martes, 10 de noviembre de 2015

Ni la más rica paleta impresionista





Pirómanos artistas controlados por la clorofila

 





Unas veces con mano firme y guantes de seda otra, las aguas del Río Veral horadan pacientes los macizos calizos de Peña Ezcaurri y la Sierra del Álamo, se deslizan calladas por los toboganes boscosos de los encendidos hayedos otoñales, pinares o los marciales abetales, salpicados todos ellos de pequeños grupos de fogosos abedules, aislados arces vergonzosos o afrutados servales, aguas que luego se abren paso rumorosas bajo la galería de tilos, alisos, fresnos, sauces, mostajos o cornejos que ocultan el discurrir del río. 




En el  valle oscense, los paisajes otoñales, no sienten envidia de la riqueza cromática y luminosidad de las paletas impresionistas. Cuando en él las preciosistas luces otoñales, todavía con vitalidad estival algunos días mas cargadas ya de nostalgias venideras, confluyen con la clorofila en franca retirada, momento en el cual carotenos y antocianinas se prestan con premura a pincelar las hojas de las arboledas, se propicia en los paisajes eventos cromáticos que celebran absortas las retinas.






Las distintas manchas de bosque entran en ignición de manera gradual y sorpresivas, pues dependen de factores tan caprichosos como la meteorología, la topografía,... o el grado de humedad, estos permiten que se liberen en las hojas los pirómanos naturales que la clorofila mantenía controlados: los carotenos prenden los focos donde dominan amarillos y naranjas, si imperan rojos y purpuras las antocianinas son las fogoneras. Una combustión fría que resulta visible, con suerte, un par de semanas al año en cada paraje arbóreo, cuando coinciden muchos de ellos, el espectador atónito, se extasiará ante la obra de arte creada de manera natural por estos ardorosos pirómanos impresionistas…









Las fértiles cenizas generadas en tan arrebatados empeños, tapizan de hojas los suelos pendientes de las laderas del valle o el cauce del Río Veral, las arboledas quemadas, desnudas de sus trajes estivales se preparan así para recibir las caricias del cierzo o retener con sus múltiples brazos al aire, provistos de innumerables dedos ahuesados,  los gráciles copos níveos pues no encontraran mejor tónico regenerador de nuevas arboledas.







Una carretera sin ambiciones,  que exige calma y sosiego en su recorrido, culebrea entre el camping de Zuriza y el municipio de Ansó, con bordas acogedoras a lo largo del recorrido, como las de Chiquin, Arracona o Nadal, donde hacer una pausa reparadora, te permite cada año, disfrutar de una maravillosa exposición de obras de arte, siempre a merced del capricho de los artistas, los pirómanos controlados por la clorofila, y tus propias limitaciones de tiempo.