domingo, 28 de diciembre de 2014

Tras la huella de constructores megalíticos y eremitas




En la Sonsierra la historia sale a tu encuentro, tomes la carretera o camino que decidas, vas a dar con intervenciones humanas en el paisaje que te permitirán trasladarte, con cierta imaginación y un punto de interés informativo, a muy diferentes periodos de la historia de este territorio de frontera y confrontación. Son tan variadas, abundantes y atractivas las manifestaciones arquitectónicas y etnográficas diseminadas entre las tierras que descienden desde la Sierra de Cantabria y el Toloño hasta el Río Ebro,  unidas a fabulas y leyendas, que “el viajero” presenta este rincón entre Peciña y Ribas de Tereso como idóneo para conocer estos días de Navidad con “la chavalería”, que goza de  vacaciones, pues pocos lugares pueden alimentar mejor su necesidad de fantasías y aventura: se mostrarán afanados en la supervivencia con los cazadores, pastores y recolectores del Neolítico, entrarán en las cuevas con los anacoretas de la época Hispano Visigoda o colocarán sillares labrados de arenisca para levantar el templo de Santa María de la Piscina,… que pudo tomar como modelo la Piscina Probática  del Templo de Salomón, conocida por el Infante Don Ramiro, yerno del Cid Campeador, en la toma de la ciudad de Jerusalén durante la Primera Cruzada, donde encontró un fragmento de la Veracruz, y quién dejó notificado en testamento su deseo de construirla, obra que acometió su heredero  el Rey García Ramírez, allá por el año 1136…



Partirá hoy “el caminante” de Santa María de la Piscina y dirigirá sus pasos hacia el cercano y señalizado Dolmen de la Cascaja, enterramiento de los denominados de corredor, donde la excavación saco a la luz los restos de al menos  31 hombres, además de materiales cerámicos, una punta de flecha de bronce y otros útiles, que remonta la presencia humana en este lugar a unos 3000 años antes de Cristo… Un nuevo poste de señalización le dirige hacia el Conjunto de los Lagares de Zabala, donde puede intuir como se elaboraban los vinos claretes y blancos en la que puede considerarse una de las primeras bodegas de La Rioja, excavada entre los siglos del X al XII posiblemente… Imagina ya a “la chavalería” que corretea por las calles de Peciña, sube la escalinata de la Iglesia de San Martín y sale de la población por el antiguo camino de Ribas de Tereso.
Comienza entonces el recorrido por el paisaje con minúsculas, un balcón con vistas a los camaleónicos Sistema Ibérico y Valle del Ebro, con la encastillada Sierra de Cantabria a la espalda y la mole del Toloño, en cuyas cumbres abades, bandoleros y generales dejaron huella, como fondo de escenario por el oeste. En el primer cruce destacado de caminos, antes de tomar el que desciende, sube “el caminante” a la loma de la derecha para disfrutar de una magnífica panorámica y localizar desde allí los términos de “Peña Lacha”, “San Bartolomé” o “Gobate” donde “la chavalería” podrá aventurarse en los entresijos de la historia que estos paisajes todavía esconden…



Cuando llega por el borde del sembrado a la caída del montículo donde se localiza el peñasco, de unos tres metros de altura por más de tres también de anchura y medio  de grosor, que se yergue con intención de destacar mas sin protagonismo en la actualidad pues las dos encinas que lo acompañan casi lo ocultan hasta encontrarse próximo a él, entiende porqué llaman “Peña lacha” los lugareños a esta arenisca enhiesta, dada su probable forma antes de sufrir la erosión de los elementos meteorológicos, un tercio de ella enterrada y anclada en equilibrio con rocas menores por los pobladores de este territorio,… alguno de los cuales pudo perder la vida en la extracción, el transporte o para erigir este probable menhir y descansar sus restos en el cercano Dolmen de la Cascaja,… No es difícil de imaginar.



Vuelve “el viajero” al camino antiguo y su pensamiento lo ocupa “la chavalería” y las ideas que sus creativas imaginaciones habrán recreado de estos constructores megalíticos, para  cortar, mover y levantar estas grandes piedras… De nuevo aparece un poste de madera con flechas de señalización, una indica hacia la derecha Ermita de San Bartolomé, la otra, Eremitorios de Gobate a la izquierda, hacia allí se dirige por la orilla de una cebada naciente, dado que brilla por su ausencia una pequeña senda que parecería lógica tras el poste de información, hasta alcanzar un promontorio que se estira hacia el sur entre dos vaguadas. Camina entre encinas y enebros en busca de una cueva, “goba” en euskera, que sitúan sus informaciones al suroeste del mismo… Y se deleita imaginando a la “chavalería” intrigada en su búsqueda,… encontrando el muro de piedras semiderruido como primera pista y percatarse después del abrigo en la peña  en medio de aquel espacio asilvestrado… No es difícil de imaginar a los eremitas de los siglos IX y X ocultos a los ojos de las razias sarracenas, entregados a la oración y a sobrevivir… en aquellos tiempos vandálicos. Cuando entra a la cueva se fija en varias tumbas socavadas en el suelo y paredes de la misma que ayudan a situar cronológicamente este espacio en la historia. En sus proximidades varios lagares labrados en la roca, uno de ellos encima de la propia cueva, dan una idea de la funcionalidad tan diversa que desempeñaban estos habitáculos. Busca a continuación una segunda oquedad en la caída sureste del promontorio, una angosta entrada que permite el acceso a su interior, un espacio de tres metros de diámetro por metro y medio de altura, y observa, como en la anterior, varias tumbas excavadas e incluso una cruz grabada en la pared… No me digáis que “la chavalería” no estará alucinando,… piensa “el viajero”.





