martes, 9 de octubre de 2012

Un bosque con duendes en el Barranco Cobarajas


Recorrido el día 21 de Septiembre de 2.012




Sin prisas, con conversación fluida, pues el ascenso es constante pero bien dosificado,  fuimos dejando atrás el entorno de Villavelayo (950 m.) y nos adentramos laderas arribas por el Barranco Cobarajas, teníamos como fin subir al pico Cabezo Herrera (2.002 m.), y si para bien han sido muchas las sorpresas que este recorrido nos ha deparado, una de ellas perdura en mi  cabeza con más fuerza que las demás y coincide esta fijación con la de otros amigos que ese día estuvimos juntos en ese paisaje lleno de magia.

Al comienzo las praderas agostadas (... amayadas, ajuniadas, ajuliadas,...), salpicadas de robles de porte adusto, fresnos, arces (...) espinos albares,...forman un panorama adehesado que quiere vestir ya galas otoñales, mas la perseverante sequía afincada en este territorio en los últimos años  impide a los protagonistas, los árboles, mostrar su rica gama de colores encendidos, provocadores, brillantes que estimulan los sentidos e invitan a disfrutar de los misterios y fantasías ancestrales que los bosques encierran. Se presentan, los árboles, ante nosotros mustios, deshojados, bajos de tono,... y sin la banda sonora que en estas fechas suele ser fiel a su cita, la berrea de los ciervos, lugareños, pastores y forestales refieren las calamidades que están padeciendo la fauna en general y los grandes mamíferos en particular, a causa de la sequía. Al paisaje se le nota triste, carente de vitalidad, que se adapta a duras penas al evidente cambio de clima.






Nos adentramos en el bosque en busca de  frescura, pero los pies no transitaban por una alfombra  tierna que acallaba nuestros pasos, no dejaban huella de su tránsito,... demasiadas hojas tapizaban ya el suelo y se quejaban, crepitando su ruptura, de nuestro transito; los arroyos  fluían escondidos y sin convicción, el agua se dejo ver de forma discreta cuando la ascensión  nos hacía  ya respirar jadeantes y el aire  resecaba las gargantas.

Y fue entonces, cuando los duendes decidieron guiar nuestros pasos y las miradas. Se prestaron a enseñarnos uno de esos rincones que reservan para sus andanzas y la magia.

Nos percatamos de la presencia entre los robles de una silueta  sombría y aspecto robusto que requería nuestra  atención, no hicimos oídos sordos a su llamada. Era un acebo centenario el que nos invitaba a recostarnos a tres de nosotros a la vez en la braceada tronquera, reposar las espaldas en su fornida constitución era recibir un calambre de energía silenciosa que reconfortaba el cuerpo... y hasta el alma !!!






Su presencia nos inspiraba confianza e invitaba a pasear las manos por su fina, nodulosa y redondeada corteza, creo que en el fondo buscábamos arrancar con nuestras caricias sus    favores, sentir que formamos  por un rato   parte de su fuerza, de su longeva sabiduría vegetal. Él se deja querer y se siente, también hasta el fondo de sus raíces, alagado con el calor de nuestros cuerpos, los mimos han roto  por un instante la querida y sedente soledad de su centenaria existencia.





Comprendí entonces las palabras de Joaquín Araújo en su libro La sonata del bosque, cuando contaba:
" Los árboles sueñan sobre todo en tendernos amables emboscadas para que acabemos siendo emboscados. Por eso, algún día se despertarán y se encontraran con la mirada, al fin fraternal, de los humanos. "

Sentados y relajados nos dimos cuenta que aquel abuelísimo de los acebos no estaba solo, en el espesor del robledal comenzaron  a dibujarse nuevas siluetas y formas escultóricas que recuerdan a Botero se exponen de manera permanente en esta  galería natural. Nos vamos desplazando con asombro  de un ejemplar a otro de acebo y no podemos evitar acariciar sus lomos vegetales, rozar sus redondeces y sentimos que se ha establecido una indescriptible comunicación que solo  puede explicarse por la magia que encierran los bosques.





Proseguimos la ruta en busca de la cumbre del Cabezo Herrera con la sensación de haber sido agraciados con la suerte de los duendes del Bosque de Cobarajas y con la sensación de que en los Barrancos del Reato o la Capellania, en el Vallejo los Lobos,... nos encontraremos otra vez con los caprichosos duendes del bosque