En Briones el paisaje recuerda la Toscana
Olía a tierra húmeda por el camino, en los baldíos y en los
ribazos los escaramujos, madreselvas, zarzales o hierbas varias, mantenían todavía una miríada de
pequeñas gotas emperladas caídas la noche anterior, en equilibrio inestable
sobre hojas y flores. Así, acicalado y
fresco se mostraba esa mañana Briones y su entorno, más hermoso y sorprendente
de lo habitual… Le resultaba difícil imaginar “al viajero” como luciría el
rostro de las bellas panorámicas que conocía, si todo su potencial paisajístico
se recuperase como el lugar se merece, si todos sus elementos arquitectónicos,
etnográficos, culturales y naturales, que todos se reúnen allí, se pusieran en
valor. Si recorrer estos caminos historiados estimula, ahora ya, los sentidos
con sensaciones variopintas, placenteras
en su mayoría, también salen a su encuentro nubes
sombrías que permanecen en el tiempo, siempre que a los pasos les acompañe una
mentalidad crítica, aunque constructiva, asociados a las nefastas intervenciones que sufre el paisaje…
Mas abandona sus reflexiones para otro momento, la visión asilvestrada del río
que le ofrece el camino señalado con
postes del GR 99 - Camino natural del Ebro, que tomó a la salida
de Briones por la LR-210 que llega a San Vicente de la Sonsierra, nada más
cruzar el puente sobre el ferrocarril, le embelesa. Constreñido entre la vía y
el Ebro, observa atónito el discurrir del mismo y siente la presencia selvática
de la naturaleza en el soto fluvial que el río ha propiciado en el meandro de
Briones: álamos blancos y negros de
porte longevo compiten estirados por el espacio y la luz, a la vez que guardan
las espaldas de sauces y fresnos más cercanos al tránsito del
agua y los alisos, los más querenciosos de ella, son los más descarados frente a sus caprichos. Al
poco rato se encuentra con los sólidos muros de un edifico arruinado, habitado
por zarzales y enredaderas, que tiene por techumbre el follaje frondoso y los
florones de blancas flores diminutas de un sauco,
acariciados por el río añoran los tiempos de molienda o bataneo… No sabe “el
caminante” cual fue su oficio, pero enseguida encuentra a las cansadas paredes
un noble destino como oratorio discreto, y sin pretensiones, donde serenar,
recrear, desconectar o reprogramar la mentalidad global e interconectada,… un
mirador seguro desde donde contemplar la vitalidad del Ebro, sus cambios
emocionales y estacionales o el transito permanente de sus residentes
habituales, migratorios o circunstanciales…
Llegado a un
cruce destacado, abandona el camino
señalado con postes y toma otro amplio en dirección norte que le permitirá
conocer las poco nombradas huertas de Briones, en breve espacio de tiempo se acerca, porque sabe que está allí, oculta
tras una tupida cortina arbolada, a la Ermita de San Andrés que apenas deja
entrever, avergonzada, el desnudo abandono de sus encantos, que los tiene. No
se explica como santo tan señalado,
patrono de Rusia o Escocia, con devociones extendidas por toda la Península y
territorios insulares, se le tiene aquí tan relegado y piensa “el caminante” que
este edificio con posibles trazas arquitectónicas del s. XVI, que se dirime en
litigios sobre su propiedad o la denominación del mismo, tanto él como los
muros arruinados de su molino de noble factura, debería de lucir de otra manera
en este paisaje tan lleno de historia y tan pegado a la tierra… Sabe, de buena
fuente, pues tiene en la Villa buenos amigos, que por la cabeza de algunos
vecinos del municipio rondaron ideas para reconocerle al conjunto su valía y
darle nueva finalidad a esta Ermita de San Andrés,… mas no es amigo “Don Dinero”
de fantasías y experimentos y menos si quienes las proponen… son posibles
descreídos.
