas que les aguardan en los paisajes previos a los robledales. Si
ya durante todo el recorrido se ha sentido “el caminante” alejado del cotidiano
bullicio urbano, la soledad se acrecienta al descender al barranco, arrullado
por el susurro meloso de la corriente lánguida de agua y bajo la galería arbolada
de álamos temblones, cada vez más raros de ver, rebollos que dejaron atrás el bosque, arces
campestres, espinos albares, zarzales o clemátides, la paz se adueña del ánimo
de los visitantes, con el suelo oculto por una gran variedad de hojas secas, helechos y
adornado por manos de orfebre, ahora con violetas, hepáticas y preciosos y
llamativos macizos de prímulas,… resulta fantástico... Es difícil pedir más.
Pues bien, todavía hay más, un ambiente amenizado por la virtuosa orquestina
local, que la forman la recién llegada curruca capirotada, el pinzón real, el
mirlo,… o los carboneros, ellos se atreven con los instrumentos de viento, y el
cuco, alejado, espera la llegada de las codornices a los sembrados para
completar los efectos de la percusión… ¿Se le puede pedir más a un paisaje,…
con minúsculas?
Planos del recorrido: tómalos como una referencia y no te importe perderte por los numerosos camino que recorren estas planicies cerealistas o adentrarte por ellos,siguiendo el cauce de los barrancos en los frondosos robledales que rodean a Morales y Corporales...