Un encuentro que exige una perdida
Hay paisajes que quisiéramos disfrutarlos siempre inalterados
o, como mucho, que sufran la evolución natural propia del espacio objeto de admiración.
Siempre estaremos tentados de mantener en secreto si podemos, la existencia de
estos rincones perdidos en el territorio.
Debido al aislamiento y la dificultad para acceder a estos
enclaves, solo unos pocos privilegiados pueden darlos a conocer. Y cuando lo
hacen, tienen la idea de ofrecer al interlocutor una información sensible y por
tanto la darán de forma selectiva: a ella sólo deben acceder aquellos que
valoren los paisajes como tesoros que se
conservan en equilibrio inestable de forma permanente y que acepten, además, que
su descubrimiento supondrá un esfuerzo de búsqueda y de perdida, necesarios
para valorar la fortuna de estar allí.
Uno de estos paisajes desconocidos, poco visitados por los
montañeros que transitan por esta Sierra de Cebollera es la Laguna Verde, una esmeralda
liquida rodeada de irregulares bloques poliédricos, rocas engarzadas con la
urdimbre rizoide de los barbados pinos silvestres. Colosos enfrentados a
ventiscas gélidas y copiosas nevadas que han dejado impresas en sus cortezas
numerosas y profundas cicatrices, más estos pinos abuelos, anteriores a los
bisabuelos más ancianos (el tiempo arbóreo no se corresponde con el humano)
nunca tuvieron que aguantar, encarados,
las cerceras que fustigan con saña, las
que hieren con fríos polares, han
encontrado el refugio perfecto al suroeste del Castillo de Vinuesa (2.068 m.),
bajo la cresta amurallada que forma la cumbre, se encuentran al abrigo que les ofrece
una bufanda de fantasía tramada con adustos pinos negros, que se mestizan
al aproximarse a los pinos silvestres …
y se embellecen, y resultan los rostros
más sabios y antiguos de la Sierra de Cebollera.
A salvo de miradas indiscretas, entre las cuotas 1.900 m. y
1.950 m., la Laguna Verde oculta tras
las leñosas espaldas de los escoltas, mantiene su privacidad, favorecida
además, por la ausencia de carteles y
postes orientativos, y la presencia de “hitos” que invitan a la pérdida y
mantienen alejados, todavía, a los paparazis de la natura, cada vez más
abundantes.
La búsqueda, con la esperanza de encontrar el objeto deseado:
la vital esmeralda líquida, os motivará. Cuando abandonéis el camino que desde
el Puerto de Santa Inés os ha traído a los pies del Castillo de Vinuesa, descended manteniendo una ligera orientación
sureste (… dejad el GPS y atreveros con la brújula y la intuición). Y con la
sensación de estar observados de forma permanente, os adentrareis en un paraje
quebrado, sin sendas, sin referencias; a sabiendas de que estáis, de alguna
manera, en un espacio privado y camináis ante la presencia entre curiosa e
indiferente de sus dueños, la centenaria y fantasiosa comunidad arbórea.
La incertidumbre se querrá adueñar de vuestro ánimo y sólo la seguridad de saber que la Laguna Verdes está allí, entre las musgueras que tapizan el suelo y los bloques rocosos, los líquenes que tatúan los musculosos brazos de los pinos que os acarician una y otra vez,… os hará seguir adelante.
Los pasos os acercan cada vez más al territorio de la
nostalgia, de los secretos del pasado, los que quedaron ocultos en los
entresijos de la memoria, y que ahora la sensación de pérdida reaviva; el
encuentro con vuestros propios fantasmas os puede asustar y resultar turbador,
más conocerlos, y ningún lugar mejor que estos viejos paisajes, ayuda a
tutearlos y ponerlos a nuestro favor…La Laguna Verde, es todavía un reducto… un
templo antiguo de culto a la "diosa naturaleza",... y llegar a conocerla exige su
ritual iniciático: la búsqueda y la perdida la habéis experimentado, os queda,
si persistís, el encuentro con “Ella”… y vuestros fantasmas…
Escuchareis, llegado el momento, el murmullo del agua que
fluye secreta bajo raíces y rocas,… percibiréis un mermado destello líquido que
serpentea en las incipientes turberas,… estáis muy cerca. Seguid las estiradas hebras
de agua… Aparecerá discreta sin aspavientos,… acogedora (ni muy grande ni
pequeña) sensual (… proporcionada y muy sugerente…), misteriosa,… con una pizca
de picardía y malas artes –en mi última visita, con la mirada embelesada, acabé
con las botas como un charco de ranas-,… preciosa.
Disfrutadla, dejaros atrapar por sus camaleónicas transformaciones de color: de liquida esmeralda a transparente aguamarina, de calidez ambarina a nívea palidez,… dependerá de la estación, la tormenta, la niebla,… o la luna.
Cuando regreséis,… no pongáis marcas para facilitar la senda
de encuentro con “Ella”… Estos espacios perdidos están muy bien… perdidos… Y me
temo que muy pronto aparecerán rutas señalizadas a la Laguna Verde de Cebollera…Las
citas en Internet son, ya, muy numerosas.
Aunque ya conocemos el lugar, no deja de sorprendernos.
ResponderEliminarHemos perdido la cosumbre de "perdernos" en lugares tan bellos como este, y sinembargo nos perdemos en cosas
ResponderEliminarinsignificantes.
A veces,aun sabiendo el resultado final,es mejor compartir;siempre habra alguien que disfrute y respete
de espacios como este.
(Una amiga a la que le gusta perderse)
si no hubiera esstado en ese paraje de hadas con vosotros no creería en su existencia, pero como además lo describes tan poéticamente y con tanta pasión es como volver a sentir toda su magia. alejandra
ResponderEliminarPreciosa laguna, tiene que merecer la pena la visita
ResponderEliminarExcelente reportaje sobre el lugar más desconocido de Cebollera.
ResponderEliminarTe invito a visitar mi blog urbionycebollera.blogspot.com,casualmente estaba haciendo un reportaje sobre la laguna verde y he encontrado fotos de tu blog, correctamente indicado la procedencia. En caso de que no esté de acuerdo con su uso la quito sin problemas.
Un saludo