Alineados y paralelos los “canteros”, equidistantes los plantones
de pimientos o tomates, lechugas y puerros tempranos, tiernos pero
tiesos, plantados por San Isidro, en parcelas cuadriláteras o trapezoidales, que
parecen trazadas con tiralíneas, cada planta toma del “surco” su punto de agua
y son “escabuchadas” cuando lo pide el
“tempero”. Las huertas son espacios de tranquilidad y sabiduría hortícola,
comprobó “el viajero” en sus parrafadas con los jubilados que mayoritariamente
las atienden, Paulino, Teodoro o Emeterio (nombres ficticios pues los reales no
gustan de papeles) aman la tierra y como a tal la tratan, con finura y destreza
de cirujanos,… les duele que haya tantas fincas “llecas”, casillas como sin
dueño, “…a los jóvenes no les gusta,… a
la huerta hay que tratarla con mimo y
dedicarle tanto tiempo como a la novia”
le decía uno, “…con esta crisis, algunos
han vuelto a preparar la tierra,… y si se enganchan esto es como la droga, no
se puede dejar,… pero sano”
puntualizaba otro… Él, que escuchaba embelesado a los hortelanos a la par que
el trino sin igual del ruiseñor, enramado en un guindal sin poda, observó en el
ribazo próximo, junto a la cabaña arruinada, la figura menuda de una comadreja: ágil, inquieta, decidida,…
fugaz ¡Dios…! ¡Cuánto hacía que no veía una...!
Se miraban perplejos los paisanos por su alegría al ver “ese bicho,… que mejor estaba muerto”.
Como convencerles que “ese bicho” era su mejor aliado contra los
ratones,… si tienen todavía en sus añadas cabezas las incursiones sangrientas,
sobre pollos y huevos, de la alimaña en los remendados gallineros de antaño.
Así, recordando el chascarrillo con “el Paulino” o la clase magistral con “el
Teodoro” ha llegado a la descuidada Ermita de Santa Lucia, “… y que les arregle la vista”, pues no deben apreciar las
deficientes condiciones que presenta esta construcción del S. XVIII, con
detalles anteriores, que modula un discurso paisajístico humano y equilibrado:
entre las casetas cercanas, las huertas y Briones como regidor del conjunto. No
puede el viajero con el poco apego que tenemos, en general, a la tierra, al
patrimonio o a las costumbres… La fiesta de Santa Lucia fue importante en Briones,… seguramente cuando
llegaban compradores de lejos a llevarse lechugas y puerros, que lavaban y
preparaban para el mercadeo en el lavadero que había dejado atrás, y también
esos sabrosos tomates de hoja vuelta
que se criaban en estas huertas, de los que solo algún romántico mantiene
vivero, con carne tersa, jugosa, sonrosada, su puntito idóneo de acidez y piel
fina,… se nos hace la boca agua, “Por el
interés… te querían Santa Lucia”.
Ahora, donde apenas los jubilados mantienen las huertas,… apenas mantienen tu ermita…
Se marcha pensativo “el caminante”
y en el segundo cruce de caminos, a doscientos
metros de la ermita, junto a un grupo de casillas de huerta de las mejor
conservadas, toma el que lleva hacia el noroeste. A partir de allí, las viñas
serán las protagonistas, acompañadas de cereal, algunos almendros aislados
faltos de cariño y unos pocos olivos, conformarán este paisaje con Briones, San
Vicente de la Sonsierra y Labastida como mirones del territorio y como telón de
fondo la sierra de Toloño, amiga de historias y leyendas. Ensimismado con estas
fantásticas panorámicas que tanto le recuerdan a la Toscana, llega a un segundo
puente sobre el ferrocarril y antes de superarlo se acerca por un camino menos
principal, de apenas cien metros, a un balcón incomodo sobre el Ebro salvaje,
un soto impenetrable, salvo por la vía del tren que lo bordea o por la central
hidroeléctrica de Labastida en la orilla alavesa, una selva esmeralda, tupido tapiz vegetal
trenzado por el río para salvaguardar sus tesoros faunísticos. Resulta
incomprensible que no exista un mirador discreto y protegido (no un parque de
atracciones) ¿No estamos ante uno de
nuestros maravillosos Paisajes del Vino…?
Retoma su andadura, pasa el puente indicado y enseguida se estimula con
las bellas estampas de la campiña de Briones.
