viernes, 31 de enero de 2014

¿Volverá a las “casas cueva” el Belén de Alcanadre…?

Se sabe que “días de mucho,… vísperas de nada”, así suelen ser los días de navidad respecto a muchos asuntos. Esos días me cansé de escuchar en los  diferentes medios de comunicación la imposibilidad de representar este año el tradicional, y muy popular, Belén Viviente de Alcanadre en el  Monte Viso, ambientado en uno de los conjuntos de casas cueva en el existentes, pues las generosas lluvias de primavera habían ocasionado el hundimiento de dicho escenario. Me resultó curiosa, porqué será,... la unanimidad de criterios respecto a la importancia de recuperar el entorno del Monte Viso, de la Corporación Municipal y la Asociación Belén Viviente de Alcanadre, para volver a celebrar allí las representaciones en años sucesivos. Me constaba además que ya en el mes de junio se escucharon voces en el pueblo que señalaban la urgencia de la intervención en el mismo, para evitar un mayor deterioro de este patrimonio cultural, etnográfico y paisajístico.


Pues bien pasadas las navidades, ante la ausencia de noticias y las preocupantes fotografías aparecidas en los periódicos durante las fiestas, decidí acercarme al Monte Viso de Alcanadre. Este espacio no era nuevo para mí, en la colaboración radiofónica en la que participaba,  reclamé en varias ocasiones la necesidad de acometer la conservación integral de las casas cueva del Monte Viso de Alcanadre  y con ello potenciar también el belén viviente. Sabía también, ya entonces, que era más raro que un “perro verde” y no podía entender y era muy crítico con los apaños que hacían año tras año para sostener, de malas maneras y solo para la representación, aquel interesante conjunto de casas excavadas… Por no hablar de las verrugas que suponían en el particular paisaje: la estructura que figuraba el Palacio de Pilatos, la tapia para proteger del viento o la caseta para el control de efectos especiales  (que permanecen a día de hoy), todo ello levantado con bloques de cemento.

Con estas ideas en la cabeza, una mañana ventosa de la semana pasada, se acercó el viajero al Monte Viso y el panorama que encontró, desde su punto de vista, fue desolador, no quedaba nada del retocado conjunto de casas cueva donde se hacía la escenificación,… y si algo había quedado tras las lluvias primaverales, las excavadoras habían terminado por alisarlo todo: las pendientes y la explanada… 



Perplejo todavía por la visión tomó el camino que partía a media ladera, dirección suroeste, en busca de otros grupos de casas cueva que recordaba de visitas anteriores al lugar. El caminante se figuraba que visto lo visto en el conjunto de viviendas más conocido, los demás los encontraría hundidos e infranqueables… Cuál fue su sorpresa al llegar a la explanada del primer conjunto formado por dos viviendas y comprobar que estaba prácticamente como lo recordaba: las fachadas con algunas piedras menos, las puertas y ventanas más desvencijadas o inexistentes  y algunos tabiques interiores de adobe, encalados y coloreados con azulete, desplomados. 



Tomaba notas (había leído bastante los días previos sobre casas excavadas…)  el viajero  en su cuaderno sobre la distribución de estas casas cueva asentadas a media ladera y cuyo desarrollo de habitáculos en paralelo a la fachada principal les permitirá disponer de más luz y mejor ventilación o de un pasillo que separa esta crujía externa de una segunda en el fondo de la vivienda, más baja e incómoda por la pendiente del estrato de yeso que hace la función de techo, utilizada como granero, almacén o cuadras para el ganado...



 El camino de cómodo tránsito, se transformó en una senda que debía recorrer con  precaución el caminante, estos cerros yesíferos dan lugar a suelos arcillosos que, humedecidos como estaban esa mañana, propiciaban fáciles resbalones. Llegó a un segundo asentamiento de una sola casa cueva y una higuera en el pequeño rellano ante la fachada, de igual tipo que las anteriores y similar estado de conservación… Retornó a la senda envuelto en los penetrantes aromas vaporizados al pisar las plantas aromáticas propias de estos suelos de arcillas y yesos fibrosos o especulares, extasiado al observar el planeo calculado y elegante, las ráfagas de cierzo no le despeinaban ni una pluma en giros y piruetas, de la hembra de aguilucho pálido que acechaba la ladera en vuelo raseado a la captura ratones o pequeñas aves,… y llegó a un tercer conjunto formado por dos casas cueva con tres pequeños olivos en el lateral de la planada que daba  acceso a las mismas. Igual que en las anteriores, le sorprende su estado de conservación, que ha variado muy poco en los últimos siete años, han tenido más suerte que el grupo de casa cueva donde se representaba el belén.



