Un paisaje del pasado que mira al futuro
Fue el Chott el Dejerid el
primer salar con el que tuve contacto, y la que entonces me pareció una llanura
salina interminable, especular en ocasiones según épocas y tramos horarios, me
dejo perplejo, más de 5.000 Km2 inmaculados entorno a la carretera, trazada con tiralíneas, entre
los recomendables oasis de Tozeur y Kebili. Esta porción del Mediterráneo que quedó atrapada en Túnez, entre el
desierto de piedra y el de arena, es un espacio de libertad visual donde la
mirada retoza melosa y sin cortapisas en la trama uniforme, sin fin, del tapiz
algodonoso en el que se proyectan espejismos verosímiles y caprichosos.
Años más tarde,
tras recorrer a pie el sugestivo territorio del Altiplano Boliviano de Laguna
Blanca, Laguna Verde o Laguna Roja, seguimos adentrándonos en un desvencijado todoterreno
por el apabullante desierto de Atacama, íbamos al encuentro del reconocible
desde el espacio Salar de Uyuni. Son 10.582 Km2
de infinita planicie blanca, a 3.656 m. de altitud, que
sobrecogen y empequeñecen al viajero, mas a pesar de todo se adentra en él y se
deja atrapar en la interminable red de urdimbre poligonal repujada sobre la
superficie salina… No en vano para los antiguos pobladores de estos viejos
paisajes, Chipayas primero y Aimaras más tarde, fueron estos territorios de
culto, de mitología, que les permitía
dar explicación a este espacio mágico y poderoso. Así los nombres de Tunupa,
Cosuña, Kusina,… o Chillina (volcanes sobresalientes del Salar) responden a los
que recibían mujeres, hombres o dioses que convivían en las leyendas de estos
pueblos, personajes que respondían al amor, a los celos, a la envidia o la bondad
como ellos… No es extraño pues entender que las copiosas lágrimas derramadas
por Tunupa, mujer joven, hermosa y adornada de virtudes, por la pérdida de su
esposo, un dios con poderío, y de su hijo todavía infante, unidas a la leche
materna que brotaba desaprovechada de sus pechos, diese como resultado la
formación del Salar de Uyuni, un espacio único en la tierra. Allí, en tierras
bolivianas, escuché por primera vez los versos que Pablo Neruda dedicó a la sal
(1):
Esta sal
del salero
yo la vi en los salares.
Sé que
no
van a creerme,
pero
canta,
canta la sal, la piel
de los salares,
canta
con una boca ahogada
por la tierra.
……..
Las mismas que
ahora leíamos en el muro de la casa solariega donde tomábamos café, en la
población Alavesa de Añana, antes de visitar las salinas de interior más
importantes de Europa. Fueron 120 hectáreas repartidas en unas 5.000 eras
rectangulares o trapezoidales, entre 10 y 20 por “granja”, pues como las granjas, la sal precisa de cuidados
esmerados y conocimiento de los tiempos y las condiciones óptimas para
desarrollarse y ser de provecho. Os resultará fácil encontrar información
contrastada sobre el origen de esta estructura geológica denominada diapiro ,
que tienen su génesis en la desecación de un mar interior de hace 200 millones
de años y posibilita la existencia de los manantiales de salmuera de Santa
Engracia, la Ontana, El Pico, o Fuentearriba y por ende del Valle Salado de
Añana.
También sobre el
devenir histórico de este paisaje humanizado serán numerosas las referencias
documentales a las que podréis acceder para conocerlo. Existe constancia de su
ocupación en la época neolítica, mas serán los romanos los que inicien una
explotación sistemática de los manantiales, posiblemente desde la fundada
ciudad de Salionica , citada por Tolomeo. Durante toda la edad media, reyes,
condes y eclesiásticos litigaron por el control de las salinas; finalmente la
corona, entre los siglos XVI a XIX, estableció un monopolio sobre la
explotación de todas las salinas del reino. Alcanzarán gran relevancia hasta
los años 60 del siglo XX, cuando la elaboración artesanal entra en crisis, como
consecuencia de la gran demanda y la posibilidad técnica de la obtención por otras
fuentes y medios más abundantes y rentables. Así, en apenas 40 años, el
abandono de las eras de producción de sal ocasiono la ruina de una parte del
Valle de Añana.
A partir de aquí
pretendo poner en valor este peculiar paisaje alavés en recuperación gracias a
la tenacidad manifestada por la Fundación Valle Salado de Añana, que ha logrado
evitar que caiga en el olvido, empujado por la falta de rentabilidad de las
salinas, y que desaparezca por los daño que infringe en construcciones y
materiales, tras el abandono, el tiempo y las corrosivas caricias de la sal.
Fundación que ha logrado una sucesión progresiva de objetivos abalados por el
reconocimiento de diferentes instituciones regionales, estatales y europeas.