Torna de nuevo al poste de madera con la flecha de señalización y se encamina hacia la Ermita de San Bartolomé, antigua parroquia de la aldea de Orzales, y como ya le parece habitual que los caminos desaparezcan no le extraña que ocurra aquí también, mas la monumentalidad de las ruinas de la cabecera gótica, de finales del siglo XV principios del XVI,  indican con claridad la dirección a seguir. Se acerca hasta ella con el presentimiento de que no le gustará lo que va a encontrar… y así es, si bien han vallado  el entorno y lo han intervenido despejándolo de matorrales, la arquitectura amenaza ruina y se recomienda no acceder al interior de esta construcción, lo que queda de una población destruida primero por el General Verdier durante las Guerras Napoleónicas, en 1808, y posteriormente, lo poco que aguantase, por el militar liberal Martín Zurbano en las Guerras Carlistas, en 1836… Se sienta “el viajero”, junto a estos muros orgullosos de la ermita que se resisten a no existir, a doblegarse al olvido,  y mira ensimismado los escarceos de las nieblas por el Toloño… y decide volver sobre sus pasos sin bajar a Ribas de Tereso, pues un escalofrío recorre su cuerpo cuando piensa lo que habrá sentido “la chavalería” al conocer tantas historias como cuentan estos paisajes… No es difícil de imaginar… Y no conviene saturarlos.


"Los Paisajes del Vino de Rioja" no pueden olvidar estas historias.




Seguid con "la chavalería" el mapa de la ruta.





¡¡¡ Feliz Navidad...!!!    



domingo, 21 de diciembre de 2014

Adiós otoño… ¡Estamos en invierno ¡






A estas alturas del año el flujo de ideas que emana de tu cabeza se torna lento e insustancial, al compás de los días de diciembre. Además los motivos para el desánimo que se ciernen sobre tus convicciones y añoranzas, se muestran tan meridianos en informativos y publicaciones, que te amilanas ante los fríos días que se avecinan. Les ocurre igual a los paisajes invernales, resulta ahora evidente, en la desnudez de la estación, la pérdida constante e imparable de su historia, de ese patrimonio menor, conformado por muros de piedra, apriscos, chozos, colmenares,… Menoscabo que sufren los paisajes ante la indiferencia casi generalizada de unos ciudadanos que bastante tienen, en muchos casos, con sobrevivir cada día en la marea salvaje de unas políticas gélidas e impersonales que les sobrevienen sin miramientos  por todas partes, medidas de unos gobernantes carentes de toda fuerza moral para llevarlas a término y sin perspectivas sociales de ningún tipo, traicioneras resacas en las que únicamente resisten a flote, y cada vez con más pujanza, bancos, financieras y multinacionales… Así, con el invierno estacional y social establecido, te sumes en un estado de letargo, incapacitante para generar propuestas viables, novedosas y creativas, necesarias para evitar que pierdan su discurso nuestros valiosos y variados paisajes…
Más si nada se para, el tiempo menos, y tienes que aprovechar las particularidades del invierno para tomar buena nota de necesidades y carencias urgentes, madurar intervenciones en tiempos propicios y, sobre todo, sacudirse la apatía y adentrarse en algunas de las recreaciones paisajísticas más extraordinarias que la natura es capaz de regalarnos estos días... No espero lo mismo de nuestros gobernantes. Es un privilegio sentirnos inmersos en las auténticas obras de arte que son estos paisajes invernales… Que todos podemos disfrutar y sin que nos cobren todavía por ello.
¡¡¡Disfrutad la invernada…!!!






jueves, 4 de diciembre de 2014

La campiña de Fuenmayor te sorprenderá




Los Paisajes del Vino requerirán compromisos




Es posible que si a estos paisajes no te ligan motivos emocionales, laborales, enológicos o una partida de nacimiento, con lo cual es probable que hayas desarrollado un buen número de lazos afectivos que te unen igualmente a este territorio, no te aventures a descubrir la sugestiva campiña existente entre Fuenmayor y Logroño. También es de reseñar que de unos años esta parte son numerosos los ciudadanos, de una u otra villa, que en su querencia por las prácticas deportivas, correr, andar en bicicleta, caminar, o bien por recomendación médica, recorren esta liada red de  caminos que ha permitido a muchos curiosos enredarse en ella y descubrir rincones de gran belleza visual y rico caudal histórico.
Transita hoy “el caminante”, no tiene claro si por mantener una actividad física apropiada o por prescripción facultativa, el llamado popularmente Camino Viejo de Fuenmayor, que mantenía hasta las últimas renovaciones de firme algunos tramos enlosados en piedra con factura similar al de las calzadas romanas, y como tal parecía tenerse en base a lo descrito en las “Vía I y Vía XXXII entre Virabesca y Caesaragusta”  del Itinerarium  del emperador Marco Aurelio Antonino Basano, conocido como Antonino Caracalla, y que estudios recientes parecen poner en entredicho, no tanto el discurrir de la misma como los restos materiales existentes, que parecen deberse a las obras llevadas a cabo por la Real Junta de Cosecheros, a finales del siglo XVIII, para facilitar el transporte y comercialización de las grandes cubas con el vino elaborado en la comarca.

