jueves, 10 de enero de 2013

La ronda del Ighil Mgoum (II)

El valle de Tessaout: entre toufghine y Tasgaïwalt pasando por Megdaz


Acompañados de Ibrahim, el guía de las próximas jornadas, dejamos atrás la bulliciosa y vitalista ciudad de Marrakech, para dirigirnos, en cómoda furgoneta, allí donde comenzaría nuestra "ronda", todavía, más al sur. Recorrimos un paisaje llano y fèrtil, mayoritario de olivos, acompañados de cereales, leguminosas y algunas hortalizas, con avejentadas estructuras de regadío y numerosas barranqueras poco profundas y de aguas estacionales.
Pasada la población de Demnate comenzó el terreno montañoso, la carretera que lleva hasta Ouarzazate se estrechó y comenzó a serpentear hasta el mareo, subimos y bajamos  puertos vistosos, de nombres que nos resultaban impronunciables y de difícil memorización. Accedimos a la Cordillera del Atlas, allí por donde los macizos occidental y central se diferencian geológicamente  y pierden su bravura. Desde las ventanillas de la furgoneta nos cruzamos por primera vez con el Río Tessaout que descendía en dirección sur-norte, propiciaba abruptas quebradas en la caliza y nos enfrentó a panoramas muy estimulantes. Pinos, encinas y sabinas se agarraban con pericia y músculo leñoso a las descarnadas laderas que ascendían con  cabezonería por encima de los 2.500 m. de altitud. Estábamos adentrándonos en unos paisajes naturales y humanos nuevos para nosotros.

Abandonamos el furgón, el guía y nosotros cinco,  para encontrarnos en Toufghine (1.685 m.), junto al puente sobre el Río Tessaout, con el cocinero y los tres muleros, el equipo estaba completo. Después de cargar las tres mulas, iniciamos espectantes, ilusionados y llenos de interrogantes una travesía que iba a rondar durante ocho días el Ighil Mgound.



Fue el primer contacto con estos valles altos modelados por los ríos montaraces que se precipitan tajantes desde las cumbres, aguas desalojadas con prisa de los horadados y meteorizados suelos del macizo central de la Cordillera del Atlas. El primer encuentro con las gentes bereberes ancladas en estas reducidas y aisladas poblaciones que, como un rosario, hemos ido visitando a lo largo del Valle de Tessaout.


Sonidos del Valle de Tessaout: el susurro permanente de las aguas y canciones mientras tomamos un te.
Grabaciones en directo.

Solo tuvimos que recorrer un breve tramo de camino para estar inmersos en la nueva realidad que íbamos a conocer en las próxima jornadas. Pasado Inbrar, pequeña agrupación de viviendas, la actividad en torno a las pequeñas parcelas, todas cercanas al cauce del Ouet Tessaout, era incesante: las patatas estaban recolectadas; los maizales cortados y tendidos, verdes entredorados, en espera de ser cargados en las espaldas de las mujeres o las mulas; las manzanas llegando a la madurez... El trasiego de gente y ganado entre una orilla y otra del río, sin puentes, caminando o a lomos de los borriquillos era incansable.



Sin dejar el camino, llama nuestra atención en la parte baja del mismo, los pequeños habitáculos alineados y adosados unos a otros, que abrirán sus dobles puertezuelas, ahora con candado, cada semana. Ese día los lugareños intercambiarán sus productos por los que llegan ajenos al valle en esta calle zoco, el souk en las afueras de Ifoulou.
Las construcciones de piedra y adobe no resultan extrañas, sí, sus  techumbres planas de madera, ramas y tierra, que nos hacen pensar en las Alpujarras granadinas, no en vano, hay teorías que emparentan a los habitantes de estos valles con las reclutadas en la Serranía de Ronda, allí por el año 1.030, para una campaña de islamización por la región del Río Senegal y que, una vez en Africa, se convierten en desertores y parten hacia los altos valles del Atlas. Uno de estos grupos, de la tribu de los Tessaout, se asentarían en este valle al que darían su nombre.