Se acercó el viajero hasta uno de los cafés de Alcanadre, mas no encontró interlocutores con ganas de hablar,  le ocurrió lo mismo con las dos abuelas sentadas en un carasol, en contra de lo que estaba acostumbrado, se mostraron reticentes a la charla. Todo ello le hizo pensar que quizás él no tenía, esa mañana, su mejor versión de locuacidad, ocurrencia y oportunidad. De la poca información que pudo obtener, saco la impresión que la Asociación Belén Viviente de Alcanadre esperaba lograr la habilitación del espacio donde se llevaba a término la representación, pero no sentía interés en la reconstrucción de las casas cueva, ya inexistentes por otra parte, e incluso quiso percibir un cierto recelo al hablar de las mismas. Regresó a casa el viajero con estos interrogantes y un estado ambivalente de emociones: por un lado estaba entusiasmado pues tres conjuntos de casas cueva del Monte Viso eran factibles de recuperar, por otro no confiaba que alguna asociación o grupo de vecinos de Alcanadre apostase por la recuperación de los mismos como alternativa de futuro.
Ahora, soy todavía más consciente de mi condición de “perro verde” y también de las dificultades que tengo para encontrar argumentos convincentes, para quienes   habéis llegado a este párrafo, de que debemos evitar que estas construcciones alternativas se hundan y desaparezcan. Que tenemos que hacerlo incluso en épocas como la que vivimos de continua pérdida derechos en servicios básicos como la educación, la sanidad o los servicios sociales; con un paro galopante y desbocado que amenaza con llevarnos por delante a todos; con una población cansada del menosprecio que sufre de sus gobernantes, de las mega-obras carentes de viabilidad (… sin ir más lejos, aquí al lado de Alcanadre, el Aeropuerto de Agoncillo), de que le metan mano a sus cuentas corrientes, de supervivencia, una vez sí y otra también… Pues sí, en días como estos tiene sentido que nos planteemos la intervención en este paisaje. Si además os digo que tengo presente la complejidad técnica de estas obras de consolidación y conservación de las construcciones subterráneas, entenderé que seáis recelosos con la propuesta, mas debo intentar convenceros de que esta no es una obra faraónica y además es viable y sostenible.



Comenzaré por desmontar algunos prejuicios sobre este tipo de viviendas y recurriré para ello a las palabras de L.Torres Balbas, prestigioso arquitecto restaurador,  que nos invita a “ver en estas viviendas más que una supervivencia ancestral, basada en un estado de miseria, una feliz adaptación al medio geográfico, ya que debido a su orientación y disposición permiten más insolación y aireación que en la mayoría de las viviendas aldeanas formando callejas”. Como razones para evitar su desaparición me parecen  convincentes las conclusiones de una de las ponencias de la Convención de Ingeniería y Arquitectura, de diciembre de 2008, organizada por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid: “…este tipo de construcciones aseguran la permanencia de una tradición histórica y cultural, se adaptan completamente al clima en el que se ubican, minimizando el impacto energético para alcanzar las condiciones de confort, y emplean materiales locales (tanto que la propia arquitectura se introduce dentro del material), con ciclo de vida cerrado; mano de obra local, fomentando la colaboración y participación de la ciudadanía en el proceso constructivo. Por todo ello las construcciones subterráneas pueden considerarse sostenibles, en las que convergen factores no sólo energéticos sino sociales, económicos y culturales.



Os imagináis el Belén de Alcanadre representado en estos conjuntos rehabilitados. Sería increíble... Os imagináis estas casas cueva recuperadas como alojamientos rurales y gestionadas por jóvenes de Alcanadre (…si no lo queréis imaginar, acercaros a la vecina localidad navarra de Arguedas), las vistas que desde ellas disfrutamos del conjunto urbano, la ribera del Ebro y sus fértiles huertas o los Cortados de Aradón son muy relajantes y sugerentes… Os imagináis el paisaje del Monte Viso con sus casas cueva en pie para conocimiento y disfrute de las siguientes generaciones…
 
Bibliografía consultada:
L.Torres Balbas, “La vivienda popular en España”, en F. Carreras y Candi (dir.), Folklore y costumbres de España, III, 137-502, Barcelona: Alberto Martín, 1933
A. Martin Criado, Cuevas habitadas en Castilla y León, 13-155, Colección Rutas para descubrir, Valladolid: Editorial Ámbito, 2008
14 Convención  Científica de Ingeniería y Arquitectura, Sostenibilidad y mecanismos bioclimáticos de la arquitectura vernácula española: el caso de las construcciones subterráneas, Fundación Diego Sagredo. Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid,  Diciembre de 2008
 

sábado, 18 de enero de 2014

Paja nueva de centeno en la "Cabaña de los Estopares"



