“No era un paisaje de belleza deslumbrante, ni un
escenario grandioso con precipicios escarpados o rápidos que oradasen las
peñas. Colinas suaves y una corriente mansa, bajo el velo delicado de la niebla
vespertina: un escenario amable, refinado y sereno, como de pintura yamato-e. Cada cual ve la naturaleza a
su manera, y habrá quizá quien piense que esa clase de paisaje no merece una
mirada. A mí, por el contrario, son esos montes y ríos vulgares, ni majestuosos
ni incomparables, los que me invitan a una dulce ensoñación y me dan ganas de
quedarme para siempre. Un panorama así podrá no sorprender a los ojos ni
arrebatar el espíritu, pero recibe al viajero con sonrisa de amigo. En un
primer momento no parece gran cosa, pero permaneced un rato y os sentiréis
rodeados de un dulce afecto, como en los tibios brazos de una madre amorosa.”
Junichiro Tanizaki
“El cortador de
Cañas”
Así me siento en el Valle del
Cidacos, y sobre todo en el otoño. Las imágenes y las sensaciones se agolpan en
mi cabeza y dejan tan profunda huella, que el regreso se hace deseo…
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