Un homenaje
a este barrio indispensable de la ciudad
Leer hace pocos días en el
suplemento semanal “El viajero” del
periódico El País la crónica que
llevaba por título “Logroño de plaza en plaza”(1) y cuyo encabezamiento decía “Ruta con paradas imprescindibles por el
casto antiguo de la capital riojana que culmina con vinos y pinchos” , unido
a la profusión de visitantes y vecinos que durante esta Semana Santa han
acudido a los desfiles procesionales por el centro histórico de la ciudad,
paseado por sus calles para disfrutar de
la tranquilidad de las mismas y, como rezaba el artículo, de esos espacios de
ocio y encuentro donde alternan cuadrillas logroñesas y forasteras a la vez que
degustan imaginativas creaciones gastronómicas o paladean una carta amplia de
vinos, fantasías enológicas disfrutadas en la calle…
Ha tenido la sensación “el
viajero” que tornaba al Casco Antiguo de Logroño la relevancia que tuvo antaño,
mas, se teme que es sólo un espejismo, que este paisaje urbano que le enamora,
bien delimitado entre el Río Ebro y el Espolón, la Judería (el siempre
pendiente de rehabilitación barrio de la
Villanueva) por el este y el Cubo del Revellín hacía el oeste, cuya trama
urbana mantiene las trazas de la ciudad medieval atravesada por el Camino de
Santiago; que ha sufrido las trasformaciones propiciadas por las tendencias
arquitectónicas seculares y que ha dado como resultado una modesta, pero
representativa, salpicadura de construcciones civiles, religiosas e incluso
industriales, testigos de las historias en él acaecidas. Si bien es cierto que
al comparar la visión presente del Casco Antiguo de Logroño con la
documentación escrita, gráfica y pictórica o con las fotografías conservadas
del siglo anterior, resulta evidente la perdida de patrimonio arquitectónico,
no es menos cierto que lo más preocupante es el menoscabo que ha sufrido el
mismo como protagonista en la orquestación del ritmo vital de la ciudad.
Únicamente vuelve a sus plazas y calles un tránsito fluido de gente durante
algunas horas los fines de semana y en fiestas señaladas…
Nada que ver con el flujo
continuado de vecinos y la actividad casi permanente de antaño, en lo que se consideraba el centro neurálgico
de Logroño, donde vivió “el viajero” su niñez, pero cabe señalar que por
aquellos días casi todas las familias influyentes de la ciudad habían ya fijado
sus residencias fuera de este barrio… Le cuentan como él, parvulito de las Escuelas Trevijano, edificio de 1927,
pedía una “perra gorda” a la maestra
para ir a la churrería que había delante del Parque de Bomberos… Recuerda con 7 u 8 años, alumno del colegio Nuestra Señora de Valvanera, sus visitas
al Acuario donde adquiría con su
reducida paga soldaditos de plástico, indios, vaqueros, Mixtos Garibaldi (2) o pequeños coches y camiones con los que jugaría
luego en los terrenos de entrevías, ya sin transito ferroviario, la actual Gran
Vía… Cada domingo acudía con sus primos al Cine Frontón y vivía con Tarzan, Fantomas, El Zorro o el 7º de Caballería las más trepidantes
aventuras matinales…
No olvida tampoco el murmullo cabizbajo que recorría las
calles de Portales, Mayor, Ruavieja o las Plazas del Mercado, Santiago,
Martínez Zaporta o San Bartolomé las tardes de Jueves y Viernes Santo, acudían
a los Oficios Religiosos para proceder luego al ritual del paseo por una ciudad
gobernada por un catolicismo bastante rancio e hipócrita, donde permanecían
cerrados, comercios, bares, cines o teatros, con el fin de visitar los Monumentos instalados en el interior de
las iglesias,… y rememoraba también la actitud jacarera de los mozalbetes
mientras esperaban el desfile procesional de los pasos, en contraste con las
adustas miradas recriminadoras de los adultos,… como sobrecogían el pensamiento
y el ánimo de la chavalería, en la estrechez de la calle Mayor, la que prefería
“el viajero”, las marchas imperativas interpretadas por las bandas de tambores
y trompetas de las cofradías,… se paralizaban por la visión de las
representaciones escultóricas de un Cristo atormentado hasta la muerte, de los
cofrades vestidos con túnicas y capirotes de colores rasos brillantes o de las
manos ensangrentadas que aporreaban con ahínco los grandes bombos… Terminadas
las procesiones las calles del Casco Antiguo quedaban en silencio vigilado, la
vida en ellas transcurría estos días al ralentí… nada que ver con lo que estos
días pasados se vivió en Logroño.
