Simbiosis peculiar en el Arroyo del
Vallaroso
Hoy compañeros, 1 de Mayo, día del Trabajo, este paisaje es para vosotros… Disfrutadlo, pues
como decía el naturalista Joaquín Araujo, en una columna periodística como esta,
hay pocas cosas más democráticas que los paisajes. En ellos, todos formamos
parte de la obra de arte que son y a la vez somos los artistas que la modelan,…
y todavía no tenemos que pagar por ello… Pero todo es cuestión de tiempo y de
que sigan mandando estos gobiernos neoliberales…
Son las tierras cornaguesas,
exceptuadas las pequeñas vegas, un territorio montaraz y abarrancado, austero
como pocos, que siempre ha demandado arduos esfuerzos, mañas e ingenio para
hacer posibles los terrenos cultivables y sacar provecho de los rebaños de
ovejas chamaritas y cabras. Tierras agradecidas cuando allá las aguas del
invierno son prodigas, como así ha ocurrido este año, entonces se produce en la
incipiente primavera una milagrosa
transformación: los tonos grises, pardos y verdes agrisados, que han
pincelado durante el invierno un sin número de lomas, las terrazas de cultivo y
las que ya quedaron baldías, o las quebradas talladas por arroyos inconstantes,
han cambiado la paleta cromática con la estación estrenada y se prodiga en
colores vivos y dinámicos debido a la irrupción precipitada de infinidad de
diminutos labios azulados de aliento fresco y caricia aterciopelada que
rebrotan de manera profusa de las ramas del romero, o la pronta respuesta,
pudiera parecer que por envidia de las anteriores, de otra nueva infinidad de
boquitas, doradas ahora, que emergen compactas para ocultar los tallos con
aguijones de las aulagas y cuyo soplo dulzón embriaga la pituitaria de los
caminantes, hace olvidar los olores
acres de la materia orgánica en descomposición por las humedades hibernales y
atrae a las abejas que recolectarán en las “calzas”(1)
el polen de estas flores. Contribuyen con posterioridad a la riqueza colorista
de estos paisajes la floración de los tomillos, las jaras o mil variedades
diferentes de plantas, las geométricas esmeraldas cerealistas repartidas en
ellos o las discretas flores arracimadas de las encinas…
Parte “el viajero” del camino que
nace bajo el puente de San Martín, localizado en la carretera LR-283, km. 5,
donde han dejado el coche una vez cruzado el Arroyo del Cañizal por la zona de
cauce encementado y habilitada para ese fin, a pocos metros de donde unen sus
aguas el Arroyo del Vallaroso y el Barranco de Muro. El camino de transito
fácil se empina ligeramente en dirección noroeste y discurre acercándose o
alejándose del arroyo de aguas cristalinas, que se mecen ahora en un meandro de
gravas finas para luego recorrer, aguas arriba, con movimientos ondulantes y
caricias voluptuosas un tramo de cantos rodados y losas relamidas. Aguas que
han escapado rezongonas de los paredones calizos del Vallaroso, valioso enclave ornitológico, que
las encorsetaban; aguas que son en los rebalses el paraíso de los nerviosos
grupos de bermejuelas, dardos
plateados guardianes del remanso, los timoratos barbos de montaña, especialistas en sobrevivir a los duros estiajes
o las cada vez más escasas lamprehuelas,
pequeños peces alargados y finos, diminutas escamas, hábiles en el camuflaje y en
la resistencia a contra corriente,…ranas,
tritones, aclara aguas, ditiscos, libélulas o caballitos del diablo son
algunos de los residentes más visibles en este ecosistema acuático…
Dejan atrás terrenos aterrazados
antaño, pequeños espacios acondicionados para el cultivo de trigos, avenas y
centenos, tierras que se retenían mediante ribazos reforzados con paredes
construidas mediante la técnica conocida como “piedra seca”(2), con piedras
planas que daban gran estabilidad al muro,… terrazas ocupadas mayoritariamente
en la actualidad por romeros, aulagas y tomillos.
Están en el hábitat idóneo para currucas rabilargas y
tomilleras, tarabillas o las vistosas collalbas,
una comunidad de pequeñas aves que podréis
encontrar aquí, si decidís visitar este recóndito rincón esta primavera,
las tres especies de collalbas
existentes en nuestro país: la collalba
gris, la más habitual, y la
elegante y estilizada collalba rubia, rara
de ver pero frecuente en este paraje, utilizan las paredes de las terrazas para
anidar; y la collalba negra está presente
y anida en las oquedades de algunos de los conjuntos rocosos de las laderas. En
el blog http://unpastordepaisajes.blogspot.com.es/
encontrará “la chavalería” las claves para identificarlas.
