Pinares, acebedas y frondosas
emboscan el Arroyo la Toba
Se adentra “el viajero” por otra
vereda poco transitada, con infinidad de historias guardadas en cada recoveco
de la misma, en cada construcción olvidada o entre los bosques de este nuevo
paisaje… Pero lo hace hoy con esperanza e ilusión revitalizada, como hacía
tiempo que no tenía, el resultado de las elecciones
celebradas el domingo 24 de mayo, han puesto una “bocanada de aire renovado y fresco” en un ambiente social que era asfixiante:
al hedor insoportable de la corrupción ha impregnado innumerables ámbitos de las diferentes administraciones, hay que
sumar la sensación que empezamos a tener de estar siempre bajo sospecha
(fiscal, laboral, policial,… ), según el grado de discrepancia con el gobierno,
y a merced del juicio arbitrario de quien tenga que interpretar las diferentes
acciones de los ciudadanos. Todo lo cual ha hecho crecer un sentimiento,
extendido, de ninguneo a las personas por parte de los políticos gestores de
los diferentes gobiernos… Espero que esa “bocanada
de aire renovado y fresco” tome fuerza y evolucione hacía una brisa
mantenida, envolvente, cautivadora, que sume cada vez mas ciudadanos a estos
nuevos proyectos, que han crecido como fruto de aquella dinámica floración que
fue el 15M, y que apuestan por formas diferentes de relaciones sociales,
económicas y productivas y medioambientales…
Aprovechemos pues los buenos
aires que han empezado a soplar para ponernos en camino y conocer este rincón
del Valle del Najerilla, que hoy va a recorrer “el viajero”, un paisaje difícil
de valorar, a juzgar por el título y subtítulo de la columna, que pueden
parecer contradictorios: pues si bien el pastoreo intensivo de etapas
anteriores deforestó las laderas de estos valles, favoreció el modelado de
amplias extensiones de pastos montanos y relego a las cabeceras y al fondo de
estos mismos valles la presencia del bosque original; no es menos cierto que, en la actualidad,
resulta complejo observar el discurrir de las aguas del Arroyo la Toba, salvo
en el tramo final, pues se oculta bajo una densa cobertura arbórea que cambia
con la altitud y solo es delatada su presencia por escucharse con insistencia
el atropellado susurro de sus aguas en el descenso.
El sendero tiene su comienzo en
un puente de piedra, proporcionado con el Rio Canales que permite vadear, y
encontrareis frente a una nave ganadera localizada a unos 500 m. de la salida de Canales de la Sierra,
donde dejó “el viajero” el coche, por la LR-113 en dirección a Villavelayo.
Franqueado el puente se encuentra un rincón de potenciales encantos: Un cruce
de tres caminos bajo la arboleda, dos puentecillos más de humilde factura sobre
el ya terminal Arroyo la Toba y una rica colección de arbustos que acompañan al
conjunto; encantos que no acaban de mostrarse por la falta de mimos que sufre
la mampostería de los puentes o el abundante ciemo que tapiza los caminos y el
entorno.
Toma la vereda que remonta el
riachuelo por la empinada margen derecha, no cruza ninguno de los dos
puentecillos como lo hizo en primer intento y le costó la pérdida de unos
veinte minutos, hasta comprobar que estos senderos por la margen izquierda se
alejaban cada vez más del Arroyo la Toba. La vereda se estrecha, descarnada,
poco transitada, asciende con rapidez por la ladera y se porta como un mirador
colgado sobre el tramo final del río. Sus aguas reciben ahora las cálidas
caricias solares que apenas conocían, solo rayos tamizados que lograban
escurrirse entre el enramado de la cúpula arbórea, bajo cuyo amparo ha
descendido. Llega la senda aun camino de mayor entidad, una pista forestal que
nace en el mismo pueblo de Canales, toma dirección suroeste, y llega a las
proximidades de la Ermita de San Juan…
Camina garboso hasta un primer conjunto
de “cerradas” (1) en ruinas, sin techumbre, donde guardaban los rebaños
proliferan ahora los matorrales y sestean al abrigo los lagartos verdes. Han plantado en su idílico entorno junto al arroyo
numerosos árboles frutales silvestres (cerezos y ciruelos) y protegido su
tronco estirado con un mallazo
cilíndrico, son ramoneados sin tregua los brotes que salen del mismo y solo
crecen sin castigo sus cabelleras. Simula el conjunto un paseo de vistosas
esculturas vegetales muy sugerentes que le invitan a modificar el recorrido y
adentrarse en él. Cruza otro puente, carente de todo interés constructivo y
paisajístico, donde encuentra una enorme cruz de hierro junto a la pista,
indicativa de la dirección a tomar para llegar hasta la Ermita de San Juan… de
Mata, como la he encontrado nombrada en algunas referencias,… no creo que por
estas tierras tuvieran fervor al Santo francés del S.XII canonizado con este
nombre, mas bien me inclino a pensar que, dada la existencia de una Cruz de
Malta esculpida en la clave del arco de la portada de la ermita, será San Juan
Bautista el santo venerado, y que fue algún caballero de la Orden de Malta(2),
vinculado a estas tierras, quien la mando construir en 1767.
