Debe
encontrar su tren hacia el futuro
Mas como ocurre en la actualidad eran los grandes almacenes,
instalados en el Casco Antiguo, Simeón,
La ideal, Almacenes San Bernabé, y algunos otros, los que marcaban las
pautas de la moda en el vestir de los logroñeses y, por lógica, estos grandes
espacios comerciales debieran haber dado paso a la implantación allí de cadenas
como Zara y sus marcas satélites (Máximo Dutti, Pull Ember, Oysho,….),
Cortefiel o Mango entre otras, pero incomprensiblemente se han ido fuera del
centro histórico, hecho que no ha sucedido en otras ciudades españolas o del
extranjero (como Roma y Londres las últimas visitadas por el viajero)… Os
imagináis a Zara en el antiguo edificio de Correos, sin uso alguno, y a Mango,
enfrente, en el edificio de telefónica, vacío de personal y únicamente lleno de
enlaces y terminales,… y así podríamos ubicar una tras otra marcas relevantes a
lo largo de la Calle Portales y aledañas,… podríamos imaginar también, que
entonces el pequeño comercio tradicional no habría dejado esta parte de la
ciudad y hemos de suponer igualmente que las infraestructuras inmobiliarias del
barrio no se hubieran quedado tan
obsoletas y deficientes y, probablemente, la alarmante pérdida de
vecinos que ha sufrido se hubiera frenado.
Si lo imaginado para el Casco
Antiguo se lograse, unido a la vitalidad que la restauración (bares,
restaurantes y hoteles) ha adquirido en los últimos años, con la Calle Laurel y
la Calle San Juan casi como únicos reclamos turísticos de la ciudad, volvería a
ser este uno de los principales centros de referencia al hablar de Logroño, y
puesto que es el único barrio con la suficiente personalidad diferencial
respecto a otras ciudades, se habría logrado así la meta deseada…
Son plausibles actuaciones que se
han acometido a lo largo de los años en un intento de revertir su depresión,
como reconvertir el antiguo Convento de
La Merced, luego factoría de Tabacalera
Española, en una sala de exposiciones, Amos
Salvador, la sede del Parlamento de
La Rioja y en la principal Biblioteca Pública de Logroño; se han
localizado en el Casco Antiguo los Colegios
Profesionales de Arquitectos, Arquitectos Técnicos o de Médicos, la sede de la Universidad
de Educación a Distancia; llevado las oficinas de la Seguridad Social al rehabilitado Palacio Marques de Monesterio en la recoleta plaza de San
Bartolomé, junto a la Iglesia del mismo nombre, tesoro arquitectónico
intervenido en los últimos tiempos con acierto y buen gusto o la interesante
recuperación integral del Museo de La
Rioja, ampliación a la que solo falta que la gestión del mismo logre que
los ciudadanos lo reconozcan como un encuentro permanente con su historia.
Señala por último el cuestionado Centro
de la Cultura del Vino, pretenciosa
y voluntarista construcción levantada con dinero público entre la Calle Mayor,
Mercaderes y Barrio Cepo, que pretendía ser el revulsivo cultural de la ciudad
(el Guggenheim logroñés…) y cuya gestión en manos privadas, lo ha convertido en
poco más que un gran bar restaurante en un espacio privilegiado, la considera
“el viajero” escandalosa. A su lado el Espacio
Lagares o el Calado de San Gregorio
forman parte de esa misma trama
urbana que desde su punto de vista no ha
respondido a las expectativas para las que fueron proyectadas: ser un foco de
actividad cultural entorno al mundo del vino, ampliable a otros campos, que
debería ser capaz de revitalizar socialmente el entorno y estimular la
recuperación de nuevos elementos…
Son muchas las actuaciones en el
Casco Antiguo que, según se ha manifestado, perdieron el tren de la
oportunidad, mas está convencido que debe retomarse este viaje encaminado a evitar
un mayor deterioro de la estructura social y económica de este barrio logroñés,
y hay algunas intervenciones, piensa “el viajero” que debieran acometerse sin
tardanza, ocurre con la remodelación del Mercado
de San Blas que figuraría entre las prioritarias. Se le vienen a la cabeza
el Mercado de San Miguel próximo a
la plaza Mayor de Madrid o el Mercado do
Bon Suceso cerca de la Casa da Música en Oporto, como tendencias de lo que
podría llevarse a cabo con este posibilista edificio de Fermín Álamo, que sin
dejar de ofertar los excelentes productos de alimentación, respondería a las
nuevas demandas de los consumidores de ocio gastronómico y enológico, su número
de horas de apertura y la diversificación de la actividad sería muy superior,
lo cual supondría un mayor flujo de gente heterogénea en el entorno del mismo de lunes a domingo.
También le parece de recibo poner
en valor el papel de las artesanías en una pretendida recuperación integral del
Casco Antiguo, se ha pasado de dedicarles el nombre de algunas calles pues su
actividad era predominante en ellas, a una presencia meramente testimonial,
restan en la actualidad meritorios y sufridos artesanos en la manufactura de
cuero o la restauración y encuadernación de papel y documentos escritos, que
hacen auténticos equilibrios para mantener abiertos los talleres, es esta una
ausencia insustituible del barrio histórico de la ciudad que pierde así otra de
sus señas de identidad. Se pregunta “el viajero” si sería asumible y aceptada
una política de “discriminación positiva”
por parte del Ayuntamiento de Logroño hacia los artesanos, con medidas como:
facilitar locales en condiciones favorables para el ejercicio de la profesión a
la vez que se hacen más visibles al público, incentivar económicamente a los
que quedan (también sobran los dedos de una mano para contarlos…) y aquellos
que en campos como la cerámica, la costura, la escultura, la herrería, la
carpintería, la sedería,… desarrollan la actividad en otros barrios de la
ciudad, para establecerse en el Casco Antiguo
o el asesoramiento gestor en materias legales, fiscales y de proyección
de la actividad artesanal… Resulta difícil imaginar el retorno de los artesanos
y sus actividades al seno del Caso Antiguo, pero torres más altas han caído si
el empeño es firme y decidido.
Para finalizar, es consciente “el
viajero” que quedan de abordar las más importantes de las intervenciones, las
políticas que hagan frente a los problemas de concentración en esta parte de la
ciudad de bolsas de marginalidad de origen diverso: el envejecimiento y caída
del poder adquisitivo de los vecinos que restan de antaño, la inmigración con
mayores dificultades económicas y trabas legales, o focos de actividades
consideradas delictivas implantadas en algunas calles o locales, dificultan la
normalización social del Casco Antiguo. También la existencia de un alto número
de infravivienda en estas calles logroñesas exigiría políticas decididas para
renovarlas y animar de esta manera una posible vuelta de gente joven como
residentes, regeneración fundamental para lograr una estructura social
equilibrada…
Son como hemos visto todo un
conjunto de complejas intervenciones las que deben abordarse, desde disciplinas
muy diversas y, sería deseable, con enfoques imaginativos y tolerantes. Un tren
hacia el futuro que ciudadanos y gobernantes no pueden permitirse el lujo de
perder, pues como señalábamos arriba, a día de hoy, el Casco Antiguo es lo
único que hace de Logroño una ciudad diferente.
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