En el tercer cruce destacado se reencuentra con el camino señalado con postes que transitará ahora de retorno al
pueblo hasta encontrarse, a mano derecha, una senda con cruces ladera arriba
hasta finalizar el viacrucis y llegar a la pequeña Ermita del Calvario,
construcción reciente cuyo origen estará en las ruinas cercanas o en la
conocida como Ermita de San Bartolomé, “el viajero” se siente atraído por esta
edificación de aspecto sólido, vetusta, semiexcavada, que ha perdido el
sotechado de la parte construida y de la que él no encuentra información
relevante, mas reconoce que por algo de dejadez o quizás de romanticismo
prefiere sentirla como intemporal y sumida en la duda… Se fija que las máquinas
excavadoras han llegado a sus inmediaciones… ¿Van a dignificar, pues el lugar
se lo merece, la Ermita de San Bartolomé…?
Regresa sobres sus pasos y reza,
mientras llega a Briones, su propio viacrucis en estos paisajes que le
enamoran, vuelven a su cabeza cuando ya está
acabando el recorrido, las nubes
sombrías que se ciernen sobre ellos: ha disminuido de manera llamativa la
rica diversidad de cultivos que existían en favor, casi en exclusiva, de los
viñedos; abandonado un número destacado de casillas de huerta, algunas hasta la
ruina, y acondicionado otras con criterios alejados de la arquitectura popular
tradicional o del buen gusto; descuidado incomprensiblemente las ermitas que
amparan esta agradable campiña humanizada; desistido en el arreglo y
mantenimiento de las tapias, muros y regaderas o acostumbrado a la existencia
frecuente de pequeños vertederos incontrolados, verrugas en ribazos y riberas
que afean rincones señalados de estos serenos y equilibrados espacios; o que
decir de la detestable instalación de tendidos eléctricos, que sin miramientos,
salvo el interés y beneficio de las “Eléctricas” (¿Cuándo pagarán ellas a los
ciudadanos esta “deuda pendiente” tan cacareada por gobiernos y empresas, que
arañan de norte a sur y de este a oeste el país?) causan heridas profundas que
seccionan la visión limpia e integra de los paisajes… en fin un conjunto de
actuaciones que ponen de manifiesto, más allá de los pronunciamientos a bombo y
platillo o de la entusiasta promoción, no exenta de precipitación y polémica,
de la candidatura a Patrimonio de la
Humanidad de los Paisajes del Vino de Rioja, el valor real que para la
mayor parte de los riojanos tienen nuestros bellos y valiosos paisajes.
Con la entrada en Briones debería
haber finalizado “el viajero” su viacrucis, pero le resulta imposible olvidar
los buenos “tragos” vividos con sus amigos en una de las pequeñas bodegas familiares, habrá cerca del
centenar, excavadas en el desplome de Briones hacía el Ebro y con las más
hermosas vistas que imaginar se pueda… Y se pone su “cilicio mental” y recorre
una de estas calles colgadas sobre el río, un rosario de cuevas que descienden
para buscar la frescura y se compartimentan y organizan para fermentar y
serenar los particulares caldos riojanos. Una gran parte de ellas camino de la
ruina o en ella… ¿No se piensa acometer
nunca la recuperación integral de este impresionante y comprometido conjunto de
bodegas excavadas? ¡Por Dios…! Sé que me repito ¿A qué nos referimos cuando hablamos de los Paisajes del Vino…? Apoyo la iniciativa de la candidatura sin reservas, pero también sin
componendas.
Sigue en el mapa el recorrido que ha hecho "el viajero"
otro paisaje maravilloso de La Rioja, y como tantos otros dejado de la mano de los paisanos y por supuesto de los políticos de turno ( que no de Dios)
ResponderEliminarmenos mal que aquí lo que de verdad interesa es el vino, por que si no tal vez ya se habría destinado a vertedero. Estamos contigo en la defensa del paisaje y su arquitectura. Las chicas que tu conoces.
Gracias por vuestro comentario y espero que la lectura os haya aportado un rato agradable...
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