miércoles, 8 de marzo de 2017

En Ordoyo, ya, no se escucha el silencio (2ª Parte)







Han transcurridos algunos años de los hechos descritos, como anoté al comienzo de la (1ª Parte), y ahora en mis frecuentes paseos por este paisaje, compruebo que los cambios acontecidos han sido muchos y de índole muy variado. Algunos, como la limitación de la circulación por numerosas pistas, o las figuras legales con que se han protegido algunos espacios de este singular territorio, han favorecido la recuperación parcial de diferentes ecosistemas. También el refuerzo de la presa de tierra que corta el curso natural de la Yasa de Ordoyo, ha permitido la formación de una balsa estacional y facilitado la consolidación de un sistema semipantanoso, frecuente antaño cuando las lluvias eran más generosas, ello  ha permitido el regreso a la zona de especies querenciosas de estos humedales y facilitado el acceso al agua de los habitantes de los ecosistemas circundantes. Otros, por contra, sería discutible valorar cual ha sido su aportación al desarrollo sostenible de Ordoyo y su entorno:
  

¿Cómo valorar la extensa plantación de viñedo, aproximadamente 100 hectáreas, entre la llanada central y las lomas de la Sierra Gatún…?

Sin duda ha supuesto la pérdida de terreno de encinar, monte bajo y, la mayor parte, tierras dedicadas al cultivo de cereal. Sin embargo se ha introducido en el paisaje nuevas texturas dada la singularidad de las plantaciones de viñedo,  se ha enriquecido la paleta cromática del mismo, añadiendo  una  gran variedad de tonos verdes, a los ya existentes, durante la primavera y el verano y, aporta como novedad, pardos, rojos y amarillos en el apagado paisaje  otoñal. Además supone, sin duda, una rica fuente de alimento y refugio para diferentes especies de aves y mamíferos.



  
¿Cómo justificar la apabullante instalación de aerogeneradores en los perfiles elevados que lo rodean…?

Primero fueron los molinos que coronaron la línea de cumbres de la Sierra de Yerga, que por la novedad de planteamiento, fue la primera instalación de este género en la Rioja, como producción de energía  alternativa a los combustibles fósiles, pudo verse como un mal menor y la señalada herida en el paisaje, como un tributo que se podía pagar en pos del mantenimiento de esta sociedad de bienestar, abundancia, consumo y derroche, que tan orgullosamente mantenemos. No quisimos escuchar las afirmaciones, exultantes de esperanza, de Don Quijote:
… porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o poco más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos  comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
_ ¿Qué gigantes? _ dijo Sancho Panza.
_ Aquellos que allí ves de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

 Y prestamos oídos a las sensatas palabras de Sancho cuando aseguraba:
_ Mire vuestra merced  que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ello parecen brazos son las aspas,…

Qué importancia podía tener si soplaba el aire que por estas tierras llaman “navarrico” e incluso “bochorno”, un distante murmullo, constante y repetitivo se adueñase de nuestro pensamiento, como sin querer hacerlo…




A continuación, en varias fases, fueron las lomas de la Sierra Gatún, prácticamente desde la misma Peña, las que se poblaron de los estirados gigantes tribraquiales. Tenían doble potencia y más altura que los anteriores, agitaban sus aspas  a ritmo cansino y de manera casi permanente. Y nosotros seguimos sin hacer caso al bienintencionado Hidalgo cuando respondía a Sancho:
 _ Bien parece   que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

 Perdimos la ocasión de enfrentarnos, probablemente por miedo a entablar con ellos… fiera y desigual batalla,  cuando todavía eran pocos e inexpertos, ahora, los gigantes, prolíficos y muy productivos sobre todo para algunas entidades financieras e industriales, dominan las alturas que rodean Ordoyo y el Carrascal de Villarroya.            Cuando el viento se vuelve “cierzo”, hecho frecuente, aunque este se muestre tímido o sin intenciones, arranca el movimiento braquial de los gigantes alrededor de sus aflautados talles y comienza el ulular apagado de sus monótonas voces. La canción no  modula cambios en su escala de tonos, ni siquiera para diferenciar si son diurnos o nocturnos, su permanente estribillo acompaña, sin complejos, cada paso, cada suspiro, cada sueño que transita o habita este territorio.

Y por si este panorama audiovisual no era aún suficientemente inquietante, a finales de septiembre, de hace un par de años, tuvo lugar un encuentro fortuito y muy clarificador. Esperábamos junto a la balsa de Ordoyo el más que probable regreso de una cigüeña negra, un ejemplar solitario, posiblemente en tránsito desde algún país del noroeste europeo a los humedales africanos, que había encontrado en este tranquilo rincón el lugar idóneo para descansar y alimentarse durante su fatigoso viaje, que habíamos avistado la tarde anterior y esa mañana temprano. Se juntó a nuestro pequeño grupo de espera, Orlando, otro pastor de paisajes, conocedor y amante de los mismos. Tuvimos un intercambio de opiniones rico y ameno, hablamos de lo humano y lo divino en referencia al desarrollo sostenible del conjunto de poblaciones y ecosistemas. Destacare de la interesante conversación un tramo de la misma, no por su singularidad o importancia respecto al resto sino por la referencia que hacía a la proliferación de aerogeneradores en el entorno que compartíamos. Nos habló de los rumores, de las medias verdades, de los posibles intereses, que en los Mentideros de la Corte empezaban a escucharse acerca de la instalación de un nuevo parque eólico, precisamente en las lomas situadas al sur de “La Pellejera”, detrás de los cortados rocosos que han sido escenarios de parte de esta narración. Sentimos un fuerte varapalo, como le ocurriera al dispuesto caballero en el mencionado entuerto de los molinos:
 … y dándole una lanzada en el aspa, la volvía el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. 



 
El anuncio de esa posibilidad quebró nuestro ánimo, pues a pesar de todo, a lo largo de este tiempo, en cada nueva observación o paseo, hemos tendido a ver signos de recuperación del entorno natural, elementos de esperanza para la consecución de un desarrollo sostenible y equilibrado de las comunidades humanas, animales y vegetales que habitan en él. Parece ser que este proyecto quedó archivado en algún cajón y espero que nadie lo rebusque…

A  pesar de todo no podía quedarme en el desánimo y los lamentos, era necesario, como hiciera Don Quijote, mantenerse dispuesto a buscar nuevas formas de enfrentarse a los gigantes, y como él, confiar en que… han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.

¿Cómo aceptar que en Ordoyo, ya, no se escucha el silencio?

Que la singular Sonata para Silencio es difícil de escuchar, a pesar de que el Solista acude cada año a la cita, pero acompañado ahora del ulular apagado de los gigantes tribraquiales que puede llegar a escucharse de forma casi permanente en este espacio tan singular. Resulta inevitable pensar que el auténtico valor de un paisaje no reside en la belleza del mismo, en su singularidad o en la rica biodiversidad que en él se encierra, pues todo ello no se dudara en sacrificarlo cuando intereses políticos o económicos así lo requieran; revestido probablemente como una forma de progreso e incluso de protección del medioambiente. Para empezar, era obligado contar esta historia.

Si además lograse que tus pasos recorran estos caminos y sientas algunas de las sensaciones que he tratado de trasmitir, entonces llegaras a querer estas tierras y nos encontraremos en ellas para evitar que este paisaje pierda su valor… Ordoyo merece un hueco en tu Cofre para paisajes.