sábado, 23 de agosto de 2014

Arboledas singulares en el Moncalvillo

Crónica de un error de logística
Le había contado con entusiasmo, otro amigo de perderse en paisajes recónditos, de la existencia de algunos barrancos todavía agrestes y asilvestrados, que mantenían escondidas en su seno pequeñas esmeraldas boscosas, y así le habló de algunas alisedas, abedulares o mostajeras. A ellas se accedía únicamente por las veredas ocasionales generadas por el tránsito del ganado o las trochas intuidas de la fauna salvaje, trazadas entre la densa vegetación que puebla el cauce pedregoso de los arroyos que conforman la cabecera del Rio Yalde, más en concreto el Barranco de la Turriente, el Barranco del Castillo y el Barranco de los Pinos o de los Tejos.



Con estas ideas en la cabeza y tras consultar durante la noche los mapas del IGN y el Google.maps, “el viajero” se acerca de madrugada  a la población de Castroviejo y desde allí parte en dirección sur por la Calle Mayor, que se tornara sureste al terminar la misma, y prosigue por un camino amplio que desciende con rapidez hasta encontrarse con el río. Lo vadea sin dificultad para continuar el remonte del Yalde por la pista, ahora con cautela pues tres mastines sin control, procedentes de una moderna, aunque descuidada, explotación ganadera, cruzan la corriente para mostrarle, a una pedrada de distancia, sus credenciales dentales y fonadoras. Esto encuentros con los canidos enervan “al caminante”, no puede entender que campen a sus anchas sin nadie que los controle y sean dueños y señores de los caminos públicos,… parece ser que todos los que transitan por ellos deben ser conocedores de las bondades de los perros… En la siguiente curva cerrada abandona el camino y se adentra, dejando atrás los ladridos, en el barranco que el río ha labrado.



Han desaparecido los senderos y le queda como única guía seguir el discurrir del agua a contracorriente. Desde el comienzo resulta dificultoso caminar por su amplio cauce, tapizado de grandes cantos rodados y en el que se han desarrollado tupidas masas arbóreas y arbustivas. Avanza muy lento y debe emplearse a fondo, decidir después de cada paso hacia dónde dirigir los siguientes, necesita mantener alerta sus sentidos, hoy se aventuró solo por estos inhóspitos parajes, sin cobertura de móvil (acaba de comprobarlo), y no puede permitirse ni un mal resbalón. Las alisedas dominan el fondo del barranco, arboles querenciosos de las caricias del agua en tránsito por sus raíces, pueden parecer desubicadas en este canchal de cantos rodados donde cuesta en ocasiones sentir la  presencia del río. Sauces, avellanos, mostajos, espinos albares o algunos arces compiten por el espacio de este ecosistema cerrado con los alisos y encuentran a su sombra la luz que demandan en su aventura vital. Por otra parte en los tramos más abiertos y alejados del líquido elemento, mejoranas, jaras o escaramujos conforman el mosaico vegetal y dan lugar a un marcado contraste con las zonas de alisar…



Comienza a sentir calor, le agobia la tremenda humedad reinante sin llegar a las nueve de la mañana, otro barranco se une al principal por la derecha,… y “el caminante” sin poder consultar el Google.maps en quien había confiado su orientación… En esas condiciones se adentra por la nueva barranquera pues reconoce cercanos los restos de una pequeña presa, probablemente con la única finalidad de contener las riadas con prisas. Tras comprobar el estado de la arquitectura arruinada valora el volumen de agua que aporta este arroyo al Yalde, y sin tener operativo el móvil que permitiese la comprobación, considera que aquel no debe de ser Barranco de los pinos que él deseaba remontar y retorna al que considera de mayor entidad hídrica, cada vez mas angosto, con paredes verticales y profusa vegetación.



Le cuesta avanzar bajo la arboleda laberíntica, trabado por una maraña de zarzas y helechos, e inmerso en un ambiente cálido, húmedo y asfixiante… Arrullado por el riachuelo oculto, se topa con otro muro empedrado de unos tres metros de altura, quince de longitud y que cierra el barranco de pared a pared. Este dique, más sólido y consistente que el anterior, sudaba febril a través de su dermis de musgo y liquen, en dicha piel varios lacrimales de irregular distribución y sufrimiento lloraban con generosidad las aguas retardadas del arroyo. Se siente “el viajero” apabullado por la desbordada abundancia vegetal y acuática embarrancada, atraído por la melancolía que encierra ese rincón se sienta a escuchar la intrigante balada de quiméricas aventuras que allí se escuchaba…



No encuentra manera de superar la presa, este obstáculo que le obligará a retroceder y retardará su avance le hace plantearse la posibilidad de desistir… Vuelve sobre sus pasos hasta hallar en el talud de la derecha un tramo de menor pendiente y trepa por él con dificultad, las tierras que envuelven cantos redondeados tienen tendencia al resbalón, debe agarrarse a ramas de roble y a los brezos para poder acceder a lo alto del barranco. Una vez allí avanza por el robledal hasta superar la presa y desciende de nuevo al fondo de la cárcava…  El panorama continuaba tan agreste como el que traía bajo la presa: un espacio selvático que se encajonaba entre erguidos farallones, donde remontar suponía aventurarse al encuentro de lo inesperado…




Pero hoy no será ese día. Sabe “el caminante” que cuando de conocer la natura se trata, hay momentos para desistir en el empeño, darse la vuelta y esperar otra ocasión para intentarlo, y hoy era uno de ellos: solo, por un terreno abrupto, accidentado y desconocido para él, un calor tórrido,… y sin cobertura. Abandona pues, sin tener claro que barranco había tratado de remontar, la búsqueda del abedular asentado en una seca (1), de una rara, por inusual, mostajera (2),… o de cualquiera de los singulares bosquetes que todavía era posible descubrir en aquellos barrancos del Moncalvillo, de los cuales le había hablado el “amigo de perderse en paisajes recónditos”. 



Hoy el mapa solo indica en verde continuo el trayecto que deseaba seguir "el viajero" y en verde intermitente los otros barrancos que conforman la cabecera del Río Yalde.


Notas aclaratorias:
(1)    Seca: en esta comarca acumulación por derrubio de gran cantidad de piedras redondeadas que llegan a formar superficies destacadas sin vegetación.                                                                                                                                                                                                                                 
(2)    Mostajera: bosquete de mostajos (Sorbus aria)