Ha quedado atrás la ciudad y se siente inmerso en un paisaje humanizado dominado por viñas y cereal, salpicado de espacios llecos en las laderas pendientes y pedregosas, los cabezos de las lomas o terrenos antaño cultivados, y en ellos arraigan, entre romeros y coscojas, una rica diversidad de plantas leñosas y aromáticas. En La Rad, todavía término municipal de Logroño, la panorámica que se despliega ante él ha cambiado, las viñas son ahora protagonistas indiscutibles del espacio: un animado oleaje de tonos encendidos se mueve al ritmo de la mirada, sobrenadan en él, apiñadas y con el único fin de permanecer allí, numerosas parcelas dibujadas con trazo inseguro por caminos, sendas y ribazos. 

Fatigados guardaviñas observan con hastío el paisaje, evitan desplomarse únicamente por fidelidad a las manos artistas que los construyeron… Ni uno solo de estos chozos o cabañas que todavía resisten a diestra y siniestra del  Camino Viejo de Fuenmayor debería desaparecer.


Los pasos recorren ya tierras de Fuenmayor, mas la vista hace rato que surfea, sin viento, en la jovial y colorista marea de viñas de los términos de Alabacos o Los Valles y no puede evitar “el viajero” traer a su pensamiento la candidatura de Los Paisajes del Vino de Rioja a Patrimonio de la Humanidad,  la cual no duda en apoyar, pues lleva años abogando por la salvaguarda de este patrimonio natural, cultural y etnográfico. Cuando casi nadie hablaba de ello, recuerda con agrado las conversaciones amigables en los programas de radio de Manolo Gonzalo, Carlos Santamaría y Lucia Ripa en la Cadena Ser Radio Rioja, en ellos ya defendía la conservación de las terrazas y ribazos de la parcelación tradicional, de las acequias y barrancos con sus arboledas, las pequeñas plantaciones de almendros y olivares para romper la monotonía del paisaje,… de evitar las grandes concentraciones parcelarias, respetar y potenciar las variedades de vid y la longevidad de los viñedos,… un patrimonio decíamos que es una inversión de futuro. Premisas todas ellas que deberán tenerse en cuenta cuando se hable de la candidatura de los Paisajes del Vino de Rioja. Pues bien, ahora ha decidido el Gobierno de La Rioja, empujado por los pasos dados antes por el Gobierno Vasco, tomar la iniciativa… “Nunca es tarde…” como dice el refrán, para tomarse  en serio esta gran empresa en la que se ha embarcado la región… Navegar en un variado y rico mar de viñas que tenemos la responsabilidad de conservar y respetar en su integridad.

Entre cavilaciones y con la mirada embriagada por las formas sugestivas y coloristas que disfruta, ha llegado a un punto del camino en el que debe decidir entre descender a la Villa de Fuenmayor o recorrer la estirada y estrecha meseta de Los Llanos que la respalda. Se decanta por lo último y encamina sus pasos en dirección al Río Ebro por un terreno pedregoso donde pequeñas encinas y ribazos de piedras amontonadas, procedentes de las parcelas cultivadas, sirven de abrigo y delimitan estas viñas veteranas. Además, desde ellos, zorros, garduñas y comadrejas acecharán a mirlos, zorzales y a toda una comunidad de aves que invernan en este territorio y aprovechan la “racima”, como el tejón que también deja rastro en estos rincones. Las “colgajas” que pendulean en las cepas son golosinas de alto valor nutritivo que les permitirán rellenar sus despensas de grasa para afrontar con garantía los fríos meses venideros. 

Aquí algunas viñas casi han perdido la hoja y otras están ya podadas, hacen sus propietarios caso del refrán que reza “si quieres ver tu viña moza, pódala con hoja”. Es un terreno agradable de pasear, que incita a asomarse con frecuencia a las laderas pendientes  y asilvestradas que se descuelgan precipitadas: al este, con vistas al paisaje por el que ha venido “el viajero”, languidecen algunas plantaciones de almendros y pierden su  compostura las paredes de antiguos corrales,… y como antes comentaba al referirme a chozos y cabañas, es una verdadera lástima que así suceda, pues estos elementos completan la historia de estas tierras; por el oeste, el interesante casco urbano de Fuenmayor y su descuidado entorno reclaman toda la atención. Se le antoja que esa debió ser la visión de las tropas Napoleónicas, cuando allá por el 1808 se toparon en la noche con el pueblo ardiendo con violencia por los cuatro costados y con el resuello entrecortado pasaron de largo sin descender a saquearlo, pues nada debía de quedar dado el coraje de las llamas… Menor que el que ponían los fuenmayorenses en avivar las hogueras que habían encendido con todo lo innecesario y con capacidad de arder, además de ramas verdes que hiciesen humo abundante hasta casi la invisibilidad… Esta romántica leyenda de “Los Marchos”, que celebran ahora la tarde noche del 7 de diciembre, es difícil de confirmar y encontramos datos que apuntan que ya era celebrada con anterioridad: en 1726 la primera edición del Diccionario de la R.A.E. ya recogía este término como “Fiesta con hogueras que celebran en La Rioja…“ o quizás debamos remontarnos a fiestas paganas prerromanas unidas a la proximidad del solsticio de invierno y acción de gracias por la recolección de las cosechas… Fuera como fueses, podéis acercaros esa noche, ya próxima, a la localidad de Fuenmayor y disfrutareis con el ambiente festivo de los “fuchos”, al calor de las numerosísimas hogueras, con las ricas patatas asadas y un trago de excelente vino de Rioja.


