sábado, 24 de mayo de 2014

Isasa, un jardín de montaña en Rioja Baja




Peña Isasa, muchos la ven y pocos la pasan”, así rezaba el refrán, presto en la boca de los paisanos, al aludir a esta montaña tan presente, junto al más lejano Moncayo, en los paisajes y el sentir popular de las comarcas del Cidacos, Alhama y Linares.  Siempre estuvo este pico, un poco solitario y apartado, envuelto en las nieblas intemporales de las leyendas, impregnado de  misterio e incertidumbre, no en vano aparecen en ellas personajes que se prestan a ello, como el “Forzudo Sansón”, responsable de la presencia en la cumbre de las rocas ciclópeas que la forman, la “Reina Isasa” y su hermana “Gatún” que modelaron a fuerza de celos y magia la morfología pétrea de este territorio,… incluso había quien situaba en sus proximidades “…una de las puertas del infierno”, acaso pensáis que el hecho de brotar en su entorno las aguas ardientes de Arnedillo o las sulfurosas (huelen a azufre, a huevos podridos…) de Grávalos o la Pazana, respondían a otra cosa… que la cercanía del averno ¿Para qué iban a pasar por allí…? 

En la actualidad este rincón montañoso, pastoreado, desforestado y reforestado posteriormente, con numerosas pistas forestales y cortafuegos, viejos caminos medio perdidos,  sendas, veredas y trochas apenas transitadas, casi en exclusiva por el ganado o la  fauna salvaje,… que no goza de protección suficiente, la que debieran garantizarle los gestores del territorio, ni tampoco del respeto y cuidado de los usuarios que la disfrutan, guarda, sin embargo un buen número de valores naturales, geológicos, etnográficos o paisajísticos que “el viajero” tiene ganas de recorrer hoy con vosotros.

El conoce Peña Isasa en casi todas sus versiones, pues desde Villarroya, Ítaca para “el viajero”, la tiene siempre presente y sus reiteradas ascensiones, que mantienen a punto su estado físico, le han permitido descubrir sus encantos. Por ello ha partido de esta población con la esperanza de encontrar, en el camino elegido esta mañana, las imágenes de voluptuosos jardines enrocados que permanecían idealizados en su retina y  hacía ya algunos lustros que no veía florecer en su esplendor, debido bien a las insistentes sequias  sucesivas o las excesivas lluvias del último año. Ha dejado atrás el empalme de la LR-123 y tomado la LR-487 que lleva a Muro de Aguas, no ha transitado todavía un kilómetro por ella y toma ya una pista descarnada que nace en un recodo desdoblado de la carretera. Comienza a subir por ella en silencio, este repecho justo al comienzo, siempre se le atraganta, más la profusa floración de tomillos entremezclados con falsos junquillos (aphylantes monspeliensis), sus pequeñas flores azuladas dulces y comestibles, ligeramente cerradas todavía, dan un aspecto jaspeado, con tonos blanquecinos y verdeazulados, al suelo pedregoso, hacen más distraída la cuesta arriba y le permiten acrecentar su confianza, “el caminante” espera encontrar hoy aquellos preciosos rincones que recuerda ajardinados con la anarquía propia de la natura. Una sucesión de pronunciados repechos ondulan la bella panorámica que debe recorrer, en ella la senda se dibuja con intermitente nitidez hasta llegar a Peña Isasa, y se aprecia cómo, la misma, discurre próxima a los precipicios que se descuelgan, abruptos en ocasiones, hasta el Valle de Turruncún, por el que fluye (dependerá del capricho de la meteorología) el Arroyo de la Mina (fueron varias las minas de carbón explotadas entre Turruncún y Villarroya). 