Qué contar del comercio, los
establecimientos más diversos y variopintos abrían sus puertas cada día para
ofertar todo tipo de productos y servicios. Toda la vecindad acudía a plazas y
calles del Casco Antiguo para adquirir viandas, ropas, y todo tipo de útiles,
así como recabar las prestaciones de entidades como el Ayuntamiento en el Palacio de
los Chapiteles o el Instituto Nacional de Previsión en la calle
Sagasta, allí perdió “el viajero”, sujeto con una sábana, las amígdalas… Y
enfrente el Mercado de San Blas, “La Plaza”, al edificio de Fermín Álamo
acudían los logroñeses, bueno, entonces cuando él era chico, mayoritariamente
las logroñesas, desde todos los rincones de la ciudad para comprar el rico y
fresco abanico de frutas, hortalizas, carnes y pescados que se ofertaba, al
menos una vez a la semana, él iba con su madre y lo recuerda bullicioso y
colorista, en un puesto tras otro la espera era inevitable, en todos los pisos
se exponían mercancías y un puesto en “La
Plaza” costaba un “Potosí”…
Parecido a lo que ocurre hoy… ¿Verdad…?
Todo un rosario de tiendas de
ultramarinos, panaderías, pastelerías o golmajerías se repartían también por el
resto de plazas y calles,… se le vienen a la cabeza las panaderías Valparaíso, Bericochea o Tudanca,… pastelerías
como La Mallorquina, La Exquisita
(¡¡¡Qué bollos de mantequilla batida...!!!), o La Mariposa de Oro, a las autoridades de los años 40 no les gusto
su nombre inicial Le Papillon d´Or, de
los pocos comercios que conserva sus instalaciones tal cual y las increíbles
elaboraciones de su obrador insuperables,… o golmajerías como La Golosina, Golosinas el Gordito o Arroniz, que era el lugar idóneo para
adquirir las logroñesas “pastillas de
café con leche”… Eran numerosas las librerías,
Ibérica, Cervantes, Quevedo, Pradilla, Cerezo o Balmes donde nos juntábamos la
chavalería para cambiar cromos o tebeos del Jabato,
el Capitán Trueno o Hazañas Bélicas, mientras los mayores
llevaban las novelas del oeste de Marcial
Lafuente Estefanía o las
románticas de Corín Tellado. Las
ferreterías también estaban muy presentes y recuerda La Universal, Amelivia, Anguiano o Larrea, frente al Instituto Sagasta, la única que pervive además de
La Inglesa (3)…
Pero sin duda las perlas
comerciales del Casco Antiguo de Logroño eran las tiendas de ropa, calzado y
complementos, una pléyade de establecimientos que daban respuesta satisfactoria
a la demanda de los consumidores: Calzados
Ochoa, Calzados Pisa, Calzados Calles,… o algunas otras que no recuerda “el
viajero” calzaban a los logroñeses, a día de hoy no quedan zapaterías en su
seno… Su recorrido por las calles le traen a la cabeza comercios de ropa como El Nuevo Mundo, La Villa de Madrid,
Menvi, La Violeta o Ciudad de
Londres-Garrigosa, la Sastrería Orozco, Sastrería Larrea, Retales Cristina,
Sederías Margón o La Roja que permanece, ya sin el regusto
a comercio con solera, en su esquina y
con su cartel luminoso rojo con letras blancas que destaca único en la Calle
Portales… y en la esquina de enfrente Confecciones
Tena, era una boutique estilosa y
elegante de alta costura,… que ha adaptado su espacio para vender ahora dulces
y frituras de la franquicia El Ángel…
Recupera la sonrisa ante el escaparate
modernista de la resistente Sombrerería
Dulín, inaugurada allá por el 1896, ejemplo de comercio que debiera formar
parte del patrimonio cultural de la ciudad, y contar con el favor de los
consumidores e instituciones para mantener sus persianas levantadas, ocurre lo
mismo con algunos ya mencionados y recuerda también, entre otros, la Perfumería Muro, con nosotros desde
1949, en Marqués de Vallejo, un atractivo liceo de la cosmética y el perfume,
traspasar sus puertas supone un despertar estimulante de los sentidos… Nos
quedan tan pocos comercios con esta personalidad, que los puedes contar con los
dedos de una mano…
…. Continuará en ¿LANGUIDECE EL
CASCO ANTIGUO LOGROÑES…? (II Parte)
Notas aclaratorias:
(1) “Logroño de plaza en plaza”, articulo publicado el día 28 de marzo de 2016.