El camino continua en dirección norte por lo alto de la meseta hasta finalizar los terrenos plantados de cepas, hubiera querido bajar hasta el río por allí, y no le resultaría extraño encontrarse por las pendientes tapizadas de matorrales a Sergio, amante y buen conocedor de esa fauna, la que estudia la entomología, por casi todos olvidada, pero el  caminante se encuentra en lo alto de un espolón geológico, en la proa de una gran nave varada, que mira al Ebro con nostalgia del Mediterráneo… Ante la enmarañada ladera y lo dificultoso que hubiera resultado el descenso, vuelve “el caminante” sobre sus pasos hasta un destacado cruce de caminos que le permitirá acercarse a Los Valles, el Valloque o Las Rozas. Recorrer con calma este territorio le permitirá apreciar su riqueza cromática, la sucesión alternante de las texturas y la dinámica distribución de los viñedos enmarcados en naturalizados espacios baldíos y se sentirá bien inmerso en este espacio humano y acogedor.

Estos paisajes pueden llevarnos en algunas ocasiones, así cuando remonta  “el viajero” al Valloque, a estadios de ensimismamiento casi místicos: el Ebro, adornado de sus atributos fluviales, se convierte en el eje serpenteado y vertebrador  que irradia hasta perder de vista paisajes, a uno y otro lado de sus orillas, sabiamente amaestrados por las manos diestras de los viticultores, doctorados en la universidad de la paciente experiencia generacional…


Se apea del balcón privilegiado junto a la caseta arruinada desde la que miraba el cautivador panorama, para acercarse a la ribera del río. Camina de nuevo por una campiña risueña, entre cepas longevas en fincas menores, al lado, otras de reciente plantación y parcelas demasiado grandes para su  gusto, preparadas ya para la vendimia automatizada, recoletos chozos en los ribazos y destacadas casas de campo abandonadas entre las viñas. Llega a la orilla del Ebro, embalsado por la cercana represa del Cortijo, ha perdido en Remolinos su escolta arbórea y arbustiva hasta llegar a la agradable zona recreativa habilitada junto a la Boca del Ebro, allí donde el timorato Río Antiguo le aporta su mermado caudal.

Un estrecho camino recuperado en la margen izquierda, a contracorriente del mencionado arroyo, le acercará a Fuenmayor, no sin dejar antes impresas en su retina y en su cabeza dos estampas: un molino harinero  se mantiene erguido rodeado de cepas y algunas huertas, frente a otros dos cansados ya de aguantar el tipo, y otra casa de campo tradicional en aparente desuso rodeada de viñedos. Ambas imágenes obligan al viajero a replantearse hasta la duda el ángulo de disparo fotográfico para evitar en la imagen gran número de elementos distorsionantes en un paisaje que podía resultar una deliciosa sonata de equilibrio visual y que le invitan a reafirmarse en sus palabras sobre los compromisos que requerirán los Paisajes del Vino para conservar completa la historia del territorio.



Sigue en el mapa el recorrido que hizo "el viajero":


 

Déjate sorprender por la campiña de Fuenmayor:


 



lunes, 17 de noviembre de 2014

Flores de sal en Añana



Un paisaje del pasado que mira al futuro




Fue el Chott el Dejerid el primer salar con el que tuve contacto, y la que entonces me pareció una llanura salina interminable, especular en ocasiones según épocas y tramos horarios, me dejo perplejo, más de 5.000 Km2 inmaculados entorno a  la carretera, trazada con tiralíneas, entre los recomendables oasis de Tozeur y Kebili. Esta porción del Mediterráneo  que quedó atrapada en Túnez, entre el desierto de piedra y el de arena, es un espacio de libertad visual donde la mirada retoza melosa y sin cortapisas en la trama uniforme, sin fin, del tapiz algodonoso en el que se proyectan espejismos verosímiles y caprichosos.
Años más tarde, tras recorrer a pie el sugestivo territorio del Altiplano Boliviano de Laguna Blanca, Laguna Verde o Laguna Roja, seguimos adentrándonos en un desvencijado todoterreno por el apabullante desierto de Atacama, íbamos al encuentro del reconocible desde el espacio Salar de Uyuni. Son 10.582 Kmde infinita planicie blanca, a 3.656 m. de altitud, que sobrecogen y empequeñecen al viajero, mas a pesar de todo se adentra en él y se deja atrapar en la interminable red de urdimbre poligonal repujada sobre la superficie salina… No en vano para los antiguos pobladores de estos viejos paisajes, Chipayas primero y Aimaras más tarde, fueron estos territorios de culto, de  mitología, que les permitía dar explicación a este espacio mágico y poderoso. Así los nombres de Tunupa, Cosuña, Kusina,… o Chillina (volcanes sobresalientes del Salar) responden a los que recibían mujeres, hombres o dioses que convivían en las leyendas de estos pueblos, personajes que respondían al amor, a los celos, a la envidia o la bondad como ellos… No es extraño pues entender que las copiosas lágrimas derramadas por Tunupa, mujer joven, hermosa y adornada de virtudes, por la pérdida de su esposo, un dios con poderío, y de su hijo todavía infante, unidas a la leche materna que brotaba desaprovechada de sus pechos, diese como resultado la formación del Salar de Uyuni, un espacio único en la tierra. Allí, en tierras bolivianas, escuché por primera vez los versos que Pablo Neruda dedicó a la sal (1):

Esta sal
del salero
yo la vi en los salares.
Sé que
no
van a creerme,
pero
canta,
canta la sal, la piel
de los salares,
canta
con una boca ahogada
por la tierra.