Sin capacidad ni tiempo para ir asimilando tantas novedades como nos sobrevenían, debíamos proseguir el camino, pues este no había hecho mas que comenzar. Los pequeños núcleos habitados se sucedían sin descanso, tras Ifoulu llegamos Fakhour y nuevas sensaciones e imágenes se agolpaban en las retinas y en el pensamiento, pasamos por esta población, que invitaba a detenernos y callejear, a visitar un agadir, granero comunitario, recuperado gracias a la Cooperación Francesa y al Ministerio de Cultura Marroquí, sin parar. Acompañados por el murmullo río, llegamos a Aït´Ali-n-Ito (1.749 m.), allí conocimos la buena mano de Mohamed, el cocinero, que nos permitio un breve descanso, recuperar fuerzas y acercarnos, aprovechando la tarde, a Megdaz.


En el camino de Megdaz seguimos encontrando una actividad denodada en los pequeños cultivos ubicados en el amplio cauce del Assif-n-Tifticht, deudatario del Río Tessaout. En la otra orilla, contraria al transito de la pista en construcción, aparece como una fotografía antigua virada en sepias y verdes, la población de Imziln, la imagen resulta casi perfecta y destaca con discreción  el agadir.
La denominación de las construcciones va a depender de las regiones: en esta zona llaman kasar - en plural kasur- a un grupo de casas en torno a una torre fortificada, generalmente de planta cuadrada y esquinas reforzadas, que da protección y sirve de almacén de las reservas alimentarias. Es el igren en bereber, podéis ver dos de estos kasur en las fotografías: el de Inzilin a lo lejos y uno de los que hay Megdaz.




Entramos en Megdaz por el camino que ofrecía la panorámica menos vistosa de esta interesante ciudad bereber, para algunos la más bella del Alto Atlas, y hemos llegado al caer la tarde, momento en el que los tonos pardorosados de las construcciones se  integran en las tierras rojizas  de las laderas muy pendientes   y contrasta con los verdes intensos de nogales, manzanos y maizales, de las limitadas tierras fértiles, de la vega. Mi mirada era incapaz de atender con sosiego a tantos estímulos. Estaba atónito.
Cuando callejeamos por Megdaz lo primero  que nos llamó la atención fue el gran numero de personas que vivía en ella, se aproximan a 2.000 los habitantes, que la actividad era incesante, pero no estresante, y que en el abanico poblacional  se veían muchos niños y ancianos, pocos varones jóvenes y por contra eran muy abundantes las jóvenes mujeres.



Superada esta primera impresión, fueron las construcciones de piedra, madera y barro el objeto de nuestro interés. Levantadas con la pericia y el conocimiento que dan los siglos de trabajo y buenos resultados utilizando estos materiales, se yerguen orgullosos ante nosotros edificios que se elevan hasta las cuatro, cinco o seis alturas, de factura sobria y con detalles en ventanales, rejas y celosías que ponen la impronta de estos, apegados a la tierra,  arquitectos bereberes.
A los Tessaout y otras tribus hermanas como los Bulli y los Bourguemez asentadas en estos valles altos del macizo central de la Cordillera del Atlas, cerrados y de difícil comunicación, aunque de climas relativamente benignos, la ganadería resultaba complicada debido a lo escarpado del terreno, abrupto extremo en algunos espacios, sin llegar a ellos las grandes vías de la trashumancia. Por otra parte, la agricultura aunque productiva, en la estrechez de los profundos valles, solo permitía la subsistencia.
Todos estos factores obligarán a estas tribus sedentarias a cambiar sustancialmente sus costumbres, se convertirán, principalmente los hombres, en magníficos artesanos arquitectos, que recorrerán el Sur de  Marruecos, requeridos para la construcción de kasbahs y ksur, quedando la actividad actividad agrícola y ganadera en manos de las mujeres.

Regresamos al pueblo de Aït´Ali-n-Ito con la noche pisándonos los talones  y la cabeza repleta de imágenes y sensaciones apelotonadas,... y solo era el primer día del recorrido.