Los gamones (asphodelus albus) sobresalen ahora de los tomillos y los primeros piornos azules (erinacea anthylus), conocidos también como “cojín de monja” o “asiento de suegra”, puedes imaginarte el porqué de su nombre popular… Estas liliáceas envaradas cuyas flores blancas resultan muy atractivas, pura golosina, para los abejorros y en especial para el mayor de ellos, el abejorro carpintero (xylocopa violacea), dardos de color azabache que las asaetaban con glotona delicadeza. Camina ahora ya ligero en el rellano,  por un jardín abierto y montaraz, para adentrarse enseguida en el término de Navalillo donde llaman su atención los esponjados almohadillones, amarillos y pinchudos, de las genistas (genista mugronensis) salpicados con los erizones de piornos azules, que se prodigan en el borde del camino, ascienden laderas arriba y tapizan el suelo bajo los pinos de repoblación, un sugestivo festín de formas y colores…


Ha llegado a un collado poco definido, sin bautizar, donde el amplio camino que traía comienza su descenso, allí, toma una senda que sube en dirección noroeste al encuentro de los cortados rocosos a los que se asoma con frecuencia “el viajero” y se recrea con las sorprendentes estampas que se disfrutan desde esos privilegiados miradores, adornados de manera magistral por la arbitraria primavera. La visión que tiene ahora de Peña Isasa es, probablemente, su más bello perfil y hoy tiene su mejor momento, el que desearía como foto de presentación... Mas, también reclaman su atención, como siempre que llega hasta allí, la franja de terreno que desde el pie de los farallones calizos, donde residen los buitres leonados, el búho real, el halcón peregrino, el cernícalo común, el roquero solitario, los aviones roqueros o el culirroyo entre otros, a la par que una particular comunidad botánica, una pedriza suelta, de canto menudo, que desciende hasta los pinares, un espacio ocupado, como lunares sin orden, por pudios (rhamnus alpinus) y guillomos(amelanchier ovalis), y donde es frecuente sorprender, desde las alturas discretas, a corzos, jabalís o zorros sesteando a la sombra en días de calor o en la piedra caliente por el sol, los de frio… 

Ha tomado resuello “el caminante” antes de enfrentar el último repecho exigente que le queda hasta la cumbre, un cuarto de hora de pasos cortos y mirada al suelo,… puede que ahora encuentre algún anmonite, terebrátula o rinchonella, habitantes marinos de hace 120 millones de años,… fosilizados y frecuentes en este paseo… Con la respiración entrecortada,… y apenas sin darse cuenta, ha llegado al Alto de la Cabezuela (1.403 m.). Otra pequeña parada y un nuevo respiro, la panorámica y él se lo merecen,…

Enseguida prosigue la ruta, le quedan tan solo diez minutos de subida, menos fatigosa que la resuelta, para tocar el poste geodésico de Peña Isasa (1.472 m.), el centro y cúspide de este hermoso jardín de montaña que hemos recorrido, un jardín sin amaestrar, donde las ciclópeas calizas cortadas a cuchillo comparten protagonismo con los piornos azules o el amarillo intenso de las genistas, donde los pudios con sus hojas recién brotadas y los níveos guillomos en flor hacen de teloneros y algunos tejos (taxus baccata), protagonistas verdes durante el invierno, pasan ahora a ser tramoyistas de este espectacular escenario ajardinado… Se toma ahora su tiempo “el viajero” y se pierde en el enigmático laberinto rocoso que resulta la cumbre de Peña Isasa y descubre los cientos de pequeños jardines diseñados por la natura en cada hueco de tierra que encuentra libre, en cada agujero de la roca donde germinó su ingenio o allí donde solo la magia que encierra esta bella montaña hace florecer a las delicadas  espuelillas (chaenorhinum origanifolium)… ¡¡¡Qué buena la preparó El Forzudo Sansón” cuando lanzó aquella peña desde Andosilla…!!!

Adéntrate en este paisaje ajardinado, consulta el mapa y la ruta que siguió "el viajero" para disfrutar de él...


  Algunos protagonistas de este bello paisaje: