sábado, 7 de febrero de 2015

En el tamarizal nevado canta el ruiseñor



Un laberíntico refugio natural de ramas retorcidas y riachuelos


Existen paisajes que dan la sensación de resultar invisibles a los ojos de quienes transitan por ellos o de los pobladores que, con sus intervenciones arquitectónicas y urbanísticas o los aprovechamientos agrícolas y ganaderos, los modelan. Nadie habla de ellos, ni para bien ni para mal, con pasión (…salvo a los cazadores probablemente), tampoco aparecen en folletos turísticos promocionales de la comarca o en reseñas sobre espacios naturales de la misma. El maltrato frecuente que padecen (vertidos incontrolados, tala indiscriminada de árboles, indiferencia manifiesta ante las necesidades de su moradores naturales,…) a nadie llama la atención, no aparecen en los informativos radiofónicos o televisivos, ni tampoco en prensa escrita… Son por contra, a ojos de quien se paran a mirar sin pasar de largo, discretos remansos de naturaleza donde es posible observar novedosas adaptaciones vitales a las exigencias que impone el territorio que conforma ese paisaje invisible,… y llegan en días como los presentes, que recibimos la visita nada extraña en estas fechas de una Ola de frío Polar o Siberiano, a dejarte pasmado,… quedas boquiabierto al admirar su belleza escondida, que hoy se significa todavía más con la nieve. El “Tamarizal de Ausejo”, el paisaje con minúsculas que quiere poner en valor “el viajero” en esta columna, es uno de esos paisajes invisibles…


Ocupan los tamarices una suerte de espacio triangular cercano a las trescientas hectáreas, entre los municipios de Alcanadre y Ausejo, por cuya base hacia el sur recibe de Sierra la Hez, hoy luce gallardo el Cabimonteros (1.388m.) su mayor cumbre, las aguas que labran en estas tierras arcillosas y salobres un haz de temblorosas barranqueras poco profundas, como las de “Escarrillo”, “Valdraces”, “Endirilla” o “Henar” que confluirán en el término de “La Laguna” y darán lugar a partir del puente que hay en el Km. 5 de la carretera LR-260 al “Barranco del Río Madre” que atraviesa Alcanadre y sus huerta en busca del Ebro. Un paisaje que hoy “el viajero”, por las especiales condiciones climáticas y la falta de un camino bien definido que lo recorra, os invita a conocer caminando alrededor de cinco kilómetros, desde el mencionado puente, por la carretera LR-348 en dirección a Ausejo. Si os adentráis por los frecuentes caminos existentes para dar servicio a las tierras  cultivadas,  encontraréis acceso a los pequeños bosquetes de tamarisco (Tamarix gallica) que siguen el discurrir de los cursos de agua…


Transcurrido un periodo breve de tiempo, apenas hemos recorrido medio kilómetro, junto a los restos de una construcción en el orillo izquierdo de la carretera, una loma asequible con un pequeño esfuerzo, que nombran como “Altillo de los carros” os permitirá disfrutar de un mirador privilegiado de este interesante paisaje humanizado: fincas agrícolas festoneadas por los tamarizales, venas hídricas de este territorio, salobrales cubiertos de carrizos donde sobrevuelan algunos milanos reales y posiblemente un aguilucho lagunero, majadales propios de estas tierras, pastos de  tomillares y esparteras que daban particularidad a las carnes de  corderos y cabritos… Se detiene  finalmente la mirada en la atalaya que domina este espacio, la población de Ausejo, un conjunto urbano que resulta atractivo por su ubicación, con mucha historia pero difícil de descubrirla en sus calles. Destaca la Iglesia Parroquial de Santa María en su altivo perfil y apenas nada queda de su disputado castillo.


Proseguid por la carretera hasta llegar a mano izquierda a alguna de las sendas que permiten acercarse a los tamarizales: recread la mirada en el paciente ejercicio de equilibrio que los copos de  nieve o las minúsculas gotas heladas llevan a cabo sobre las melindrosas y flexibles ramillas del tamariz, esconden así su famélica desnudez invernal que se tornara sonrosada y dulzona con la floración primaveral, así se muestran, también ahora, atractivos y sugerentes.



 Internaros en los pequeños bosquetes de enmarañada galería que forman estos árboles austeros, que son capaces soportar condiciones muy desfavorables de humedad incluso en tierras salinas,… andad con cuidado, es fácil meter la pata o resbalar… Pero no dejéis de hacerlo, no hay peligro… Emboscaros, pasad desapercibidos en este laberíntico refugio natural de ramas retorcidas y riachuelos,… y observad pacientes,… la vida animal se desplegará cautelosa a vuestro alrededor: es posible que podáis descubrir a la escurridiza agachadiza, o al estirado archibebe que bajan ahora del norte de Europa con las olas de frío habituales en esta época del año… El miércoles, pudo “el viajero” incluso asustarse con el vuelo inesperado de un pequeño grupo de avefrías, de visita como las anteriores, gozar de la visión de petirrojos, mosquiteros, chochines o lavanderas,… o deleitarse con el canto melancólico del ruiseñor, no podía creer que ya estuviese  aquí,… fue breve, nítido y precipitado,… pero ya estaba en este abrigado rincón invernal…



De vuelta a la carretera, estad atentos a la presencia de una caseta de labranza situada a la derecha, habéis caminado unos dos kilómetros y medio, pues bien, a unos noventa metros de la chabola, en una acequia de regadío, el Tamariz de Matacanal, acariciad su áspera y agrietada corteza con edad cercana a los cien años, agradecido seguro que tiene jugosa historias que contaros… También se dice que el “mana” que alimentaba a los hebreos en el Desierto del Sinaí, era una sustancia azucarada obtenida de una variedad de tamariz como consecuencia de la picadura de una cochinilla,… todavía es recolectado en Oriente Medio y vendido en los mercados… Es este un árbol bíblico, Abraham plantó un tamarisco para acoger dar sombra y frescura a los fatigados caminantes que atravesaban el desierto (Génesis 21, 25)… En seguida, llegareis a otro puente en la carretera ahora para salvar el “Barranco de la Madre de Escarrillo”, en su entorno un conjunto de construcciones agrícolas o ganaderas, arruinadas unas junto a otras todavía en producción, forman el “Caserío de Almandegui” testigos fieles de la intervención humana en este paisaje, nada importa como afecten al mismo las formas constructivas utilizadas o el abandono de maquinarias  o materiales inútiles,… el impacto visual que ocasionan es abrumador. A nadie le importa que este paisaje sea feo,… es un paisaje invisible.



Para sosegar su irritación, antes de cruzar el puente, remonta “el viajero” campo a través el citado barranco por el borde superior de la pequeña cárcava,… descubre allí una preciosa imagen que intenta plasmar en una bella fotografía, logra así apaciguar el ánimo perdido,… y os invita  a descubrir en el tramo de carretera que resta nuevos rincones que os harán reflexionar sobre la invisibilidad del Tamarizal de Ausejo.
























No te muestra hoy "el viajero" un camino concreto, piérdete en este paisaje con este mapa y las sugerencias del texto...


El Tamarizal de Ausejo es un paisaje invisible que merece la pena... mirar.