(2) Mixtos Garibaldi: marca comercial desaparecida de unos pequeños artificios explosivos que comprabamos la chavaleria para jugar, mezcla inflamable similar a las cerillas.
(3) La Inglesa, esta ferretería ya ha cerrado también sus puertas.
No olvida tampoco el murmullo cabizbajo que recorría las calles de Portales, Mayor, Ruavieja o las Plazas del Mercado, Santiago, Martínez Zaporta o San Bartolomé las tardes de Jueves y Viernes Santo, acudían a los Oficios Religiosos para proceder luego al ritual del paseo por una ciudad gobernada por un catolicismo bastante rancio e hipócrita, donde permanecían cerrados, comercios, bares, cines o teatros, con el fin de visitar los Monumentos instalados en el interior de las iglesias,… y rememoraba también la actitud jacarera de los mozalbetes mientras esperaban el desfile procesional de los pasos, en contraste con las adustas miradas recriminadoras de los adultos,… como sobrecogían el pensamiento y el ánimo de la chavalería, en la estrechez de la calle Mayor, la que prefería “el viajero”, las marchas imperativas interpretadas por las bandas de tambores y trompetas de las cofradías,… se paralizaban por la visión de las representaciones escultóricas de un Cristo atormentado hasta la muerte, de los cofrades vestidos con túnicas y capirotes de colores rasos brillantes o de las manos ensangrentadas que aporreaban con ahínco los grandes bombos… Terminadas las procesiones las calles del Casco Antiguo quedaban en silencio vigilado, la vida en ellas transcurría estos días al ralentí… nada que ver con lo que estos días pasados se vivió en Logroño.
Todo un rosario de tiendas de ultramarinos, panaderías, pastelerías o golmajerías se repartían también por el resto de plazas y calles,… se le vienen a la cabeza las panaderías Valparaíso, Bericochea o Tudanca,… pastelerías como La Mallorquina, La Exquisita (¡¡¡Qué bollos de mantequilla batida...!!!), o La Mariposa de Oro, a las autoridades de los años 40 no les gusto su nombre inicial Le Papillon d´Or, de los pocos comercios que conserva sus instalaciones tal cual y las increíbles elaboraciones de su obrador insuperables,… o golmajerías como La Golosina, Golosinas el Gordito o Arroniz, que era el lugar idóneo para adquirir las logroñesas “pastillas de café con leche”… Eran numerosas las librerías, Ibérica, Cervantes, Quevedo, Pradilla, Cerezo o Balmes donde nos juntábamos la chavalería para cambiar cromos o tebeos del Jabato, el Capitán Trueno o Hazañas Bélicas, mientras los mayores llevaban las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía o las románticas de Corín Tellado. Las ferreterías también estaban muy presentes y recuerda La Universal, Amelivia, Anguiano o Larrea, frente al Instituto Sagasta, la única que pervive además de La Inglesa (3)…
Recupera la sonrisa ante el escaparate modernista de la resistente Sombrerería Dulín, inaugurada allá por el 1896, ejemplo de comercio que debiera formar parte del patrimonio cultural de la ciudad, y contar con el favor de los consumidores e instituciones para mantener sus persianas levantadas, ocurre lo mismo con algunos ya mencionados y recuerda también, entre otros, la Perfumería Muro, con nosotros desde 1949, en Marqués de Vallejo, un atractivo liceo de la cosmética y el perfume, traspasar sus puertas supone un despertar estimulante de los sentidos… Nos quedan tan pocos comercios con esta personalidad, que los puedes contar con los dedos de una mano…
Notas aclaratorias:
(1) “Logroño de plaza en plaza”, articulo publicado el día 28 de marzo de 2016.
(2) Mixtos Garibaldi: marca comercial desaparecida de unos pequeños artificios explosivos que comprabamos la chavaleria para jugar, mezcla inflamable similar a las cerillas.
(3) La Inglesa, esta ferretería ya ha cerrado también sus puertas.
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