Este paisaje colmado de atractivos, visuales,
táctiles y muy sabroso es, en sí mismo, un documento histórico que nos cuenta
con “salero” y sin palabras, los avatares de este territorio tan ligados a los
denuedos de sus gentes. Pobladores afanados en el modelado del terreno para
lograr un uso apropiado del mismo, mediante aterrazamientos con tapias de
piedra y madera de las laderas del Río Muera; preocupados por el desarrollo de
técnicas y materiales que les permitiese extraer de la salmuera que brotaba de
los manantiales (con una concentración salina de 200 g/l similar a la del Mar Muerto)
el oro blanco que dio riqueza y prosperidad al Valle.
Impresiona
ya la contemplación de eras recuperadas,
menos de la décima parte de las 5.000 existentes en su día, y no le resulta
difícil intuir cual sería el efecto causado si esta ingente labor se completase
en su totalidad… ¡¡¡Formidable…!!! Cuando recorres el espacio acompañado de la
guía, escuchas sus explicaciones y observas de cerca cada detalle de este
paisaje alucinante, aumenta tu admiración y acabas por reconocer que estás ante
un paisaje especial.
Se
estructura el valle en terrazas de piedra y la construcción, en ellas, de las
eras se llevaba a cabo con madera de pino silvestre, pues este material envejece
bien al contacto con la sal, y suelos de arcilla y cantos rodados, un espesor
de unos 15 cm., recubierto en superficie
por 4-5 cm. de arcilla fina que permitía contener sin perdidas la delgada capa
de salmuera, apenas cubría los dedos de los pies, y tras la oportuna
evaporación, la separación de la sal teñida de un ligero tono sombrío. Para
evitarlo, ya en época moderna, se recurrió
al cemento, más su convivencia con los demás materiales no era buena, las
grietas resultantes obligaban a renovar la capa, para evitar el grosor y la
pesadez de los suelos, y generaban abundantes residuos, escombreras que pueden
encontrarse esparcidas en el entorno de las salinas. En la recuperación actual
se torna a la arcilla con canto como base del suelo pero cubiertas con losas
delgadas de piedra y arcilla fina en las uniones, con un resultado técnico muy
satisfactorio y efecto visual excelente.
No
se puede pasar por alto el sistema de conducción de la salmuera mediante “royos” (canales de madera), desde el
manantial de Santa Engracia, el principal, salía como en la actualidad un canal
único hasta “el partidero”, arqueta
trapezoidal de madera con doce pequeños orificios en cada uno de los dos lados
oblicuos, iguales y equidistantes, que dan lugar al nacimiento del “Royo de Suso”, que surtía de agua
salada las “granjas” de la margen izquierda, y del “Royo Quintana” que abastecía de salmuera “los pozos de almacenaje” de la derecha, que luego los “trabuquetes” (2) ayudaban a verter en las “eras”.
Resulta
muy gratificante descubrir cundo transitas por las sendas y pasarelas
habilitadas en el recorrido de Valle Salado todos los elementos anteriormente
mencionados, el sinfín de “royos” que
mueren unos en otros y por los que circula calmada y sin pausa la salmuera,
canaletas de pino ahuecado y escarchadas en las canículas del verano, de las
que penden sin caer lagrimas desatadas, detenidas, la “sal de chuzos” de
excelente calidad.
Los
salineros conocen los tiempos de la salmuera y las técnicas en el manejo del “rodillo” para movilizarla, logran así
sacar de ella, durante un periodo corto de tiempo, la exigente “flor
de sal”, la de mayor calidad. No en vano algunos de los más afamados
restaurantes de España tienen reservada su producción en una de las “eras”
como lo atestiguan sus logotipos en las mismas. Será después de esta minuciosa
labor cuando procedan a la extracción de la “sal de mota”, de gran
calidad y destinada igualmente a la gastronomía.
Regresábamos
hacia el Palacio de Añana, donde íbamos a comer junto a un espléndido mirador,
y el pensamiento seguía inmerso en el paisaje salino aterrazado, descolgado
sobre el Arroyo Muera, y se perdía mucho más lejos, en los salares tunecinos o
bolivianos,… y tornaban de nuevo los versos de Neruda:
……….
Polvo de mar, la lengua
de ti recibe un beso
de la noche marina:
el gusto funde en cada
sazonado manjar tu oceanía
y así la mínima,
la minúscula
ola del salero
nos enseña
no solo su doméstica blancura,
sino el sabor central del infinito.
Notas aclaratorias:
(1) “Oda a la sal”: recogida en el libro publicado
con el título Tercer libro de las Odas en
1957 por el poeta chileno Pablo Neruda.
(2) Trabuquete: localismo utilizado en las
salinas de Añana para nombrar al artefacto que usan para sacar la salmuera de
los pozos de almacenamiento y verterla en las eras. Pequeña grúa de madera que funciona
mediante una palanca básica.
La pasada primavera, por casualidad las descubrí. Nos equivocamos de carretera y quedé asombra, no sabía de qué se trataba. Me pareció muy interesante
ResponderEliminarResulta emocionante descubrir cuantas historias de tenacidad, creatividad y supervivencia cuentan estos paisajes...
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