Con estas cavilaciones llega “el viajero” a la recoleta
Ermita de San Juan, allí subían los mozos a las novias “la mañana de San Juan” en las caballerías enjaezadas para tal
motivo a honrar al santo en la romería, novias que habían encontrado la tarde
anterior su balcón o ventana adornado con las “enramadas” (3)… Los canaliegos también acudían a las proximidades
de la ermita a buscar y recoger los conocidos como “espántagos” (4), pequeñas piedras de brillo metálico y forma
semejante a una cruz,… que tragaban para espantar males de garganta o barriga,…
no en vano las llamaban algunos “lágrimas
de San Juan”. Percibe decadencia, y dejadez, en la pequeña ermita y vuelven
a su cabeza los fantasmas que le acompañan: no puede entender que estas bellas
historias escritas en los paisajes, cuyos textos son estos elementos dispersos
en ellos, no se mimen y mantengan como oro en paño,… y solo se lo explica,
tristemente, si reconoce que en este país la cultura no se considera una
inversión rentable, sino mas bien un gasto de escaparate, y solo aconsejables
los dispendios allí donde goza de los favores del público. Pues eso se
considera la cultura,… dispendios. Espera “el viajero” que la “bocanada de aire renovado y fresco” sea
capaz de gestar un proyecto educativo de calidad, y por fin de consenso, que
es, a fin de cuentas, una de las necesidades básicas de este país nuestro…
Deja atrás este sugerente rincón,
pues es mucho el sendero que resta, o la falta del mismo como ahora ocurre,
aunque el objetivo es meridiano, alcanzar el collado que corona este valle.
Desde allí se percibe con claridad la deforestación radical que sufrieron,
durante el auge de la trashumancia estas laderas, y como en el presente la fuerte
disminución de la presión ganadera propicia la recolonización de los pastizales
por aulagas, escaramujos, espinos albares
o enebros, que confieren al paisaje
esta especial textura que ahora contempla desde este paso sin nombre, a 1.321
m. de altitud. Se mueve hacia el sur por los dominios de este otero y se topa
con una de las más bellas panorámicas que la Demanda puede ofrecer. ¡¡¡Esplendida…!!!
La Cabeza del Valle que ha labrado el Arroyo La Toba reúne tantos elementos de
interés natural y humano que lo mejor que se puede hacer es sentarse a
saborearlo como hace el viajero esta mañana de primavera…
Busca el descenso hasta el
riachuelo en el paso entre peñas que se desploma asequible bajo sus pies y lo
hace entusiasmado de la fauna y flora que encuentra, fija su atención de manera
casi obsesiva en el tapiz vegetal que forman los fantasiosos acebos, algunos en flor, entre los espinos albares y los brezos blancos con detalles morados, a
la vez que escucha el discurrir apresurado del Arroyo La Toba oculto bajo el
tapiz… ¡¡¡Bruff…!!! ¡¡¡Coño…!!! Una perdiz
pardilla levanta el vuelo a sus pies…
Nunca las había visto tan cerca… No se mueve el viajero… Mira,… y remira el
lugar… Desea gravar el momento en su memoria… ¡¡¡Precioso…!!!