Contra todo pronóstico, en ocasiones, se llevan a término esas propuestas, que por considerarlas necesarias y urgentes,  haces lo posible por darlas  a conocer a la administración pertinente, como entidad pública responsable (…y bastante sorda a estos menesteres que hacen referencia al “Patrimonio pobre”), o bien a alguna asociación ligada al territorio donde se pudiese llevar a término la intervención, que suelen ser animosas pero con pocos recursos económicos y materiales. 


En la primavera lluviosa de 2.010, el caminante partió del Barrio de Cuevas, en la población de Anguiano, por el camino que llaman de Valvanera con el único propósito de conocer mejor un paisaje que le gustaba. Aquella mañana, que también llovía, disfruto del paseo por un jardín asilvestrado, diseñado por la anarquía propia de la naturaleza, muy interesada, esos días, en mostrar la juvenil belleza y frescura de los brotes tiernos de la generosa variedad de especies vegetales que colonizan estos barrancos, riberas, acequias, terrenos baldíos, tronqueras de viejos fresnos, álamos, castaños (…preguntad por el Castaño de la Nisia),… o muros de piedra. El panorama que envolvía al caminante se pincelaba con nieblas altas, desmadejadas, que se agarraban sin convicción a las laderas boscosas y animadas por la agradable brisa cambiaban con facilidad de aposento.



En estas circunstancias suelen estar muy despiertos los sentidos y se recrean en cada detalle, con una cierta tendencia sublimarlos o magnificarlos, los pensamientos se suceden con rapidez y están sobrados de imaginación y creatividad… Así, una construcción llamo la atención del viajero y se detuvo en el ribazo, bajo el camino una cabaña pastoril resistía a duras penas los envites del tiempo. No era como las demás del término de los Estopares: algunas, arruinadas, conservaban únicamente restos de muros, otras mantenían por tozudez las cubiertas  de teja… Pero esta, que hizo parar al viajero, custodiada la puerta por una oveja arrumbada, preñada o pachucha, tenía huecos en la cubierta, hasta ahí nada original, claros abiertos entre la paja de centeno y las bardas de retama, materiales que formaban la techumbre, que dejaban ver algunas partes del costillar de la construcción, hecho que permitía alojarse con facilidad el agua en el interior,… y sin pagar. No se coló el caminante, por la puerta, pues no deseaba molestar a la oveja, igual era la “modorra” que suele haber en casi todos los rebaños,… y seguir los caminos del agua  no estaba a su alcance. Boquiabierto y sorprendido por el encuentro se quedó allí un rato haciendo especulaciones y viajando en el tiempo,… hasta quiso ver a los pastores de Anguiano remozando con paja de centeno, segada ese verano, la techumbre de la cabaña.Bajo una suave lluvia retornaba el caminante sobre sus pasos, con la sensación de haberse topado con un rincón de aquel paisaje que se había quedado dormido en el tiempo y con el convencimiento, tras repasar mentalmente muchas  majadas, con toda probabilidad, de que esta fuese la última “cabaña” con la techumbre de paja de centeno que quedaba en las Sierras Riojanas. El viajero regresó garboso y exultante al Barrio de Cuevas, con ganas de comunicar a quien quisiera escucharle, la existencia de la singular “Cabaña de los Estopares”.

Las citas y encuentros se sucedieron con algunos gestores del territorio, pretendía dar a conocer y poner en valor este elemento de la cultura y la tradición pastoril, con interés etnográfico y paisajístico,… más quizás no llamé a las puertas apropiadas. Me hice eco, en el programa de Radio Rioja Cadena Ser, “La ventana de la tarde”, en la Rioja, con Lucia Ripa, con la cual colaboraba en la sección “Paisajes con historia”, allí tuvo su protagonismo, en abril de 2.010, la “Cabaña de los Estopares”,… más no debí gritar lo suficiente. Finalmente ese verano, fruto de la casualidad o la coincidencia, me invitaron a una charla-paseo en Anguiano, durante  la semana cultural que organizaba la Asociación Cultural Aidillo. Durante la misma salió a relucir y hablamos largo y tendido de esta estructura pastoril a punto de desaparecer, de la perdida de esa parte del “Patrimonio pobre” de la historia de Anguiano, la que cuenta los afanes de los hombres y mujeres que conformaron este territorio, no los grandes hechos recogidos en crónicas y anales, sino el día a día de las personas corrientes…