No acababa de amanecer,  estaba despierto y los sonidos que habían roto el sueño no fueron los habituales : hacía tiempo que había sonado metálica, por la megafonía de calle, la voz del muecín desde la mezquita... y también el encendido y participado debate matinal cantado de los gallos, que estaba en alza por las calles,… y así continuaba, ya bastante apagado, cuando reiniciamos la marcha camino de Aït Hamza, arrullados por el murmullo de las aguas del  río y las voces gritonas curiosas y precipitadas de los muchachos con quienes compartíamos hora y senda. Ellos para asistir, meritoriamente a la escuela, nosotros para seguir adentrándonos en este valle de Tessaout, que se nos antojaba a cada paso más sorprendente y cautivador.

Ait Hamza nos recibe con olor a sabina, envuelta en los primeros humos del alba, los que hornean los panes y calienta la generosa leche de las menudas cabras de estos paisajes, que encuentran sus delicias en los paredones rocosos donde solo crecen salpicados matorrales espinosos, quebradizos y correosos, con poca sustancia. La actividad discurre pausada, los únicos que corren son los chiquillos, con sus calzados simulados que apenas dejan marca en el camino de la escuela.
Destacaré de esta población, por novedoso, su molino de maíz o centeno, con la misma tipología  que los visitados en los acantilados de Estaca de Bares (Coruña), Vega de Horreo (Asturias) o en la cuesta de Huebro (Almeria), con una notoria salvedad, en este, el rodezno que movía las muelas del molino era todavía de madera labrada, posiblemente de sabina. 



Continuó el camino junto al río, a veces por senda confusa y en ocasiones por una pista incipiente y sin consolidar por la que transitan con dificultad algún camioncito colorista, que transporta las nueces, manzanas o patatas que el valle produce, y  se entrecruzara con las mulas o burros sin poder evitar el sobresalto de unos u otros.
Vamos encajonados entre imponentes paredones calizos que o bien se lanzan verticales hasta el mismo cauce del río o se desploman en bloques ciclópeos entre pinos o sabinas, modulando un paisaje caótico y abarrancado en el que se perfilan, esculpidas con paciencia geológica, formas caprichosas y sugerentes. Es una pena no tener tiempo de encaramarnos a lo  alto de estas escarpaduras de Aghoulid-n-Ichbbakene que se prolongan en dirección este-oeste, acompañando al río Tessaout. Espectacular



En este tramo del recorrido dejamos atrás un conjunto de pequeños núcleos habitados todos ellos encaramados en las laderas rocosas, con pequeños huertos y cultivos junto al río o en incipientes terrazas, y que merecerían cada uno una parada y un té… un paseo y observación sosegada… Por contra, pasamos garbosos y algo alejados de estas pequeñas aldeas que forman el conjunto de Ichbbakene, a una altura media entre 2.200 y 2.400 metros.

Dejamos atrás estas poblaciones y el camino atraviesa ahora un espacio que me resultó sobrecogedor geológicamente y demoledor anímicamente: los farallones rocosos que nos habían acompañado se desmoronaban, sus estratos se intuían comprimidos hasta la quiebra en algunos tramos, ruptura que ofrecía un espectáculo de texturas, colores y formas que resultaban apabullantes,… además hacía calor y el camino picaba ligeramente hacía arriba…. Pero tanta maravilla tuvo aquí su contrapunto, este valle que yo comenzaba a idealizar en mi cabeza, nos presentaba otra realidad, durante casi una hora un grupo de muchachos nos iba a escoltar en permanente demanda, mediante gestos y frases cortas  memorizadas en francés… d`argent ….. un stylo, … o en castellano …. Madrid, Barcelona,... Mesi, Xavi, Pujol,….. para volver al francés,… un stylo,... un bonbon... Eramos turistas y  sabían que por pena, o por cansos, podían conseguir alguna dádiva... Nosotros no queríamos dar limosna, podíamos ofrecer algunas pequeñas curas sanitarias, adquirir artesanías sencillas o comprar alimentos,… pero  esto  no lo ofrecían,… solo pedían por pedir,... pues al extraño hay que pedirle. ¡¡¡No,... tienen que hacerse de valer!!! ¡¡¡ Tienen mucho que ofrecer y enseñar!!!
Contrastaba, esta actitud, con la hospitalidad que habíamos encontrado en otros momentos.



El valle era más abierto en las proximidades de Amezri, la laderas quebradas y tortuosas dieron paso a lomas suaves y desmoronadas, de colores tierras y ocres muy intensos. La vega fértil en este tramo del Río Tessaout, es bastante amplia y productiva, los aterrazamientos trepan  laderas arriba con más decisión que en otros  puntos del recorrido y se presentaba a la vista un mosaico de texturas y tonalidades  propio de las campiñas de regadío: maizales y algunas  alfalfas, las patatas recolectadas, calabazas en espera de ser recogidas,… y dando volumen,  a este paisaje humanizado, con hombres y sobre todo mujeres afanados en las tareas, manzanos de variedades  diferentes y nogales, … nunca los había visto con semejante porte, me impactaban.
Amezri es una población populosa, la mayor de las que hemos atravesado, y hasta ella han llegado pistas, que permiten una incipiente comunicación con el exterior, y tendidos eléctricos que, ya sin complejos, se dibujan a lo largo del valle, para acabar de romper el equilibrio visual que este Río Tessaout nos había regalado y que es cada vez más difícil  encontrar.
¿¿Tendré que resignarme a pensar que esto es inevitable??   
... Parece ser que sí.


La tarde caía imparable y sumía en las sombras los campos de cultivo, los cantos lejanos de las mujeres sonaban, ya, nostálgicos y escondidos. Solo las primeras crestas del Ighil Mgoum recibían las falsas caricias del sol, impresionaban los paredones que debíamos empezar a superar la mañana siguiente.
En Tasgaïwalt (2.521m.), Ibrahin y Mohamed el cocinero, compraron a una de las mujeres del pueblo, en su vivienda, huevos recién cogidos de los nidales y un pollo callejero,... que no degustaríamos al completo, pues algún astuto animal parece ser que también había hecho méritos para disfrutar del jugoso manjar...El cocinero boceaba airado por el grado de participación de la alimaña en el festín,... pues había aprovechado la nocturnidad, que ya se había adueñado del austero grupo de viviendas donde pasaríamos la noche, alejados un par de kilómetros del pueblo.


Próximos a encontarnos con el sueño, el pensamiento se recreaba con las emociones vividas en el día, y en mi cabeza algunas ideas comenzaban a ser un tanto obsesivas: era consciente de que  las nuevas pistas de tierra que arañaban los paisajes y los tendidos eléctricos que comenzaban a erigirse alineados, siguiendo el discurrir de los valles, serán las puertas de entrada, a estas poblaciones alejadas del siglo XXI, de las nuevas formas de pensamiento, tecnología y consumo, que tienen derecho a conocer. Llegarán a estos pueblos un desarrollo humano, económico y cultural diferente al propiciado por el aislamiento y aprovechamiento actual del territorio. Espero que aprendan de nuestros errores y se enfrenten al futuro con imaginación, buscando un desarrollo sostenible sin abandonar el territorio, igualitario y justo para mujeres y hombres... Que no tengan prisa en sustituir las túnicas y vestidos, tan coloristas y llenos de sabiduría, por los vaqueros y la camiseta de su equipo de fútbol favorito -pasión por el Barcelona-,... que no abandonen el trabajo artesanal,... que lo completen y reinventen apoyándose en las nuevas tecnologías, sino, la riqueza que se genere solo beneficiará a unos pocos... 

Que no se olviden, que las canciones de los Tessaout también se pueden escuchar en el i-Phone y la belleza de sus inigualables paisajes se pueden ver en la Tablet.

Para ver los mapas con  detalle descargatelos.



Me pide Ibrahim, nuestro guía en las montañas del Atlas, que comunique la forma de ponerse en contacto él, por si alguien desea viajar al Sur de Marruecos. Nosotros valoramos que es un buen profesional.

Trekking en Marruecos 
Ibrahim Morocco Agent
Mountain and Desert Guides in Morocco
Ibrahim inside Morocco  Tel: 00212668 882 715
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Ibrahin, correo electronico:

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