Al salir de la curva fuimos
conscientes, de manera casual, de la existencia de una construcción, de
apariencia industrial, en el fondo del barranco. Era una mañana gris, fría, con
mucha nieve en las cumbres y en la carretera la justa para no impedir la circulación
por la LR-415 que desde Ezcaray llega a Posadas y nos lleva, encaramada a las
laderas, hasta el alto de la cruz de la Demanda… Si, donde ha llegado algunas veces la vuelta
ciclista España.
Desde el primer instante del
encuentro visual con aquel paisaje, me pareció tan sugerente que no se me fue
del pensamiento. De regreso a casa busque rutas publicadas de senderismo y
antiguos caminos en viejas cartografías que me permitiesen acceder a la Central
hidroeléctrica del Salto de Águila. Posteriormente tuve conversaciones con
algunos lugareños con el fin de recabar más información e historias,
testimonios directos ligados al territorio y a ese edificio que permanecía anclado
al rio en lo más hondo del Alto Oja. De esta manera fui reuniendo datos y me
entere de la existencia de seis pequeñas presas, que interrumpen el transito
natural del agua de otros tantos arroyos y desvían una parte de su caudal a
sendas acequias que recorren kilómetros de laderas, salvan profundos barrancos,
en base a la ley física de los vasos comunicantes, y conducen el agua requisada
a los riachuelos por la ingeniada red de canales hasta un gran depósito situado
a 1400 m. de altitud, 450 metros por encima y a la espalda del Salto del Águila.
El descenso brusco y acelerado del agua acumulada, por la tubería cerrada,
hasta la central provocaba la rotación de las turbinas instaladas en el
edificio y se generaba el flujo eléctrico para el que fueron concebidas estas
titánicas infraestructuras. Algunos abuelos que trabajaron en ellas recuerdan
el esfuerzo que supuso el asentamiento en este agreste paraje de estas venas
amaestradas y dirigidas. Ahora, ya deterioradas, pues han sufrido la
desatención de los propietarios y el inaplazable tributo que se ha cobrado el
tiempo, son incapaces de cumplir los fines para los que fueron diseñadas.
He llegado hasta varias de estas
presas, como las situadas en los arroyos de Turraguas, Escorlacia o Recila,
siguiendo caminos poco señalizados, veredas
intuidas y poco transitadas, y en los recorridos he encontrado, además de las
infraestructuras hidráulicas mencionadas, lo que queda de algunas majadas:
restos de muros tapizados can musgos y emboscados en sugerentes hayedos
salpicados de acebos o servales. También quisiera destacar que en algunos
tramos de estos estimulantes caminos me ha encantado poder escuchar los
escarceos del agua en el fondo del valle. Mientras las sendas se enmarcan unas
veces entre tapias, se abren paso después entre los brezales de alto porte
arbustivo o atraviesan testimoniales bosquetes de alerces o pino silvestre,
abajo, las aguas del Oja se adivinan inmersas en un apasionado romance de roces
y abrazos con el cauce rocoso, desigual y atropellado que las obliga a saltos
forzados, sugestivos, que reclaman la atención de miradas atrevidas, para luego
adormecerlas en remansos con hechizo, que bien pudieran haber propiciado el
nacimiento de alguna conocida diosa mitológica, mas seguro que lo frecuentan
ninfas del bosque o la montaña con menos pretensiones y fama pero no menor
belleza; espejos de agua que se precipitan de nuevo, sin tregua, en nuevas y
atolondradas persecuciones, carreras de caricias que acaban por eliminar las
aristas de las rocas y modelar las aguas para describir un circuito variable de
curvas de poderosa sensualidad y magnético atractivo visual. Si además el río
se te muestra algo alejado, pero no demasiado, y semioculto bajo una enmarañada
galería de sauces, arces, avellanos, mostajos o boneteros, se te antojará
mágico.