……..




Las mismas que ahora leíamos en el muro de la casa solariega donde tomábamos café, en la población Alavesa de Añana, antes de visitar las salinas de interior más importantes de Europa. Fueron 120 hectáreas repartidas en unas 5.000 eras rectangulares o trapezoidales, entre 10 y 20 por “granja”, pues como las granjas, la sal precisa de cuidados esmerados y conocimiento de los tiempos y las condiciones óptimas para desarrollarse y ser de provecho. Os resultará fácil encontrar información contrastada sobre el origen de esta estructura geológica denominada diapiro , que tienen su génesis en la desecación de un mar interior de hace 200 millones de años y posibilita la existencia de los manantiales de salmuera de Santa Engracia, la Ontana, El Pico, o Fuentearriba y por ende del Valle Salado de Añana.



También sobre el devenir histórico de este paisaje humanizado serán numerosas las referencias documentales a las que podréis acceder para conocerlo. Existe constancia de su ocupación en la época neolítica, mas serán los romanos los que inicien una explotación sistemática de los manantiales, posiblemente desde la fundada ciudad de Salionica , citada por Tolomeo. Durante toda la edad media, reyes, condes y eclesiásticos litigaron por el control de las salinas; finalmente la corona, entre los siglos XVI a XIX, estableció un monopolio sobre la explotación de todas las salinas del reino. Alcanzarán gran relevancia hasta los años 60 del siglo XX, cuando la elaboración artesanal entra en crisis, como consecuencia de la gran demanda y la posibilidad técnica de la obtención por otras fuentes y medios más abundantes y rentables. Así, en apenas 40 años, el abandono de las eras de producción de sal ocasiono la ruina de una parte del Valle de Añana.



A partir de aquí pretendo poner en valor este peculiar paisaje alavés en recuperación gracias a la tenacidad manifestada por la Fundación Valle Salado de Añana, que ha logrado evitar que caiga en el olvido, empujado por la falta de rentabilidad de las salinas, y que desaparezca por los daño que infringe en construcciones y materiales, tras el abandono, el tiempo y las corrosivas caricias de la sal. Fundación que ha logrado una sucesión progresiva de objetivos abalados por el reconocimiento de diferentes instituciones regionales, estatales y europeas.
 Este paisaje colmado de atractivos, visuales, táctiles y muy sabroso es, en sí mismo, un documento histórico que nos cuenta con “salero” y sin palabras, los avatares de este territorio tan ligados a los denuedos de sus gentes. Pobladores afanados en el modelado del terreno para lograr un uso apropiado del mismo, mediante aterrazamientos con tapias de piedra y madera de las laderas del Río Muera; preocupados por el desarrollo de técnicas y materiales que les permitiese extraer de la salmuera que brotaba de los manantiales (con una concentración salina de 200 g/l similar a la del Mar Muerto) el oro blanco que dio riqueza y prosperidad al Valle.


Impresiona ya la contemplación  de eras recuperadas, menos de la décima parte de las 5.000 existentes en su día, y no le resulta difícil intuir cual sería el efecto causado si esta ingente labor se completase en su totalidad… ¡¡¡Formidable…!!! Cuando recorres el espacio acompañado de la guía, escuchas sus explicaciones y observas de cerca cada detalle de este paisaje alucinante, aumenta tu admiración y acabas por reconocer que estás ante un paisaje especial.
Se estructura el valle en terrazas de piedra y la construcción, en ellas, de las eras se llevaba a cabo con madera de pino silvestre, pues este material envejece bien al contacto con la sal, y suelos de arcilla y cantos rodados, un espesor de unos  15 cm., recubierto en superficie por 4-5 cm. de arcilla fina que permitía contener sin perdidas la delgada capa de salmuera, apenas cubría los dedos de los pies, y tras la oportuna evaporación, la separación de la sal teñida de un ligero tono sombrío. Para evitarlo, ya en época moderna,  se recurrió al cemento, más su convivencia con los demás materiales no era buena, las grietas resultantes obligaban a renovar la capa, para evitar el grosor y la pesadez de los suelos, y generaban abundantes residuos, escombreras que pueden encontrarse esparcidas en el entorno de las salinas. En la recuperación actual se torna a la arcilla con canto como base del suelo pero cubiertas con losas delgadas de piedra y arcilla fina en las uniones, con un resultado técnico muy satisfactorio y efecto visual excelente.



No se puede pasar por alto el sistema de conducción de la salmuera mediante “royos” (canales de madera), desde el manantial de Santa Engracia, el principal, salía como en la actualidad un canal único hasta “el partidero”, arqueta trapezoidal de madera con doce pequeños orificios en cada uno de los dos lados oblicuos, iguales y equidistantes, que dan lugar al nacimiento del “Royo de Suso”, que surtía de agua salada las “granjas” de la margen izquierda, y del “Royo Quintana” que abastecía de salmuera “los pozos de almacenaje” de la derecha, que luego los “trabuquetes” (2) ayudaban a verter en las “eras”.