Y estas reflexiones de una tarde de verano y otra tarde más de animadas charlas y paseos, al verano siguiente, por los montes y barrancos de Anguiano, no cayeron en tierra estéril… Un trabajo encomiable de la Asociación, tenaz y persistente como el de las hormigas, ha logrado unificar esfuerzos, implicar a la Consejería de Medio Ambiente y al Ayuntamiento, recabar el interés de otras Asociaciones y sobre todo embarcar a sus socios en un trabajo intergeneracional de veredas que difícilmente olvidarán. Pensar que este verano del 2.013 en estos tiempos del internet y de la crisis económica que da  al traste con todo tipo de iniciativas culturales, la Asociación Cultural Aidillo, asesorados y dirigidos por Ángel, el “zurdo” y su hermano Antonio, pastores que pusieron la última cubierta de la “Cabaña”, hayan sembrado, segado, acarreado y desgranado centeno,… reforzado los muros, remozado postes y cabrios, acarreado retamas y cubierto la techumbre con paja nueva de centeno,… es casi imposible de creer. Gracias por regalarnos esta lección de capacidad asociativa y por evitar que las Sierras Riojanas pierdan otro pedacito de su historia. Gracias por invitarnos a desplazarnos hasta el pueblo de Anguiano y ofrecernos este refugio a los viajeros y caminantes que recorremos estos paisajes, que vosotros con iniciativas como esta los hacéis más bellos y completos.



Puedes seguir el proceso de recuperación de la "Cabaña de los Estopares" en la revista "Aidillo", que publica trimestralmente la Asociación Cultural Aidillo:
En el nº 71, verano del 2.013, paginas 27 y 28:




En el nº 72, otoño del 2.013, paginas 4,5,6,7 y 8:
   
    









También reseño la noticia publicada en el periódico La Rioja el 24 de septiembre de 2.013:





martes, 7 de enero de 2014

La Central del Salto del Aguila


Al salir de la curva fuimos conscientes, de manera casual, de la existencia de una construcción, de apariencia industrial, en el fondo del barranco. Era una mañana gris, fría, con mucha nieve en las cumbres y en la carretera la justa para no impedir la circulación por la LR-415 que desde Ezcaray llega a Posadas y nos lleva, encaramada a las laderas, hasta el alto de la cruz de la Demanda…  Si, donde ha llegado algunas veces la vuelta ciclista España.
Desde el primer instante del encuentro visual con aquel paisaje, me pareció tan sugerente que no se me fue del pensamiento. De regreso a casa busque rutas publicadas de senderismo y antiguos caminos en viejas cartografías que me permitiesen acceder a la Central hidroeléctrica del Salto de Águila. Posteriormente tuve conversaciones con algunos lugareños con el fin de recabar más información e historias, testimonios directos ligados al territorio y a ese edificio que permanecía anclado al rio en lo más hondo del Alto Oja. De esta manera fui reuniendo datos y me entere de la existencia de seis pequeñas presas, que interrumpen el transito natural del agua de otros tantos arroyos y desvían una parte de su caudal a sendas acequias que recorren kilómetros de laderas, salvan profundos barrancos, en base a la ley física de los vasos comunicantes, y conducen el agua requisada a los riachuelos por la ingeniada red de canales hasta un gran depósito situado a 1400 m. de altitud, 450 metros por encima y a la espalda del Salto del Águila. El descenso brusco y acelerado del agua acumulada, por la tubería cerrada, hasta la central provocaba la rotación de las turbinas instaladas en el edificio y se generaba el flujo eléctrico para el que fueron concebidas estas titánicas infraestructuras. Algunos abuelos que trabajaron en ellas recuerdan el esfuerzo que supuso el asentamiento en este agreste paraje de estas venas amaestradas y dirigidas. Ahora, ya deterioradas, pues han sufrido la desatención de los propietarios y el inaplazable tributo que se ha cobrado el tiempo, son incapaces de cumplir los fines para los que fueron diseñadas.



He llegado hasta varias de estas presas, como las situadas en los arroyos de Turraguas, Escorlacia o Recila, siguiendo caminos poco señalizados,  veredas intuidas y poco transitadas, y en los recorridos he encontrado, además de las infraestructuras hidráulicas mencionadas, lo que queda de algunas majadas: restos de muros tapizados can musgos y emboscados en sugerentes hayedos salpicados de acebos o servales. También quisiera destacar que en algunos tramos de estos estimulantes caminos me ha encantado poder escuchar los escarceos del agua en el fondo del valle. Mientras las sendas se enmarcan unas veces entre tapias, se abren paso después entre los brezales de alto porte arbustivo o atraviesan testimoniales bosquetes de alerces o pino silvestre, abajo, las aguas del Oja se adivinan inmersas en un apasionado romance de roces y abrazos con el cauce rocoso, desigual y atropellado que las obliga a saltos forzados, sugestivos, que reclaman la atención de miradas atrevidas, para luego adormecerlas en remansos con hechizo, que bien pudieran haber propiciado el nacimiento de alguna conocida diosa mitológica, mas seguro que lo frecuentan ninfas del bosque o la montaña con menos pretensiones y fama pero no menor belleza; espejos de agua que se precipitan de nuevo, sin tregua, en nuevas y atolondradas persecuciones, carreras de caricias que acaban por eliminar las aristas de las rocas y modelar las aguas para describir un circuito variable de curvas de poderosa sensualidad y magnético atractivo visual. Si además el río se te muestra algo alejado, pero no demasiado, y semioculto bajo una enmarañada galería de sauces, arces, avellanos, mostajos o boneteros, se te antojará mágico.


Ahora cuando alguna de las sendas no lleva justo allí donde el Arroyo Zeteluria, recaudador de las aguas sobrantes del Turraguas y el Escorlacia, se juntan con el Oja y recalcan su fuerza, un túnel horadado en la loma te resultara tentador y te adentraras en él, y adivinaras la invisible compañía de algunos murciélagos en esos escasos cien metros que te permiten acercarte a las puertas de la central hidroeléctrica del Salto de Águila. Ahora resulta sencillo comprender este nombre, pues a pesar de su localización en el fondo del valle, que nos parecía tan evidente cuando nos percatamos de su presencia, una vez en ella, nos encontramos en un mirador increíble sobre el rio Oja, sobre sus bosques mixtos caducifolios y de coníferas, que trepan decididos los abruptos desniveles desde la ribera hasta las cumbres nevadas del Gatón, el Pico Necutia o el Peñón Espelzia y sus correspondientes collados… Es un espacio donde se palpa el alma de este paisaje, donde se percibe la presencia del águila.

Y ahora, allí, junto al corazón de este complejo entramado de producción eléctrica te invade la nostalgia y el desánimo, te contagias de la decadencia, abandono y desidia que se respira allá donde miras o te asomas,… y no logras entender nada… Quieres recordar espacios de similar interés paisajístico y humano en algunos valles del Pirineo francés como los de Troumouse o Gavarnie, y sientes envidia (creo que empieza a ser patológica) solo de pensar como, con toda seguridad, se hubieran recuperado estas instalaciones en el país vecino…. Estos espacios deberían de tener futuro e incorporarse a los valores que encierra este territorio.
Como no vas a pensar que este edificio y toda la red de tuberías, canales, presas o depósitos forman parte del patrimonio histórico y natural que encierra este lugar, que este paisaje del Alto Oja se singulariza, todavía más, con esta intervención de ingeniería hidráulica en él, como no vas a rechazar que este trabajo humano tan encomiable se pierda en el olvido del tiempo y la desidia… Como no vas a imaginar que todas estas infraestructuras vuelven a estar operativas, ya, posiblemente, con distinta finalidad a la inicial.
Ahora las conducciones canalizarían el agua hasta el gran depósito, recuperado, encima del Salto del Águila, y podría ser utilizado como reten de agua para combatir los incendios, frecuentes los últimos años en estos parajes. Además el descenso del agua entubada hasta la central, como antaño, permitiría generar una cantidad de electricidad suficiente para cubrir las necesidades de un pequeño hotel rural, adaptándolo a las nuevas tecnologías de acumulación y producción energética. También sería posible poner en marcha en su entorno una explotación apícola, actividad que no resultara desconocida en este espacio, pues aquí ya hubo colmenas, lo cual daría al establecimiento una impronta de sostenibilidad todavía más creíble… Podemos imaginar infinitas posibilidades para este alojamiento rural autosuficiente. 
Finalmente os propongo dos fuentes de información para recorrer este paisaje de la Sierra de la demanda que me parecen las más apropiadas para acercarse al conjunto de intervenciones que hicieron posible la Central del Salto del Águila:
           *Ojead el libro: Las mejores excursiones por… La Sierra de la Demanda.
                                        Editorial El senderista.
            *Elegid el paseo más apropiado de la carpeta de rutas editada por la Asociación de
               Amigos de Ezcaray en el año 1994: Paseos por Ezcaray, Ojacastro y Zorraquin.