Ahora cuando alguna de las sendas
no lleva justo allí donde el Arroyo Zeteluria, recaudador de las aguas
sobrantes del Turraguas y el Escorlacia, se juntan con el Oja y recalcan su
fuerza, un túnel horadado en la loma te resultara tentador y te adentraras en él,
y adivinaras la invisible compañía de algunos murciélagos en esos escasos cien
metros que te permiten acercarte a las puertas de la central hidroeléctrica del
Salto de Águila. Ahora resulta sencillo comprender este nombre, pues a pesar de
su localización en el fondo del valle, que nos parecía tan evidente cuando nos
percatamos de su presencia, una vez en ella, nos encontramos en un mirador
increíble sobre el rio Oja, sobre sus bosques mixtos caducifolios y de
coníferas, que trepan decididos los abruptos desniveles desde la ribera hasta
las cumbres nevadas del Gatón, el Pico Necutia o el Peñón Espelzia y sus
correspondientes collados… Es un espacio donde se palpa el alma de este paisaje,
donde se percibe la presencia del águila.
Y ahora, allí, junto al corazón
de este complejo entramado de producción eléctrica te invade la nostalgia y el desánimo,
te contagias de la decadencia, abandono y desidia que se respira allá donde
miras o te asomas,… y no logras entender nada… Quieres recordar espacios de
similar interés paisajístico y humano en algunos valles del Pirineo francés como
los de Troumouse o Gavarnie, y sientes envidia (creo que empieza a ser
patológica) solo de pensar como, con toda seguridad, se hubieran recuperado
estas instalaciones en el país vecino…. Estos espacios deberían de tener futuro
e incorporarse a los valores que encierra este territorio.
Como no vas a pensar que este
edificio y toda la red de tuberías, canales, presas o depósitos forman parte
del patrimonio histórico y natural que encierra este lugar, que este paisaje
del Alto Oja se singulariza, todavía más, con esta intervención de ingeniería
hidráulica en él, como no vas a rechazar que este trabajo humano tan encomiable
se pierda en el olvido del tiempo y la desidia… Como no vas a imaginar que
todas estas infraestructuras vuelven a estar operativas, ya, posiblemente, con
distinta finalidad a la inicial.
Ahora las conducciones
canalizarían el agua hasta el gran depósito, recuperado, encima del Salto del
Águila, y podría ser utilizado como reten de agua para combatir los incendios,
frecuentes los últimos años en estos parajes. Además el descenso del agua
entubada hasta la central, como antaño, permitiría generar una cantidad de
electricidad suficiente para cubrir las necesidades de un pequeño hotel rural,
adaptándolo a las nuevas tecnologías de acumulación y producción energética.
También sería posible poner en marcha en su entorno una explotación apícola,
actividad que no resultara desconocida en este espacio, pues aquí ya hubo
colmenas, lo cual daría al establecimiento una impronta de sostenibilidad
todavía más creíble… Podemos imaginar infinitas posibilidades para este
alojamiento rural autosuficiente.
Finalmente os propongo dos
fuentes de información para recorrer este paisaje de la Sierra de la demanda
que me parecen las más apropiadas para acercarse al conjunto de intervenciones
que hicieron posible la Central del Salto del Águila:
*Ojead el libro: Las mejores excursiones por… La Sierra de la
Demanda.
Editorial El senderista.
*Elegid el paseo más apropiado de
la carpeta de rutas editada por la Asociación de
Amigos de Ezcaray en el año 1994: Paseos por Ezcaray, Ojacastro y Zorraquin.
Jo, Carlos, la verdad es que es impresionante, ya lo hemos hablado.... Impresionante por la espectacular magia natural que nos ofrece, impresionante también por la capacidad del Ser Humano cuando se pone a trabajar, lo qué es capaz de ahcer. Y, además, me parece un buen ejemplo de obra humana muy poco ab resiva con la Naturaleza. Bueno, que ya he dejado otro comentario en Larioja.2. A ver si me operan pronot de la cadera y puedo de nuevo sentir bajo mis pies el latido de los montes, un privilegio que los montes nos reservan a los que vamos allí a caminar: los montes no ofrecen sus latidos a los vehículos con ruedas.
ResponderEliminarBenito, haber si pronto podemos volver a perdernos por estos paisajes que forman parte de nuestra vida... ¡¡¡ Animo con tu operación...!!!
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