Ha llegado al fondo del Valle,
antes, algo más alejada, levantó el vuelo el otro miembro de la pareja de perdiz pardilla… Deseaba remontar el
arroyo aguas arriba, más hoy debe renunciar, es un terreno bastante agreste, solitario,
él no va acompañado y por ello deja deberes para el otoño. Comienza pues el
descenso. El sendero definido no existe todavía, no obstante el recorrido se
muestra claro, y sin perdida, le toca elegir en cada tramo la trocha que deja
el ganado, los ciervos, jabalís o corzos, que le resulte más cómoda de transitar. Sube a media
ladera, pues caminar próximo al agua resulta complicado debido a la densa
maraña de árboles y arbustos que la acompañan. Desde allí contempla, enfrente,
las pendientes de pastos y pedrizas que
llegan al Collado de Santa Coloma, colonizadas, por las mismas razones antes
esgrimidas, aquí por genistas y acebos… Se percata que tres corzos retozan tranquilamente en este
nuevo tapiz. Por allí descendía la Cañada Real de Santa Coloma procedente de
Burgos, que enlazaba con la Cañada Real Segoviana, y desde aquí, por el Arroyo
la Toba bajaba hacia Villavelayo.
Se pone de nuevo en marcha y
desciende raudo por la margen izquierda, se consolida de nuevo una senda,
disminuyen los acebos y las genistas y de nuevo predominan los enebros y la aulagas junto a rosales
silvestres y espinos blancos, por
contra en la margen derecha una mancha boscosa de frondosas empieza a tomar
forma… Así cuando llega a otro conjunto de “cerradas”,
igualmente hundidas y ocupadas por los mismos inquilinos antes descritos. El
bosque bajo el cual se esconde ya sin reticencias el arroyo es denso e
intransitable: arces, mostajos y sauces, cornejos, boneteros, algunos fresnos y álamos de
estirado figura componen esta masa arbolada. La senda por contra transita por
la margen derecha, desforestada en comparación con la boscosa, y fácil de
recorrer, por ello llega presto el viajero al siguiente grupo de “cerradas” en igual estado que las
anteriores y ubicadas en un rincón tan idílico como los otros.
Este espacio era
el paso de la cañada y la vida de los paisanos giraba en el ámbito del ganado y
sus afanes, y así lo cuentan estos paisajes olvidados se menosprecian estos
retazos de la historia cotidiana y llegarán días, no lejanos que nadie hable de
ellos ni los recuerden, ese día sí habrán muerto los protagonistas de tantos
esfuerzos y las enseñanzas que transmitieron. Creo que nuestra sociedad
tecnificada peca de soberbia y muestra desdén por estos conocimientos de
antaño, por su forma de optimizar los recursos o hacer productivo el
territorio… Ha retornado al cruce de la gran cruz de hierro que llevaba a la
Ermita de San Juan y vuelve ahora sobre sus pasos al paraje inicial de los tres
puentes.
Sigue en el mapa los pasos que anduvo "el viajero" merecen la pena...
Notas aclaratorias:
(1) "Cerradas": nombre que reciben en esta comarca serrana los corrales donde se cerraba por la noche el ganado y se albergan los pastores.
(2) Orden de Malta: el nacimiento de la Orden se remonta aproximadamente al año 1048.
Mercaderes de la antigua república marinera de Amalfi obtuvieron del
Califa de Egipto el permiso para construir en Jerusalén una iglesia, un
convento y un hospital para asistir a los peregrinos de cualquier fe o
raza. La Orden de San Juan de Jerusalén – la comunidad monástica que
dirigía el hospital – se hizo independiente bajo la dirección de su
fundador, el Beato Gerardo. Con la bula del 15 de febrero de 1113, el Papa Pascual
II aprobó la fundación del hospital y lo puso bajo la tutela de la Santa
Sede, con derecho a elegir libremente a sus superiores sin
interferencia de otras autoridades laicas o religiosas. En virtud de
aquella bula el hospital se transforma en orden laica religiosa.
(3) "Enramadas": en Canales de la Sierra adornos elaborados con ramas y flores, sobretodo rosas, que los novios colocaban en los balcones o ventanas la noche de San Juan. (4) "Espántagos": nombre que dan los canaliegos a las piritas, mineral del grupo de los sulfuros de hierro que se presenta habitualmente en cristalizaciones en forma de macla, una de las cuales se conoce como "cruz de hierro", así aparecen en el Barranco la Toba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario