martes, 5 de febrero de 2013

La Laguna Verde, un paisaje antiguo


Un encuentro que exige una perdida

Hay paisajes que quisiéramos disfrutarlos siempre inalterados o, como mucho, que sufran la evolución natural propia del espacio objeto de admiración. Siempre estaremos tentados de mantener en secreto si podemos, la existencia de estos rincones perdidos en el territorio.
Debido al aislamiento y la dificultad para acceder a estos enclaves, solo unos pocos privilegiados pueden darlos a conocer. Y cuando lo hacen, tienen la idea de ofrecer al interlocutor una información sensible y por tanto la darán de forma selectiva: a ella sólo deben acceder aquellos que valoren los paisajes  como tesoros que se conservan en equilibrio inestable de forma permanente y que acepten, además, que su descubrimiento supondrá un esfuerzo de búsqueda y de perdida, necesarios para valorar la fortuna de estar allí.


 



Uno de estos paisajes desconocidos, poco visitados por los montañeros que transitan por esta Sierra de Cebollera es la Laguna Verde, una esmeralda liquida rodeada de irregulares bloques poliédricos, rocas engarzadas con la urdimbre rizoide de los barbados pinos silvestres. Colosos enfrentados a ventiscas gélidas y copiosas nevadas que han dejado impresas en sus cortezas numerosas y profundas cicatrices, más estos pinos abuelos, anteriores a los bisabuelos más ancianos (el tiempo arbóreo no se corresponde con el humano) nunca tuvieron  que aguantar, encarados, las cerceras que fustigan con saña,  las que hieren con fríos polares,  han encontrado el refugio perfecto al suroeste del Castillo de Vinuesa (2.068 m.), bajo la cresta amurallada que forma la cumbre, se encuentran al abrigo que les ofrece una bufanda de fantasía tramada con adustos pinos negros, que se mestizan al  aproximarse a los pinos silvestres … y se embellecen, y resultan  los rostros más sabios y antiguos de la Sierra de Cebollera.




A salvo de miradas indiscretas, entre las cuotas 1.900 m. y 1.950 m.,  la Laguna Verde oculta tras las leñosas espaldas de los escoltas, mantiene su privacidad, favorecida además, por la ausencia de carteles  y postes orientativos, y la presencia de “hitos” que invitan a la pérdida y mantienen alejados, todavía, a los paparazis de la natura, cada vez más abundantes.
  
La búsqueda, con la esperanza de encontrar el objeto deseado: la vital esmeralda líquida, os motivará. Cuando abandonéis el camino que desde el Puerto de Santa Inés os ha traído a los pies del Castillo de Vinuesa,  descended manteniendo una ligera orientación sureste (… dejad el GPS y atreveros con la brújula y la intuición). Y con la sensación de estar observados de forma permanente, os adentrareis en un paraje quebrado, sin sendas, sin referencias; a sabiendas de que estáis, de alguna manera, en un espacio privado y camináis ante la presencia entre curiosa e indiferente de sus dueños, la centenaria y fantasiosa comunidad arbórea.  

La incertidumbre se querrá adueñar de vuestro ánimo y sólo  la seguridad  de saber que la Laguna Verdes está  allí, entre las musgueras que tapizan el suelo y los bloques rocosos, los líquenes que tatúan los musculosos brazos de los pinos que os acarician una y otra vez,… os hará seguir adelante.

Los pasos os acercan cada vez más al territorio de la nostalgia, de los secretos del pasado, los que quedaron ocultos en los entresijos de la memoria, y que ahora la sensación de pérdida reaviva; el encuentro con vuestros propios fantasmas os puede asustar y resultar turbador, más conocerlos, y ningún lugar mejor que estos viejos paisajes, ayuda a tutearlos y ponerlos a nuestro favor…La Laguna Verde, es todavía un reducto… un templo antiguo de culto a la "diosa naturaleza",... y llegar a conocerla exige su ritual iniciático: la búsqueda y la perdida la habéis experimentado, os queda, si persistís, el encuentro con “Ella”… y vuestros fantasmas…

Escuchareis, llegado el momento, el murmullo del agua que fluye secreta bajo raíces y rocas,… percibiréis un mermado destello líquido que serpentea en las incipientes turberas,… estáis muy cerca. Seguid las estiradas hebras de agua… Aparecerá discreta sin aspavientos,… acogedora (ni muy grande ni pequeña) sensual (… proporcionada y muy sugerente…), misteriosa,… con una pizca de picardía y malas artes –en mi última visita, con la mirada embelesada, acabé con las botas como un charco de ranas-,… preciosa.



Disfrutadla, dejaros atrapar por sus camaleónicas transformaciones de color: de liquida esmeralda a transparente aguamarina, de calidez ambarina a nívea palidez,… dependerá de la estación, la tormenta, la niebla,… o la luna.

Cuando regreséis,… no pongáis marcas para facilitar la senda de encuentro con “Ella”… Estos espacios perdidos están muy bien… perdidos… Y me temo que muy pronto aparecerán rutas señalizadas a la Laguna Verde de Cebollera…Las citas en Internet son, ya, muy numerosas.