Van tomando altura sobre los dos
valles irrigados por los arroyos antes mencionados y en la visión panorámica
resulta evidente la práctica desaparición de las tierras cultivadas, que
únicamente se mantienen en los lugares más fértiles y cercanos al agua, tienden
a la conversión de las mismas en grandes parcelas, lo cual conlleva la eliminación de ribazos y la explanación de
terrenos, y observan una cierta propensión a la plantación en ellas de
frutales, reservando las fincas alejadas del regadío para almendreras u
olivares. De igual manera aprecian “el viajero” y su acompañante el gran número
de corrales diseminados en el paisaje, testimonios mudos de la intensa
actividad ganadera (lanar y caprina) que se desarrolló en estos términos,
cuando, a día de hoy, resulta casi sorprendente encontrarse con un rebaño. Las
abandonas majadas, camino de la ruina, nos detallan nostálgicas pero
elocuentes, los afanes de los lugareños para levantarlas en los lugares
idóneos, con los materiales que proporcionaba el terreno y con las técnicas
apropiadas: “piedra seca” en unos lugares, “mampostería” en otros, techumbres
de una vertiente, teja árabe…
Obvian ahora un cruce del
camino que toma dirección norte para
remontar el Barranco de Muro y prosiguen
por el que se adentra por las laderas altas del Vallaroso, transcurrido un
breve espacio de tiempo sale a su encuentro un nuevo corral, tiene una
almendrera cuidada en sus inmediaciones y fue probablemente el último del
entorno en utilizarse,… y ha sido “la acompañante”, avezada observadora de la
arquitectura popular, quien advierte la existencia de una construcción, en las
proximidades, plana, circular y de ocho a diez metros de diámetro que había
pasado desapercibida para “el viajero”, descubren que bajo la cubierta de
hierba hay una antigua “era de trilla”
(3) en excelente estado de conservación.
En la superficie aparece una losa
central redonda de la que irradian otras muchas de manera ordenada y que
dibujan un gran sol enlosado medio oculto bajo la hierba. La factura de la era
es magnífica, sirva como detalle, las losas clavadas en vertical que rodean la
superficie de trilla, con el fin de evitar la pérdida de parva con el transito
circular de las caballerías con el trillo. Por otra parte su ubicación en
aquella loma facilitaba la tarea de aventar (4) la mies trillada, pues el viento estaba
prácticamente garantizado… Mas no acaban allí las sorpresas, desde la misma era
donde están, se percatan de la existencia ladera abajo, encima de la cárcava
por donde fluye el Arroyo Vallaroso,
de otra majada con su “era de trilla”
a las espaldas, con parecida construcción y resistencia al paso del tiempo.
Estas son las historias que
todavía son capaces de contar estos paisajes, historias que hablan de los
afanes que ocupaban a los lugareños para optimizar sus esfuerzos y los recursos
disponibles, para arrancarles a estas tierras cicateras y rácanas, agarradas,
los preciados granos de trigo, avena o centeno, para transformar los pastos en
las carnes tersas y jugosas de sus corderos y cabritos. Tierras hermosas y
bravas, dicharacheras y amenas para el paseo, el disfrute sensorial o detenerse
a escuchar las historias que cuentan… Qué mejor homenaje se puede brindar hoy, 1 de Mayo, día del Trabajo, a los artífices y conservadores de estas
increíbles obras de arte, estos paisajes
naturales y humanizados, a estas mujeres y hombres que lograron sacarle
producción al territorio sin destruir su riqueza natural,… que escuchar sus
historias, aprender de ellas y evitar que se pierdan.
Encuentran más adelante un tercer
corral, en medio otra plantación de almendros, con la “era de trilla” cercana y
en lugar bien aireado. En esta los romeros y aulagas impiden describir su
dibujo enlosado. Se acercan por una senda menor que desciende hasta el río a
otro corral encastillado sobre él, observan ensimismados y con discreción,
desde aquel mirador excepcional, a tres corzos que beben y retozan ajenos a
nuestra presencia o la grácil, mas poderosa, silueta recortada en la pared caliza
de la rapaz cazadora, ella no pierde detalle… Vuelven sobre sus pasos, sin
bajar al arroyo a refrescarse o retornar por él al Puente de San Martín, al
camino principal que continua pleno de estímulos y alicientes… Animad ahora a
“la chavalería” a descubrir entre la infinidad de romeros en flor, dos curiosos ejemplares blancos que destacan en el azul dominante.
Notas aclaratorias:
(1) “Calzas”: llaman así, en la Rioja baja y en muchos otros lugares, a las pequeñas bolas, de entre 5 y7 miligramos, de colores que van del blanco al amarillo intenso, que portan las abejas en sus patas traseras donde tiene dos adaptaciones para esa finalidad, a modo de cestas. Son el resultado de mezclar el polen recolectado con néctar y saliva que regurgitande su buche.
(2) "Pierdra seca": técnica constructiva basada en el uso de la piedra para construir sin argamasa, por asentamiento, apilando o equilibrio de las mismas. Se trata de obtener una estructura estable, que perdure en el tiempo y con una finalidad.Tiene sus origines en la revolución del Neolítico.
(3) "Era de trilla": espacio habitualmente circular, empedrado o enlosado, donde se extendía la mies, bien seca, para luego pasar sobre ella, dando vueltas durante horas, las caballerías con el trillo. Solían elevarse sobre un pequeño muro para salvar las escorrentías de la lluvia y se localizaban en pequeñas lomas o collados para facilitar la labor de aventar.
(4) "Aventar": separar por acción del viento la paja del grano después de la trilla.
(3) "Era de trilla": espacio habitualmente circular, empedrado o enlosado, donde se extendía la mies, bien seca, para luego pasar sobre ella, dando vueltas durante horas, las caballerías con el trillo. Solían elevarse sobre un pequeño muro para salvar las escorrentías de la lluvia y se localizaban en pequeñas lomas o collados para facilitar la labor de aventar.
(4) "Aventar": separar por acción del viento la paja del grano después de la trilla.
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