Resulta muy gratificante descubrir cundo transitas por las sendas y pasarelas habilitadas en el recorrido de Valle Salado todos los elementos anteriormente mencionados, el sinfín de “royos” que mueren unos en otros y por los que circula calmada y sin pausa la salmuera, canaletas de pino ahuecado y escarchadas en las canículas del verano, de las que penden sin caer lagrimas desatadas, detenidas, la “sal de chuzos” de excelente calidad.



Los salineros conocen los tiempos de la salmuera y las técnicas en el manejo del “rodillo” para movilizarla, logran así sacar de ella, durante un periodo corto de tiempo, la exigente “flor de sal”, la de mayor calidad. No en vano algunos de los más afamados restaurantes de España tienen reservada su producción en una  de las “eras” como lo atestiguan sus logotipos en las mismas. Será después de esta minuciosa labor cuando procedan a la extracción de la “sal de mota”, de gran calidad y destinada igualmente a la gastronomía.



Regresábamos hacia el Palacio de Añana, donde íbamos a comer junto a un espléndido mirador, y el pensamiento seguía inmerso en el paisaje salino aterrazado, descolgado sobre el Arroyo Muera, y se perdía mucho más lejos, en los salares tunecinos o bolivianos,… y tornaban de nuevo los versos de Neruda:
                    
                          ……….
Polvo de mar, la lengua
de ti recibe un beso
de la noche marina:
el gusto funde en cada
sazonado manjar tu oceanía
y así la mínima,
la minúscula
ola del salero
nos enseña
no solo su doméstica blancura,
sino el sabor central del infinito.





Notas aclaratorias:

(1)  “Oda a la sal”: recogida en el libro publicado con el título Tercer libro de las Odas en 1957  por el poeta chileno Pablo Neruda.

(2)   Trabuquete: localismo utilizado en las salinas de Añana para nombrar al artefacto que usan para sacar la salmuera de los pozos de almacenamiento y verterla en las eras. Pequeña grúa de madera que funciona mediante una palanca básica. 






lunes, 10 de noviembre de 2014

Conferencia "¿ Cuanto vale un paisaje... ?

La Casa de Cultura  y el Ayuntamiento de Fuenmayor os invitan: 

 

Y yo me sentiré muy honrado de contar con vuestra presencia, si os apetece y podéis disponer de un poco de ese tiempo tan escaso que nos deja el discurrir diario...
Intentaremos pasar un rato agradable y hablar de... los paisajes cercanos 


martes, 28 de octubre de 2014

Los almendros al sol

Una estampa otoñal que se difumina
  


Los paisajes, como trato de argumentar en estas reflexiones de la columna periódica de Rioja2.com o en el blog “Un Pastor de Paisajes” que la refuerza, son organismos vivos y complejos que llevan escritos la historia del territorio en su  piel, si gozan de la suerte de ser respetados. La percibimos cuando los miramos, los recorremos o nos recreamos en ellos con el pensamiento, su leyenda actual y las precedentes se muestran entonces nítidas a quién las quiere ver. Concebidos como tal, los paisajes siempre estarán inacabados, ahí reside parte de su grandeza… y su debilidad, necesitan de nuestra responsabilidad para no perder ninguno de los capítulos en ellos relatados y que  los hacen posibles como han  llegado hasta nuestros días. Y como esta no se prodiga, la responsabilidad, con demasiada frecuencia nos movemos y  desarrollamos nuestras vidas, entre paisajes sin discurso, que tienen cabida, se parecen y se padecen en cualquier rincón del planeta, pues nada en ellos los liga a un territorio singular. Observad sino donde vivimos la mayor parte de la población, en los espacios sin historia de nuestras impersonales y desarrollistas ciudades. Tenemos suerte si al menos han pensado en el urbanismo y no en la especulación. No ocurre así en el medio rural, al menos hasta hace unos años, allí todavía resulta fácil encontrar retazos de su idiosincrasia, estampas propias que ahora nos sorprenden y nos permiten restablecer los peldaños que han posibilitado la ascensión a la realidad actual.



Sirva esta elucubración que se ha permitido “el viajero” para justificar que hoy quiera enseñaros estas postales, entre el siglo pasado y el presente, que ha encontrado este mes de octubre en los campos, calles y patios de algunos pueblos de los valles del Cidacos, Alhama o Linares por donde ha transitado. Si bien este mes, y más en nuestra tierra, la vendimia copa las conversaciones de la población y destaca tanto en los medios de comunicación (cuando la última hora,… que cuando acaban de darla ya es penúltima, no nos regala un nuevo caso de corrupción política y empresarial o malversación del erario público…), que no deja ver otros paisajes que los enológicos. Mas no os dejéis embelesar por el sugestivo cromatismo y las sensuales caricias con las que nos agasajan los “paisajes del vino” y descubrid también otras e interesantes estampas que ofrecen nuestras tierras riojanas.



Los protagonistas de una de ellas se levantan con el sol, que no madruga ya, cargan en sus jamelgos de cuatro ruedas con remolque, lo cambiaron por los burros o machos con sus “albardas”, “ganchos”, “serones” y “talegas” (1), las pértigas de álamo o avellano para varear los almendros así como las mantas de red de nailon para colocar bajo los mismos. Parten hacia las almendreras dispuestos a desfogarse de la tensión acumulada de tanto mirar al cielo, desde finales de enero con las floraciones tempranas, y sacuden al árbol repensados varazos que los estoicos almendros asumen con elegancia.



La jornada no transcurre  tan rápida como la pericia de los movimientos, rutinas adquiridas tras muchos años de vareos, no dan un golpe de más, tampoco de menos ni sin la fuerza precisa, en la rama apropiada, la que provocara la granizada más copiosa posible de almendros. Dos varean y cuatro mueven el mismo número de mantas a lo largo de dos filas de árboles que llevan parejos. El peso y la dificultad para trasladar las mantas indica el momento para apartar de las mismas los “gamochos” (2) (pequeñas ramas rotas como consecuencia de los leñazos sacudidos…) y retirar los almendrucos con los “cunachos” y descargarlos en el remolque. Recuerda “el viajero” en su juventud el peso para mover las mantas de saco o lona con almendrucos,… y no te cuento si se mojaban. Cambian los vareadores y se retoma la actividad, entre chistes y chascarrillos, que solo se verá interrumpida para  “…tomar un bocao”, un trago de agua o un “chaparrazo” (3) de la bota.


Al declinar la tarde se suspende la labor y regresan… a uno de los pueblos de la comarca señalada, en este caso Villarroya, y en breve espacio de tiempo el “raca, raca,…” de las descocadoras (4) se adueña de los rincones espaciosos. Descargan un primer montón de almendrucos, hojas y “cocones” (5), la máquina los engullirá al ritmo que permita el punto de secado del almendruco y  los tornará ya húmedos y limpios en su mayoría a un segundo montón, que aumentará con la merma del primero, necesitados todavía de un repaso manual.



Son pocos los almendrucos que quedan con el “cocón” adherido y solo las manos podrán liberarlos de su abrazo. Para ello mesas largas están ya dispuestas para recibir cunachos del segundo montón, los salidos de la maquina descocadora, y que manos de varias generaciones dejarán solo con su peculiar tono dorado, tostado, a los almendrucos. Estos engrosarán el tercer  montón a costa de los otros dos.







Solo resta ya tenderlos en lugares abrigos y soleados de los amables patios de las viviendas, clasificada la parva por variedades: largueta (los más abundantes en esta región), marcona, (la más cotizada), redondilla, común, desmayo rojo,… Si cada árbol, según la variedad, verá determinado su periodo de floración o los matices de su flor entre el blanco níveo y el pálido rosa, las almendras ofrecerán texturas, sabores, olores y aceites específicos según su particular variedad… Un mundo rico de sensaciones que en estos valles de la Reserva de la Biosfera todavía no han sido capaces de potenciar, especializar y diversificar su producción,  optimizar la recolección,… y organizarse e inventarse su comercialización evitando los intermediarios,  que les lleve incluso a crear su propia Denominación de Origen, Almendras de la Biosfera…




Notas aclaratorias:
(1)  Albardas, ganchos, serones, talegas: útiles usados para disponer las caballerías para el acarreo, en este caso de los almendrucos. 
      Sus descripciones las encontraras en diccionario de la RAE.                                                    
(2)  Gamochos: localismo de esta comarca riojana. Pequeñas ramas rotas en el vareado de los almendros.
(3)    Chaparrazos: localismo de esta comarca riojana. Trago generoso de vino con la bota o el porrón. 
(4)    Descocadora: máquina para separar los almendrucos de las hojas y  los cocones..
(5)    Cocones: cubierta vegetal dentro de la cual se desarrollan los almendrucos hasta que están bien formados y comienzan a secarse.





miércoles, 22 de octubre de 2014

Semana de las Ciencias Naturales - A.A.Arnedo


Amigos os invito a compartir con los Amigos de Arnedo esta semana de la Ciencias Naturales...
Y os invito igualmente a la conferencia " Valle del Cidacos: un museo apícola al aire libre" que intentare hacer amena y curiosa... Acercaros mañana viernes, 24 de octubre, a las 8 de la tarde a la Casa de Cultura de Arnedo...
Nos vemos...


sábado, 27 de septiembre de 2014

Los azudes del Iregua entre Varea y Alberite





El paraje que hoy recorrerá “el viajero” tiene poco que ver con el territorio abarrancado del Moncalvillo al que hacía referencia la columna anterior. Transitará por un paisaje humanizado en el cual la natura sólo se reserva algunos rincones para mostrar su anárquica creatividad asilvestrada. El río Iregua entre Alberite y su desembocadura en el Ebro, junto a la población  de Varea, refrena su carrera en las pequeñas represas que traban el cauce, remansan sus aguas y posibilitan espacios relajados de serena belleza y rica biodiversidad.



Llega “el caminante” por el Parque del Ebro de la ciudad de Logroño hasta la pasarela, que salva en el Parque del Iregua, el río que da nombre al mismo, próximo al lugar donde desemboca este con el principal. Se propone remontar el Iregua como hacía la antigua vía romana que partía de Varea en dirección a Numancia, mas él llegará únicamente a las cercanías de Alberite. Pretende detenerse en cada azud construido en él para garantizar agua en las acequias de riego o conducirla hasta los molinos o batanes movidos por la potencia hídrica que garantizaba el río, de ellos quedan únicamente algunas ruinas, como vestigios del pasado, esculpidas en el paisaje. Si aparecen, por el contrario, muestras abundantes de su existencia en legajos y documentos de archivo.



Apenas ha recorrido doscientos metros, desde que dejó atrás el puente peatonal que permite el acceso a Varea desde el parque y encuentra ya el primer azud: una pequeña presa que recrea en el parque un espacio donde se respira calma. En el rebalse generado bajo álamos y sauces, enmarcado en un tupido carrizal de aneas, adelfillas y otras plantas acuáticas asentaron sus nidos, los meses anteriores, anades reales, ruiseñores o carriceros, y ahora una nueva generación de pobladores alados adquieren por allí recursos y reservas: unos para el invierno y otros para emprender en breve sus rutas migratorias… Un auténtico lujo para este parque del que hacen uso y disfrutan tantos vecinos de la ciudad.



Retoma el paseo “el caminante”, pasa bajo el puente de Varea por el que transitaba la ya jubilada N-232, el Iregua se muestra pletórico de vida para los paseantes curiosos, pacientes y sin prisas,  vitalidad visible como en los documentales televisivos pero en vivo y en directo. Deja atrás el puente del ferrocarril, interesante obra de ingeniería en piedra, hierro y hormigón cuyo futuro es incierto,… si como presumen los pregonados planes de infraestructuras, el AVE enlazara con esta ciudad... De ahí su faraónica estación. Luego pasa bajo el mastodóntico puente de la Autovía de Circunvalación (…le recuerda a un diplodocus y le gusta) y a menos de cien metros una segunda pasarela salva el río y permite visionar al completo un segundo azud curvo  de grandes dimensiones y que da origen a una acequia de riego para las fértiles huertas de Varea. En el nuevo remanso, el agua sosegada por la luna menguada de cemento posibilita un pequeño soto selvático en medio de la naturaleza amaestrada del parque… Cuan necesarios le parecen “al viajero” estos rincones para repensar y refrenar la agitada actividad cotidiana,… y como echa en falta alguna mesa y bancos en el entorno.



Prosigue su recorrido y abandona el Parque del Iregua por debajo de Puente Madre y se dispone a recorrer la nueva senda para caminantes y bicicletas habilitada en las traseras del Barrio de La Estrella, entre las huertas y las choperas, y con paso presto pues queda trecho hasta llegar a Alberite, observa con agrado el buen hacer de los hortelanos, su minucioso cálculo y geometría en la organización de los cultivos, el trato mimoso de la tierra y las hortalizas,… no puede entender que no se esmeren igualmente en los vallados,  pequeñas construcciones o mobiliario por ellos esparcidos, y probablemente encuentre explicación en los frecuentes robos y el vandalismo que sufren estas huertas… Mas creo, que también habría algo que decir sobre el mal gusto que impera, el poco el aprecio que sentimos por nuestros paisajes cercanos, en los que nos movemos habitualmente, no nos exigimos en el cuidado de los mismos ni somos exigentes con los gestores del territorio… No somos conscientes de que su calidad incrementa nuestra calidad de vida… Como se nota que hoy “el viajero” camina sin agobios pues su cabeza es capaz de componer pensamientos críticos y ello le reconforta.



Al pasar bajo el puente del vial de acceso al Hospital San Pedro desde la carretera de Villamediana, todavía con la pátina y el maquillaje del estreno, observa en él detalles prácticos e interesantes, no así en el puente de la autopista AP-68 que le resulta poco sugerente (…siente “el viajero” atracción por los puentes) Es difícil sentir el río en esta parte del camino, en ocasiones intuimos su discurrir entre las enmarañadas arboledas, y solo algún sendero se adentra en las alamedas entre los arbustos, enredaderas y zarzas, para llegar a su orilla. Son utilizados por los agricultores para llegar al Iregua, colocar las motobombas y tomar agua en las pequeñas represas seminaturales y poder así regar arboledas y plantaciones. Estos azudes han supuesto un trabajo tenaz, para acarrear los grandes bloques de piedra, y esmerado, para que su colocación resulte funcional. Igual que en los anteriores, el estancamiento del río da lugar a parajes excepcionales, donde no debiera sorprender descubrir el rastro del visón europeo en lo alto de alguna piedra o madera señalada de la orilla o encontrar una letrina de gineta en el tronco engrosado de un longevo aliso… Párate y disfruta de estos rincones, adéntrate por alguna de estas sendas, que utilizan también los pescadores en este tramo del río de pesca sin muerte, y te resultará adictivo.




Aún pasará “el caminante” bajo dos puentes menores, en las proximidades de Alberite, y remontará pegado al río un camino que le acercará al último azud que hoy va a visitar. Se encuentra cerca de la población, en el  término del Barborro (tengo que contrastar esta terminología). El lugar hace enmudecer la mente del “viajero”, mira atónito el espectáculo que protagoniza el salto de agua, y se siente  agua acrobática que se zambulle desde lo alto del azud, escucha en la caída su canto monocorde, y lo matiza con notas licuadas robadas al contrabajo que su mente acaricia… No desea levantarse, pero lo hace la vista,… de una de las ramas del aliso, joven, flexible, vigorosa,  sobresaliente hacia el cauce, pende inaccesible una bolsa tejida con destreza, una cuarta de larga por media de ancha, de finas hierbas urdida y pelusas de chopo tapizada, en la media panza hacia arriba un apéndice tubular permitía el acceso al nido al “pájaro arquitecto”, el pájaro moscón… No desea levantarse, pero…




Sigue el mapa que ha recorrido "el viajero" no te defraudara: