La campiña de Fuenmayor te sorprenderá
Los
Paisajes del Vino requerirán compromisos
Es posible que si a estos
paisajes no te ligan motivos emocionales, laborales, enológicos o una partida
de nacimiento, con lo cual es probable que hayas desarrollado un buen número de
lazos afectivos que te unen igualmente a este territorio, no te aventures a
descubrir la sugestiva campiña existente entre Fuenmayor y Logroño. También es
de reseñar que de unos años esta parte son numerosos los ciudadanos, de una u
otra villa, que en su querencia por las prácticas deportivas, correr, andar en
bicicleta, caminar, o bien por recomendación médica, recorren esta liada red
de caminos que ha permitido a muchos
curiosos enredarse en ella y descubrir rincones de gran belleza visual y rico
caudal histórico.
Transita hoy “el caminante”, no
tiene claro si por mantener una actividad física apropiada o por prescripción
facultativa, el llamado popularmente Camino
Viejo de Fuenmayor, que mantenía hasta las últimas renovaciones de firme
algunos tramos enlosados en piedra con factura similar al de las calzadas
romanas, y como tal parecía tenerse en base a lo descrito en las “Vía I y Vía XXXII entre Virabesca y Caesaragusta” del Itinerarium del emperador Marco Aurelio Antonino Basano, conocido como Antonino Caracalla, y que estudios recientes parecen poner en
entredicho, no tanto el discurrir de la misma como los restos materiales
existentes, que parecen deberse a las obras llevadas a cabo por la Real Junta de Cosecheros, a finales del
siglo XVIII, para facilitar el transporte y comercialización de las grandes
cubas con el vino elaborado en la comarca.
Ha quedado atrás la ciudad y se
siente inmerso en un paisaje humanizado dominado por viñas y cereal, salpicado
de espacios llecos en las laderas pendientes y pedregosas, los cabezos de las
lomas o terrenos antaño cultivados, y en ellos arraigan, entre romeros y
coscojas, una rica diversidad de plantas leñosas y aromáticas. En La
Rad, todavía término municipal de Logroño, la panorámica que se despliega
ante él ha cambiado, las viñas son ahora protagonistas indiscutibles del
espacio: un animado oleaje de tonos encendidos se mueve al ritmo de la mirada,
sobrenadan en él, apiñadas y con el único fin de permanecer allí, numerosas
parcelas dibujadas con trazo inseguro por caminos, sendas y ribazos.
Fatigados
guardaviñas observan con hastío el paisaje, evitan desplomarse únicamente por
fidelidad a las manos artistas que los construyeron… Ni uno solo de estos
chozos o cabañas que todavía resisten a diestra y siniestra del Camino
Viejo de Fuenmayor debería desaparecer.
Los pasos recorren ya tierras de
Fuenmayor, mas la vista hace rato que surfea, sin viento, en la jovial y
colorista marea de viñas de los términos de Alabacos o Los Valles y no puede
evitar “el viajero” traer a su pensamiento la candidatura de Los Paisajes del Vino de Rioja a Patrimonio de la Humanidad, la cual no duda en apoyar, pues lleva años
abogando por la salvaguarda de este patrimonio natural, cultural y etnográfico.
Cuando casi nadie hablaba de ello, recuerda con agrado las conversaciones
amigables en los programas de radio de Manolo Gonzalo, Carlos Santamaría y
Lucia Ripa en la Cadena Ser Radio Rioja, en ellos ya defendía la conservación
de las terrazas y ribazos de la parcelación tradicional, de las acequias y
barrancos con sus arboledas, las pequeñas plantaciones de almendros y olivares
para romper la monotonía del paisaje,… de evitar las grandes concentraciones
parcelarias, respetar y potenciar las variedades de vid y la longevidad de los
viñedos,… un patrimonio decíamos que es una inversión de futuro. Premisas todas
ellas que deberán tenerse en cuenta cuando se hable de la candidatura de los Paisajes del Vino de Rioja. Pues bien,
ahora ha decidido el Gobierno de La Rioja, empujado por los pasos dados antes
por el Gobierno Vasco, tomar la iniciativa… “Nunca
es tarde…” como dice el refrán, para tomarse en serio esta gran empresa en la que se ha
embarcado la región… Navegar en un variado y rico mar de viñas que tenemos la
responsabilidad de conservar y respetar en su integridad.
Entre cavilaciones y con la
mirada embriagada por las formas sugestivas y coloristas que disfruta, ha
llegado a un punto del camino en el que debe decidir entre descender a la Villa de Fuenmayor o recorrer la
estirada y estrecha meseta de Los Llanos que la respalda. Se
decanta por lo último y encamina sus pasos en dirección al Río Ebro por un
terreno pedregoso donde pequeñas encinas y ribazos de piedras amontonadas,
procedentes de las parcelas cultivadas, sirven de abrigo y delimitan estas
viñas veteranas. Además, desde ellos, zorros, garduñas y comadrejas acecharán a
mirlos, zorzales y a toda una comunidad de aves que invernan en este territorio y aprovechan la “racima”, como el tejón que también deja
rastro en estos rincones. Las “colgajas”
que pendulean en las cepas son golosinas de alto valor nutritivo que les
permitirán rellenar sus despensas de grasa para afrontar con garantía los fríos
meses venideros.
Aquí algunas viñas casi han perdido la hoja y otras están ya
podadas, hacen sus propietarios caso del refrán que reza “si quieres ver tu viña moza, pódala con hoja”. Es un terreno
agradable de pasear, que incita a asomarse con frecuencia a las laderas
pendientes y asilvestradas que se
descuelgan precipitadas: al este, con vistas al paisaje por el que ha venido “el
viajero”, languidecen algunas plantaciones de almendros y pierden su compostura las paredes de antiguos corrales,…
y como antes comentaba al referirme a chozos y cabañas, es una verdadera
lástima que así suceda, pues estos elementos completan la historia de estas
tierras; por el oeste, el interesante casco urbano de Fuenmayor y su descuidado
entorno reclaman toda la atención. Se le antoja que esa debió ser la visión de
las tropas Napoleónicas, cuando allá por el 1808 se toparon en la noche con el
pueblo ardiendo con violencia por los cuatro costados y con el resuello
entrecortado pasaron de largo sin descender a saquearlo, pues nada debía de
quedar dado el coraje de las llamas… Menor que el que ponían los fuenmayorenses
en avivar las hogueras que habían encendido con todo lo innecesario y con capacidad
de arder, además de ramas verdes que hiciesen humo abundante hasta casi la
invisibilidad… Esta romántica leyenda de “Los
Marchos”, que celebran ahora la tarde noche del 7 de diciembre, es difícil de
confirmar y encontramos datos que apuntan que ya era celebrada con
anterioridad: en 1726 la primera edición del Diccionario de la R.A.E. ya recogía
este término como “Fiesta con hogueras
que celebran en La Rioja…“ o quizás debamos remontarnos a fiestas paganas prerromanas
unidas a la proximidad del solsticio de invierno y acción de gracias por la
recolección de las cosechas… Fuera como fueses, podéis acercaros esa noche, ya próxima,
a la localidad de Fuenmayor y disfrutareis con el ambiente festivo de los “fuchos”, al calor de las numerosísimas
hogueras, con las ricas patatas asadas y un trago de excelente vino de Rioja.
El camino continua en dirección
norte por lo alto de la meseta hasta finalizar los terrenos plantados de cepas,
hubiera querido bajar hasta el río por allí, y no le resultaría extraño
encontrarse por las pendientes tapizadas de matorrales a Sergio, amante y buen
conocedor de esa fauna, la que estudia la entomología, por casi todos olvidada,
pero el caminante se encuentra en lo
alto de un espolón geológico, en la proa de una gran nave varada, que mira al
Ebro con nostalgia del Mediterráneo… Ante la enmarañada ladera y lo dificultoso
que hubiera resultado el descenso, vuelve “el caminante” sobre sus pasos hasta
un destacado cruce de caminos que le permitirá acercarse a Los Valles, el Valloque
o Las
Rozas. Recorrer con calma este territorio le permitirá apreciar su
riqueza cromática, la sucesión alternante de las texturas y la dinámica
distribución de los viñedos enmarcados en naturalizados espacios baldíos y se
sentirá bien inmerso en este espacio humano y acogedor.
Estos paisajes pueden llevarnos
en algunas ocasiones, así cuando remonta
“el viajero” al Valloque, a estadios de ensimismamiento
casi místicos: el Ebro, adornado de sus atributos fluviales, se convierte en el
eje serpenteado y vertebrador que
irradia hasta perder de vista paisajes, a uno y otro lado de sus orillas,
sabiamente amaestrados por las manos diestras de los viticultores, doctorados
en la universidad de la paciente experiencia generacional…
Se apea del balcón privilegiado
junto a la caseta arruinada desde la que miraba el cautivador panorama, para
acercarse a la ribera del río. Camina de nuevo por una campiña risueña, entre
cepas longevas en fincas menores, al lado, otras de reciente plantación y parcelas
demasiado grandes para su gusto,
preparadas ya para la vendimia automatizada, recoletos chozos en los ribazos y
destacadas casas de campo abandonadas entre las viñas. Llega a la orilla del
Ebro, embalsado por la cercana represa del Cortijo, ha perdido en Remolinos
su escolta arbórea y arbustiva hasta llegar a la agradable zona recreativa
habilitada junto a la Boca del Ebro, allí donde el timorato
Río Antiguo le aporta su mermado
caudal.
Un estrecho camino recuperado en
la margen izquierda, a contracorriente del mencionado arroyo, le acercará a
Fuenmayor, no sin dejar antes impresas en su retina y en su cabeza dos estampas:
un molino harinero se mantiene erguido rodeado
de cepas y algunas huertas, frente a otros dos cansados ya de aguantar el tipo,
y otra casa de campo tradicional en aparente desuso rodeada de viñedos. Ambas
imágenes obligan al viajero a replantearse hasta la duda el ángulo de disparo
fotográfico para evitar en la imagen gran número de elementos distorsionantes
en un paisaje que podía resultar una deliciosa sonata de equilibrio visual y que
le invitan a reafirmarse en sus palabras sobre los compromisos que requerirán los
Paisajes del Vino para conservar completa la historia del territorio.
Sigue en el mapa el recorrido que hizo "el viajero":
Déjate sorprender por la campiña de Fuenmayor:
Una campiña maravillosa repleta de colores y de aromas, de formas y de innumerables sabores a blancos, rosados y tintos. Vinos elegantes que alegran momentos inolvidables... Como los que has pasado tu haciendo este interesante reportaje. Enhorabuena por las fotografías y por el artículo. Un saludo.
ResponderEliminarHas captado unas imágenes muy bonitas de La Rioja Tomaré nota para podar el año que viene, una pequeña viña que tengo.
ResponderEliminarSaludos
Gracias amigos por visitar el blog y recorrer conmigo la preciosa campiña de Fuenmayor...
ResponderEliminarTropas napoleónicas en 1908 ??? Llegarían con 100 años de retraso.
ResponderEliminarLlevas razón, difícilmente las tropas napoleónicas se iban a dejar caer por estas tierras ni por ninguna en 1908... Gracias amigo por la corrección del error de transcripción.
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