sábado, 15 de marzo de 2014

Una dehesa bien guardada...




 Los paisajes, como defiendo siempre que tengo oportunidad, son valiosos documentos históricos que menospreciamos con demasiada frecuencia y tratamos con prepotencia en función de intereses frecuentemente espurios, y cuando así hacemos arrancamos páginas irrepetibles de la historia de estos paisajes. Mas todavía hay espacios desperdigados o arrinconados por todo el territorio que conservan integras y bastante legibles sus paginas historiadas. Utilizo las palabras de Javier Maderuelo,  Catedrático de Arquitectura del Paisaje, “Toda la historia de un país está gravada en su paisaje por medio de las formas de ocupación del territorio, la división de las parcelas, la construcción de los bancales, los tipos de cultivo, la estructura de las acequias y la red de caminos”(1), para reforzar la idea de que ningún otro documento nos resultara más elocuente y esclarecedor para conocer una comarca, que sus paisajes. Pasear por la Dehesa de San Román nos garantizará una lectura intensa, muy instructiva e incluso apasionada de los relatos y leyendas escritos en cada rincón de este robledal del Valle del Leza.



Se adentra ya “el caminante” en el bosque adehesado sin percatarse de la particular entrada que da acceso a él, pues sigue su pensamiento, enfrascado, tratando de dirimir una explicación coherente al genuino establo de vacas que ha dejado atrás(3)… Pero la fuerza escultórica de los robles, reforzada por su desnudez estacional, que flanquean  la senda y respaldados en las proximidades por ejemplares de similar porte y atractivo visual, le obligan a posponer sus cavilaciones ganaderas y empaparse de este espacio por el que transita sobrado de intereses naturales y humanos. Agradece “el viajero” encontrar en los paisajes del Camero Viejo estas islas forestales, en el mar antiguo de cultivos aterrazados que tapizan este terreno de lomas y “cogotes”, que son las dehesas. Espacios caracterizados por la baja densidad de árboles longevos, modelados con la técnica que se conoce, todavía hoy, como “trasmocho” y que daba lugar a espacios diáfanos, luminosos y abiertos, ricos en pastos y frescos en épocas estivales, que garantizaban además leña para las cocinas y otros usos… Son las dehesas un magnífico ejemplo de desarrollo sostenible y de equilibrio entre el aprovechamiento ganadero y forestal del territorio.






Pronto encontró “el caminante” el mojón sobre un viejo tocón  y próxima la cruz grabada en el roble más cercano, como le habían contado,  que recuerda el asesinato… por violencia de género, que allá por el  año 1902, sufrió la joven Cayetana, vecina de Torre en Cameros, a manos del Cura Victoriano Valdecantos, párroco del pueblo, cuando bajaba a San Román… Tiene tanta vigencia el crimen todavía que se indigna  “el viajero”, comprobar lo que falta por hacer para erradicar esta lacra tan arraigada, le irrita, y tras conocerse la semana pasada los preocupantes datos sobre violencia de género en la Unión Europea, está convencido… que será un problema que ocupará las primeras páginas de las agendas políticas del continente Europeo ¿…Oh lo habrán traspapelado ya? Bueno, y si la condena que sufrió el cura párroco “dejó helados”, según la versión del romance que se puede leer en el número dos de la revista Piedra del Rayo(2), a los paisanos de la época,… en la actualidad, quizás, no  nos hubiera extrañado tanto.



Recordó “el caminante” los conocidos versos de Antonio Machado leídos en la entrada de la Dehesa de San Román y retomó “el camino”, con ánimo controvertido, hasta llegar a una tapia levantada en piedra, que aguanta por tozudez en tramos prolongados, aunque a la vista quedan ya trechos que se han abandonado en los brazos amables de la desidia,… como allí donde la senda del GR-93 que nos ha traído, abandona el recinto tapiado que delimitaba la dehesa camino a Torre de Cameros. En este punto, bien aconsejado, siempre con el muro de “piedra seca” como guía, se aventura en la dehesa en dirección noreste y al amparo de los veteranos guardines arbolados: ahora reunidos en corros que rozan la indiscreción, más allá solitarios,  indiferentes en apariencia  y, todos, ajenos a nuestros ritmos, tiempos y devaneos… No le resulta difícil imaginar “al viajero” la “dehesa boyal”, este bosque amaestrado y generoso, en funcionamiento al servicio de la comunidad rural, cuando la colaboración entre sus miembros en el mantenimiento de esta estructura productiva era básica para sus economías, a la vez que creaba sentimiento de grupo y la necesidad de tener presentes a los vecinos,… formas de vivir que él considera importante recuperar…







Desde el “Cogote” que ha subido tiene una visión general de la dehesa y comprueba, resignado, como prolifera el monte bajo, señal evidente de la pequeña presión del ganado sobre los pastos, encuentran tantas dificultades para salir adelante las explotaciones ganaderas,  que esta actividad se ha reducido de manera alarmante, a pesar de ser una parte destacada  de la identidad de este paisaje. También ve, ahora sí, el Chozo de la Dehesa de San Román, resulta una construcción destacada y con interés por hacerlo, su finalidad lo requería. Encadena “el caminante” varias lomas y siempre con la edificación a la vista,  a pesar de no existir senda definida y ser numerosos los arbustos que salpican el espacio, resulta fácil elegir hacía donde dirigir los pasos y llegar finalmente al chozo. Este  se yergue robusto en el cerro y acrecienta su solidez el hecho de estar descabezado, pues su desafortunada cubierta de cemento, sólo visible desde el interior y bien mimetizada por el tiempo y la natura desde el paisaje, parece atestiguarlo. Seguro que resultaba una magnífica torre de guarda de este viejo bosque seleccionado, disciplinado… y tapiado.


Recostado “el viajero” en la pared del chozo, en el carasol y al abrigo de vientos. Arropados sus pensamientos por estas piedras con memoria, entiende la importancia de conservar estas dehesas comunales, bibliotecas del recuerdo, presentes en cada pueblo del Camero Viejo, de la perfecta simbiosis que existía entre el paisano y su medio natural… Se anima a recomendar que algunos jóvenes o adultos con niños, de San Román o de fuera, se aventuren en la dehesa y pernocten en el chozo la próxima luna llena de primavera, allí por semana santa, cuando los habitantes de este bosque con duende y sus visitantes estacionales,… ya encelados, estén prestos a manifestarse… Escuchad al Cárabo,… sobrecogedor… Advertid la presencia de la “Raposa”,… y poned la mochila a buen recaudo… Sentíos observados por el Gato montés o la Gineta,… a la vez que acechan al Lirón careto, escuálido tras su letargo invernal, o al Arrendajo, adormilado tras su largo día de vigilante y cotilla voceador de la foresta… Estad abiertos a la sorpresa,… será una noche que no olvidaréis. Y probablemente os comprometáis en la conservación de este paisaje que cuenta muchas historias… y tiene mucha vida…






(1) MADERUELO, Javier, Una construcción cultural, en el Suplemento cultural Babelia de El País, 20 de septiembre de 2008, p. 17. (Javier Maderuelo es Doctor en Arquitectura por la Universidad de Valladolid, Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Catedrático de Arquitectura del Paisaje en el Departamento de Arquitectura de la Universidad de Alcalá; y coordinador de los cursos Pensar el Paisaje del CEDAN-Fundación Baulas).

(2) El horroroso crimen de San Román, en la revista riojana de cultura popular Piedra de Rayo, diciembre de 2000, nº 2 p. 33.

(3)”…el genuino establo de vacas que había dejado atrás…”



Increíble vallado de somieres y pales.