Existen paisajes que dan la
sensación de resultar invisibles a los ojos de quienes transitan por ellos o de
los pobladores que, con sus intervenciones arquitectónicas y urbanísticas o los
aprovechamientos agrícolas y ganaderos, los modelan. Nadie habla de ellos, ni
para bien ni para mal, con pasión (…salvo a los cazadores probablemente),
tampoco aparecen en folletos turísticos promocionales de la comarca o en reseñas
sobre espacios naturales de la misma. El maltrato frecuente que padecen
(vertidos incontrolados, tala indiscriminada de árboles, indiferencia
manifiesta ante las necesidades de su moradores naturales,…) a nadie llama la
atención, no aparecen en los informativos radiofónicos o televisivos, ni
tampoco en prensa escrita… Son por contra, a ojos de quien se paran a mirar sin
pasar de largo, discretos remansos de naturaleza donde es posible observar
novedosas adaptaciones vitales a las exigencias que impone el territorio que
conforma ese paisaje invisible,… y llegan en días como los presentes, que
recibimos la visita nada extraña en estas fechas de una Ola de frío Polar o
Siberiano, a dejarte pasmado,… quedas boquiabierto al admirar su belleza
escondida, que hoy se significa todavía más con la nieve. El “Tamarizal de Ausejo”, el paisaje con
minúsculas que quiere poner en valor “el viajero” en esta columna, es uno de
esos paisajes invisibles…
Ocupan los tamarices una suerte
de espacio triangular cercano a las trescientas hectáreas, entre los municipios
de Alcanadre y Ausejo, por cuya base hacia el sur recibe de Sierra la Hez, hoy
luce gallardo el Cabimonteros
(1.388m.) su mayor cumbre, las aguas que labran en estas tierras arcillosas y
salobres un haz de temblorosas barranqueras poco profundas, como las de “Escarrillo”, “Valdraces”, “Endirilla” o
“Henar” que confluirán en el término
de “La Laguna” y darán lugar a partir
del puente que hay en el Km. 5 de la carretera LR-260 al “Barranco del Río Madre” que atraviesa Alcanadre y sus huerta en
busca del Ebro. Un paisaje que hoy “el viajero”, por las especiales condiciones
climáticas y la falta de un camino bien definido que lo recorra, os invita a
conocer caminando alrededor de cinco kilómetros, desde el mencionado puente,
por la carretera LR-348 en dirección a Ausejo. Si os adentráis por los
frecuentes caminos existentes para dar servicio a las tierras cultivadas, encontraréis acceso a los pequeños bosquetes
de tamarisco (Tamarix gallica) que
siguen el discurrir de los cursos de agua…
Transcurrido un periodo breve de
tiempo, apenas hemos recorrido medio kilómetro, junto a los restos de una
construcción en el orillo izquierdo de la carretera, una loma asequible con un
pequeño esfuerzo, que nombran como “Altillo
de los carros” os permitirá disfrutar de un mirador privilegiado de este
interesante paisaje humanizado: fincas agrícolas festoneadas por los
tamarizales, venas hídricas de este territorio, salobrales cubiertos de
carrizos donde sobrevuelan algunos milanos
reales y posiblemente un aguilucho
lagunero, majadales propios de estas tierras, pastos de tomillares y esparteras que daban
particularidad a las carnes de corderos
y cabritos… Se detiene finalmente la
mirada en la atalaya que domina este espacio, la población de Ausejo, un
conjunto urbano que resulta atractivo por su ubicación, con mucha historia pero
difícil de descubrirla en sus calles. Destaca la Iglesia Parroquial de Santa
María en su altivo perfil y apenas nada queda de su disputado castillo.
Proseguid por la carretera hasta
llegar a mano izquierda a alguna de las sendas que permiten acercarse a los
tamarizales: recread la mirada en el paciente ejercicio de equilibrio que los
copos de nieve o las minúsculas gotas
heladas llevan a cabo sobre las melindrosas y flexibles ramillas del tamariz,
esconden así su famélica desnudez invernal que se tornara sonrosada y dulzona
con la floración primaveral, así se muestran, también ahora, atractivos y
sugerentes.
Internaros en los pequeños bosquetes de enmarañada galería que
forman estos árboles austeros, que son capaces soportar condiciones muy
desfavorables de humedad incluso en tierras salinas,… andad con cuidado, es
fácil meter la pata o resbalar… Pero no dejéis de hacerlo, no hay peligro…
Emboscaros, pasad desapercibidos en este laberíntico refugio natural de ramas
retorcidas y riachuelos,… y observad pacientes,… la vida animal se desplegará
cautelosa a vuestro alrededor: es posible que podáis descubrir a la escurridiza
agachadiza, o al estirado archibebe que bajan ahora del norte de
Europa con las olas de frío habituales en esta época del año… El miércoles,
pudo “el viajero” incluso asustarse con el vuelo inesperado de un pequeño grupo
de avefrías, de visita como las anteriores,
gozar de la visión de petirrojos,
mosquiteros, chochines o lavanderas,…
o deleitarse con el canto melancólico del ruiseñor, no podía creer que ya
estuviese aquí,… fue breve, nítido y
precipitado,… pero ya estaba en este abrigado rincón invernal…
De vuelta a la carretera, estad
atentos a la presencia de una caseta de labranza situada a la derecha, habéis
caminado unos dos kilómetros y medio, pues bien, a unos noventa metros de la
chabola, en una acequia de regadío, el Tamariz
de Matacanal, acariciad su áspera y agrietada corteza con edad cercana a
los cien años, agradecido seguro que tiene jugosa historias que contaros…
También se dice que el “mana” que alimentaba a los hebreos en el Desierto del
Sinaí, era una sustancia azucarada obtenida de una variedad de tamariz como
consecuencia de la picadura de una cochinilla,… todavía es recolectado en
Oriente Medio y vendido en los mercados… Es este un árbol bíblico, Abraham
plantó un tamarisco para acoger dar sombra y frescura a los fatigados caminantes
que atravesaban el desierto (Génesis 21, 25)… En seguida, llegareis a otro
puente en la carretera ahora para salvar el “Barranco de la Madre de Escarrillo”, en su entorno un conjunto de
construcciones agrícolas o ganaderas, arruinadas unas junto a otras todavía en
producción, forman el “Caserío de
Almandegui” testigos fieles de la intervención humana en este paisaje, nada
importa como afecten al mismo las formas constructivas utilizadas o el abandono
de maquinarias o materiales inútiles,…
el impacto visual que ocasionan es abrumador. A nadie le importa que este paisaje sea feo,… es un paisaje invisible.
Para sosegar su irritación, antes
de cruzar el puente, remonta “el viajero” campo a través el citado barranco por
el borde superior de la pequeña cárcava,… descubre allí una preciosa imagen que
intenta plasmar en una bella fotografía, logra así apaciguar el ánimo perdido,…
y os invita a descubrir en el tramo de
carretera que resta nuevos rincones que os harán reflexionar sobre la
invisibilidad del Tamarizal de Ausejo.
No te muestra hoy "el viajero" un camino concreto, piérdete en este paisaje con este mapa y las sugerencias del texto...
El Tamarizal de Ausejo es un paisaje invisible que merece la pena... mirar.